El museo en la vía del olvido

Peligra la memoria contenida en el Museo Ferroviario: se cae
a pedazos su edificio, un patrimonio provincial sujeto a la indiferencia del
Estado en todos sus niveles.
Por Milagros Argenti
Filtraciones, socavamientos y hasta un progresivo derrumbe
aquejan al Museo Ferroviario de Santa Fe, sito en San Luis al 2900 (esquina
Hipólito Yrigoyen). Pero el peor de sus males es la desidia de la Nación, que la Provincia y el Municipio
acompañan con promesas de gestiones incumplidas.
Corridos por la humedad y los techos que se caen, los archivos quedan apilados en condiciones que son una afrenta a su conservación. Fotos: Olivia Gutiérrez.
El Museo fue inaugurado el 20 de noviembre de 1995 en el
sector suroeste del inmueble que, junto al actual Registro Civil, ocupaba la
administración del Ferrocarril Belgrano. Fue armado a pulmón y ese inicio de
lucha signaría su existencia. Cuando, vía menemismo, llegó la debacle de los
trenes, un grupo de ex ferroviarios dedicó cada una de sus horas libres a
desempolvar, restaurar y archivar material que sabía indispensable para la
historia del país. “La época del rescate”, le llaman ellos. “Íbamos a la tarde
y empezábamos el operativo hasta que nos apagaban las luces”, cuenta el
secretario de Prensa del lugar, Andrés Andreis. Ese material, que tanto
esfuerzo costó recuperar 20 años atrás, viene sufriendo desde hace una década
los embates del deterioro edilicio. Las rajaduras que atraviesan verticalmente
las paredes, los agujeros en el cielorraso, los hundimientos del piso, el
colapso de la planta alta, rayan lo pornográfico. Con sólo ingresar, la humedad
del ambiente cachetea. Cuando llueve, el agua cae en forma de cortina desde el
techo y desemboca en los ya castigados listones de madera, que en algunos
sectores se arquean, cual garrochas, al pisarlos. Como resultado, ya se perdió
un tercio de lo conservado: documentos, cuadros, fotografías, planimetría
original de las vías ferroviarias no sólo santafesinas, sino argentinas en
general.
Si el Museo todavía no se volvió recuerdo es gracias a su
Comisión Directiva (hoy presidida por Mario Gastelo), al aporte de sus socios,
a los visitantes que pagan un bono de $5 y a la voluntaria contribución de
quienes acuden a pedir información. Con todo, los ingresos mensuales no
traspasan nunca los $2.000, que cubren el más básico mantenimiento.
La desidia como política
El Museo Ferroviario está bajo la órbita de la Administración de
Infraestructuras Ferroviarias Sociedad del Estado, dependiente del Ministerio
del Interior y Transporte de la
Nación. La ADIF se volvió tristemente célebre en esta capital
en mayo de 2011, cuando intimó al Municipio santafesino a “devolver” la Estación Belgrano,
que la gestión de Mario Barletta estaba restaurando tras años de absoluto
desinterés del gobierno central. La cuestión se resolvió meses después, pero la
repartición nacional sigue evidenciando su cinismo en su página web. “La Argentina será un país
con una nueva infraestructura ferroviaria para el siglo XXI, cuya operación sea
capaz de integrar el territorio”, reza. Y sigue bromeando: “esto implica, con
la participación de las Provincias y gobiernos locales, elaborar un plan para
la optimización del sector, recuperación de infraestructuras y desarrollo del
servicio ferroviario, como política de Estado”.

La delegación Santa Fe de la ADIF está en San Luis y Crespo, en la propia
cuadra del Museo Ferroviario. Sin embargo, no hay el más mínimo contacto entre
ambos organismos, y de hecho es humanamente imposible encontrar abierta la ADIF, o a alguno de sus
ignotos funcionarios. Será por ello que Andreis apela a la voluntad provincial
o local para salvar uno de los últimos bastiones de resistencia ferroviaria de
la ciudad.

Promesas y más promesas
Resignado ante la desidia de la Nación, Andreis brega desde
hace años por la transferencia del inmueble al ámbito santafesino.
En julio de 2012, la ministra de Innovación y Cultura de
Santa Fe, María de los Ángeles González se comprometió ante los micrófonos de
LT10 a gestionar el traspaso. “Lo importante es rescatarlo y que no se siga
deteriorando. Se podría apelar a algún programa de restauración internacional.
Pero primero hay que transferirlo y tenemos que tenerlo nosotros para
cuidarlo”, prometió. Hace algunos días, su discurso cambió: “ese edificio es de
la Nación”, se
desentendió. “Lo que nosotros podemos hacer por ahora es mediar. No es nuestro
lugar. Pedir la transferencia, no. Sólo podemos funcionar como ‘puentes’”. Cabe
destacar que, desde el siglo XIX, el inmueble es Patrimonio Histórico de la Provincia.

Similar actitud demostró el gobierno local. Según Andreis,
Mario Barletta se comprometió a llevar adelante un proyecto con un presupuesto
de 450 mil pesos. “A mitad del año 2007 lo rebajó a 250 mil y después nos
dijo  que la Municipalidad estaba
en rojo”, cuenta el encargado de Prensa del Museo Ferroviario. “Corral también
vino, y  nos prometió que nos iba a
ayudar… Todos nos dicen que lo van a hacer, de una u otra forma”.

Al arbitrio del azar
78 años tiene el hombre, y lleva 56 dedicados al
ferrocarril. Pasó por todas las categorías del escalafón, hasta jubilarse con
la máxima. Para ello estudió incansablemente en sus pocas horas ociosas de
juventud: Taquigrafía, Contabilidad, Telégrafo, Maniobras. Eran condición sine
qua non para conseguir el empleo de sus amores. Su papá, zapatero; su mamá, ama
de casa. Años después, cuando quería arrancar con el Museo Ferroviario, llevaba
a sus dos hijas, chiquitas por entonces, en su Renoleta, y juntos desafiaban el
polvillo para montar la institución que hoy el paso del tiempo y la indolencia
estatal están destruyendo. Tiene una memoria de elefante Andreis, y mucha
nostalgia. Pero curiosamente, nada de rencor. Algún que otro reproche, sí.  “Nosotros apoyamos los gobiernos provinciales
y municipales con la restauración de La Redonda, El Molino, la Belgrano… y ahora
sentimos un poco de ingratitud, porque creímos que se iban a ocupar del caso
nuestro. Pensamos que éramos los siguientes. Pero no”. Ni la Nación, ni la Provincia, ni el
Municipio. Claramente, están a voluntad del azar. “Todas las semanas, tres de
los integrantes de la Comisión
jugamos  los mismos números al Quini 6.
Nos ponemos de acuerdo, porque ya convinimos que si lo sacamos vamos a destinar
la parte necesaria de ese dinero a la restauración”. Es triste, pero no
erróneo. El tipo ya tiene casi 80, y sabe mucho por viejo, como el diablo: si
no hay una motivación electoral, es más probable sacarle algo al azar que a los
gobiernos de turno.
Publicada en Pausa #123, miércoles 9 de octubre de 2013

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