La política en un triple tiempo

ANUARIO 2012
Medidas con impacto en el largo plazo, problemas en el presente y elecciones en el futuro.

Por Juan Pascual

¿Quién hubiera imaginado a principios de año que el Estado volvería a tener el control de YPF? ¿Quién hubiera dicho que, finalmente, se hubiera planteado un plan de créditos baratos para casas, que parece teledirigido al sector que no es el objeto de la vivienda social ni el sujeto del poder inmobiliario?
¿Alguien pensó que no pasaría un año desde las elecciones en las que CFK obtuvo el 54% para que comenzara la seguidilla de masivos cacerolazos opositores? ¿Quién creyó en 2009 que Moyano –el hombre que puso toda su CGT en la calle para defender la gestión kirchnerista frente a unas elecciones que se mostraban adversas– organizaría en 2012 un paro junto a Pablo Micheli, el dirigente de la CTA opositora, institución cuya personería fue bloqueada por fuerza de las presiones del camionero? ¿Alguien calculó que apenas en mayo el gobernador Scioli ya iba a explicitar sus intenciones presidenciales y que iba a contar, inmediatamente, con el apoyo de Moyano? ¿Quién soñó con una foto conjunta de Macri, Alfonsín, Cobos, Bullrich, Barletta y Binner, mucho más significativa que cualquier contenido que tuviera el documento por ellos firmado? ¿Hace cuánto no teníamos un año con un crecimiento por debajo del 5%?
Las últimas determinaciones tomadas en materia de política energética y de vivienda recién podrán ser evaluadas en su justa dimensión dentro de varios años, su fuerza política en el presente todavía es invisible o puramente discursiva (a diferencia de otro tipo de acciones económicas de inmediato efecto, como la AUH). El 2012 se retira sin que el gobierno nacional haya logrado una sola medida de alto impacto colectivo en el momento de su realización –con la excepción del fin de la cautelar sobre la Ley de Medios–, mientras que los problemas de larga data persisten firmes en lozana continuidad (la inflación real que ronda el 25%, el desmadre de las fuerzas de seguridad en todos sus niveles, el autismo de un Poder Judicial que revela con obscenidad su intrínseca porosidad ante los más variados intereses, para empezar). Por otra parte, apenas finalizado el cómputo electoral de 2011 se abrió la compuerta hacia el 2013 y el 2015: más allá de las bravatas de ciertos oficialistas, es sencillo ponderar que no alcanzan los apoyos y sustentos para que tenga lugar una reforma constitucional que habilite la re-reelección. Luego, la danza partidaria interna del PJ comenzó a acelerar sus pasos.
La oposición, que venía caída por knock out, comenzó a elaborar una posición cada vez más centrada y unificada en las cuestiones del orden institucional. Esa estrategia probó su eficacia en 1999, cuando el tópico central fue desarmar la fiesta menemista y una corruptela por la cual hasta se hizo volar a Río Tercero a bombazo limpio. Sin embargo, la utilidad de este planteo sólo fue verificada en ese entonces, cuando la regulación de la vida económica venía ceñida a un automatismo tan indiferente como aciago en su dinámica, cuyo nombre era Convertibilidad. Convengamos, De la Rúa no sólo venció por sus promesas de honestismo, sino por garantizar repetidamente la prosecución del programa de gobierno real de los 90, el 1 a 1. Hoy el panorama es por completo diferente: el modelo de acumulación económica se nutre de una serie permanente de acuerdos y decisiones que implican una gestión mucho más densa que la de otras épocas. Frente a ello, estipular que el freno a la inflación –por ejemplo– puede provenir del ajuste del gasto público, de la reducción de la moneda circulante o de, sencillamente, menores aumentos en las paritarias revela, en su cortedad de miras, que hay que articular mucho más que una defensa de los valores republicanos. A partir de esa carencia se comprende la falta de organicidad, la diáspora de reclamos y, también, el carácter explosivo de las plazas llenas del 13 de septiembre y el 8 de noviembre.

En esa síntesis se aprieta la lógica del 2012: no hay banca concreta para la reforma, no se ha trazado una alternativa de gobierno de la economía, viejos problemas siguen robustos. El 2013 nos encontrará, otra vez, en el viejo bailongo del cierre de listas y candidatos, en el marco disputas regidas por las situaciones particulares de cada provincia. Un condimento se suma: parte de ese nuevo Congreso será el que reciba al ejecutivo de 2015. Cualquier aspirante al sillón no dejará, entonces, de intentar su juego el año entrante.

Publicada en Pausa #108, miércoles 19 de diciembre de 2012

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