Cooperar para seguir creciendo

La economía social y solidaria se abre camino en medio de la
crisis global, pero son necesarios cambios en el derecho y las leyes
específicas para equilibrar las desigualdades.
Por Marcela Perticarari
El 91º Día Internacional del Cooperativismo se conmemoró en
numerosas ciudades y pueblos el pasado sábado 6 de julio y durante las
celebraciones hubo un fuerte llamado a la unidad.
Los defensores del cooperativismo señalan que “los modelos
de empresas de propiedad privada sufren actualmente una crisis de
insostenibilidad económica, social y medioambiental mientras que el modelo
cooperativo ha demostrado su gran resiliencia en tiempos de crisis” ya que la
cooperativa es una empresa que sigue siendo fuerte. Según esta visión, las
crisis globales actuales “han sido causadas por un modelo empresarial que
considera más importantes los retornos financieros que las necesidades humanas,
que apunta a privatizar las ganancias y socializar las pérdidas”.
En este escenario, tanto el cooperativismo como los planteos
generales de la economía social y solidaria tienen mucho que ofrecer para
consolidar los valores que se vienen proclamando a lo largo los dos últimos
siglos.
Durante los festejos a nivel nacional por el Día del
Cooperativismo, la
Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo celebró el
crecimiento del cooperativismo de trabajo durante la última década. En este
sentido, anunciaron que 47 cooperativas de electricidad tienen proyectos con viabilidad
técnica para invertir en nuevas tecnologías de infotelecomunicaciones. Por su
parte, desde el Programa Usina de Medios se destacó el rol de la juventud y la
necesidad de una economía solidaria “totalmente integrada” entre cooperativismo
de servicios y de trabajo, el mutualismo y el asociativismo pyme. En tanto, el
presidente de la
Confederación Cooperativa de la República Argentina
–que representa a más de 300 cooperativas de base y 80 mil trabajadores–, Ariel
Guarco, acentuó que “las empresas cooperativas son las que mejor resisten en
épocas de crisis porque podemos ser empresas económicamente viables, eficientes
y socialmente responsables”. “Lo único que nos va a salvar es que trabajemos
unidos”, coincidieron todas las voces.
En la provincia de Santa Fe, los números  indican que durante 2012 se constituyeron 90
cooperativas, 26 mutuales y cinco cooperativas escolares.
El derecho: procesos pendientes
Dentro de un panorama que parece alentador para el
desarrollo de economías alternativas, el marco jurídico de la economía social y
solidaria tiene deudas pendientes. Así lo planteó el presidente de la Asociación Iberoamericana
de Derecho Cooperativo, Mutual y de las Entidades de la Economía Social y
codirector de la Maestría
en Entidades de la
Economía Social de la Universidad Nacional
de Rosario, Dr. Mario Schujman, quien dio una charla en la Facultad de Ciencias
Económicas de la UNL.
En primer término, el docente señaló que “en los ámbitos
mundial, latinoamericano y nacional, los debates tienen características
diferentes y afortunadamente la crisis global 
los puso en el centro de la discusión. A nivel nacional, por un lado hay
políticas sociales que han resuelto cuestiones muy importantes, pero por otro
no hay espacio para la autogestión y la autonomía de un sector diferente al
mercado y al Estado. No hay espacio porque la visión de la política de Estado,
compartida por varios países de Latinoamérica, consiste en tratar de afirmar a
un Estado que entra en acuerdo y en contradicción con el mercado. Y no hay
espacio para mucho más. Por ejemplo, en Venezuela hay un desarrollo muy
importante pero al mismo tiempo marcado por una fuerte influencia del Estado;
Colombia vive situaciones de euforia y caída; y en Argentina tenemos un espacio
muy limitado que es la
Subsecretaría de Economía Solidaria. Aún no está puesto el
acento en empoderar a la sociedad. Cuando se habla de democracia, todavía se
habla sólo de situación de voto”.
Schujman: “La economía crítica adquirió más contundencia y presencia en la universidad”.
“La economía social y solidaria es una praxis por la cual la
gente afronta aquellas cuestiones que no tienen solución de una manera
alternativa, sobre la base de principios económicos y sociales diferentes;
entonces si no recibe empoderamiento el desarrollo es muy parcial. Lo que
sucede en Argentina es que hay mucho desarrollo del sector cooperativo, pero
buena parte de eso no es autosustentable. En la medida que no sea autónomo, se
trata de una apuesta a futuro y no de una realidad”, dijo a Pausa.
—¿Y desde dónde se puede arrancar para empoderar a esos
sectores?
—Es algo a difundir, entender, desarrollar y discutir porque
hay cuestiones de intereses y de comprensión. Los que gobiernan tienen una
concepción del mundo, de la economía y de la sociedad que no es la misma que la
economía social y solidaria. Entonces hay que plantear cómo se hace para que
esa concepción tenga un espacio. Estamos en una sociedad que fagocita las
experiencias, entonces es una carrera en la cual nacen, se desarrollan, mueren,
se transforman, se degradan, vuelven a nacer y a crecer. Evidentemente
necesitan un espacio vital que hasta ahora no conocen.
—¿Y qué ocurre con la legislación que enmarca estas
experiencias?
—Las leyes no se cumplen o no existen para el conjunto de la
gente. La mayoría adecúa su comportamiento a la ley por una normalización del
pensamiento y, cuando esto ocurre, la gente deja de cumplirla. Entonces acá hay
un proceso donde la ley tiene que ser consecuencia de todo un proceso social
que debe ser acompañado.
Interpelado por el trabajo que vienen haciendo las
universidades, admitió que “hay un desarrollo importante, se está generando un
debate con mucha fuerza. En este momento se están dictando varias carreras de
posgrado, cátedras extendidas y hay investigaciones en casi todas las
universidades. La economía crítica adquirió mucha más contundencia y presencia
en la universidad que el pensamiento crítico en las facultades de derecho, que
siguen aferradas a un positivismo que se parece mucho a la economía
neoclásica”.
En esta línea, afirmó: “Entonces los economistas asumen la
economía crítica, los sociólogos asumen el pensamiento crítico pero muy pocos
abogados asumen la crítica del derecho, y esto constituye un problema serio
porque vivimos en un mundo que no es igual al de hace 10 o 30 años atrás. Es
notable la velocidad en la que se mueven los hechos: se produjo la caída del
muro de Berlín y del socialismo real, lo que trajo aparejada una unipolaridad
que parecía encaminada a resolver todas las cuestiones del planeta. Sin
embargo, sobreviene el derrumbe de las torres gemelas, un hecho que cambió la geopolítica
del mundo y la concepción del derecho, porque desde ese momento Estados Unidos
tortura a sus ciudadanos con autorización del Estado. Como si esto fuera poco,
en 2007 sobrevino una crisis que se extendió al sistema financiero, se hicieron
cargo los estados y hoy es una crisis humanitaria que no tiene fondo. En el
transcurso de la vida de una persona joven sucedieron todas estas cosas. ¿Y
pretendemos seguir analizando el derecho con los mismos parámetros?”.
El liberalismo como egoísmo
Schujman añadió que “la relación entre forma y contenido que
tiene la ley con la sociedad, con el Estado y los poderes que influyen en la
vida cotidiana de la gente es un mundo de contradicciones, de superposiciones y
generador de sentido común, a veces a contramano de las leyes. Casi todas las
generaciones de juristas están formadas en el positivismo, por ende los estados
romanistas aplican lisa y llanamente el positivismo, que es simplemente
preguntarle a la ley qué dice y de esa manera los hombres se comportan en la
sociedad. En la actualidad hay teóricos que ponen en discusión esta idea de la
estructura en funcionamiento y señalan que las sociedades actuales son mucho
más complejas, que tienen un metabolismo que digiere y transforma, y sus
consecuencias se anidan en lo más íntimo del pensamiento humano. De esta manera
explican el efecto que la globalización neoliberal causó en la gente: a lo
largo de décadas ese sociometabolismo impuso el egoísmo y la competencia”.
“Todo esto tiene un equivalente en el derecho. Hay normas
que impone el imperio y que son ley sin que nadie las diga: las resoluciones
del Banco Central regulando la liquidez o la solvencia se siguen al pie de la
letra, por ejemplo. Durante el neoliberalismo se ha despojado a los Estados de
poder, a la par que crece el poder de los actores que manejan los mercados.
Cuando unos tienen mucho y otros están indefensos, la igualdad ante la ley es
una ventaja para los poderosos”, reflexionó Schujman.
Consultado por la situación del interior del país, el
abogado determinó: “En las provincias hay muchísimos proyectos. Algunos se han
concretado, como en Mendoza, una provincia que tiene un desarrollo más marcado
que otras. Lo que sucede es que son leyes de fomento porque se trata de lograr
financiación, de asegurar autonomía, flexibilidad para que aquello que es
informal se transforme en formal por su adecuación a la ley y no por una
autorización del poder público. En definitiva, hay una cantidad de cuestiones
fundamentales que debe contener una ley y que desgraciadamente no pueden ser
resueltas en los ámbitos provinciales. De todas maneras me parece
extraordinario que se sancionen leyes de economía solidaria en todas las
provincias”.
Publicada en Pausa #117, miércoles 17 de julio de 2013

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