Celebrar la reunión

La Casa
de Los Ayala lanza el Festival con Amigos.
Por Marcelo Przylucki
Las veredas del barrio Mariano Comas están un poco apagadas
por la sombra de sus árboles, más con la nubosidad tormentosa del jueves. Pablo
Ayala y Martín Pautasso, músicos y gestores culturales, están acomodados en su
garaje repleto de estuches de guitarra, bafles, consolas, mateando. Hace casi
20 años que forman parte de las tropas de la militancia cultural en la ciudad,
hace cinco que hacen fuerza  desde La Casa de los Ayala (José,
hermano de Pablo, también es parte del proyecto).
María Itatí Barrionuevo, una de las atracciones centrales del encuentro.
El iniciarse en la formación musical no es un trance poco
complejo: la obligación paterna, las primeras digitaciones frustradas a causa
del entumecimiento manual, la exigencia de academias que buscan sacar
intérpretes prodigiosos antes que músicos apasionados pintan un panorama un
tanto hostil a quienes recién empiezan a caminar por ese sendero. Contra esa
marea bracean los Ayala, en su maratón por “hacer que uno quiera, abrace a la
música”, sueña Martín, y sigue: “Lo último que queremos ver acá son caras de
chicos que están sufriendo con su instrumento, preocupados por si lo están
haciendo bien o mal. Acá preferimos que sientan lo que están haciendo, después
se irá mejorando. La lógica de estudiar de un manual, una hoja hoy y otra
mañana, nos parece que no corresponde”. Así, al finalizar una clase, un
estudiante puede volver a casa con un pendrive en el que tiene una maqueta, una
primera base, algunas ideas que ha compuesto y comenzado a hacer canción, para
que “se estudie lo que a uno le interese, lo que a uno le gusta, lo que a uno
lo moviliza”.
Escenarios en formación
Se han sucedido en tiempos recientes ciertos fenómenos y
algunas normativas que han colaborado, de alguna u otra manera, a destrabar los
cerrojos para que los artistas emergentes accedan a las tablas más
dinámicamente. La Ley
de Servicios de Comunicación Audiovisual, por ejemplo, es celebrada por Pablo y
Martín, atendiendo a que los artistas (sí, de manera progresiva y armados de
paciencia) puedan revertir ese fenómeno de medios de comunicación con ausencia
de producciones locales.
Desde diciembre de 2004, como eco de la tragedia de
Cromañón, se han tornado más rigurosos los controles y se han revisado
pormenores referidos a los requerimientos indispensables para asegurar tanto la
seguridad de los públicos como la de los músicos (aunque es importante acentuar
que también se han desconocido –quizás a causa del temor– las posibilidades de
algunos lugares, dando lugar a que salas para 100 personas debían cumplir las
mismas regulaciones que una para 5 mil).
Bruno Arias cierra la segunda fecha del festival.
Por último, es importante también el abanico abierto por la
ordenanza de nuevos espacios culturales llamados Clubes de música, que data de
abril de 2012. Estos lugares no sólo no pueden cobrar ningún tipo de arancel a
los artistas, sino que, para alcanzar la categoría en cuestión, son obligados a
asegurar  un mínimo de espectáculos
mensuales entre jueves y domingos, lo que significa una posibilidad latente de
girar por distintos escenarios a través de gestiones ágiles. Estas victorias
son producto de años de lucha, envío de cartas y cientos de fastidios, que hoy
festejan todos los artistas y militantes culturales organizados, en vistas a
que resultaba necesaria la regulación y el reconocimiento de sus derechos
laborales, que aún no se encontraban asegurados.
Festejar los socios
Aunque hace ya más de un lustro que la Casa de los Ayala es sinónimo
de de clases, ensayos y actividades, desde este año se redobló el esfuerzo para
su constitución como asociación civil. En escasos meses se consiguió conformar
una masa de casi 70 socios. Seguramente, uno de los objetivos manifiestos en su
estatuto ha tenido mucho que ver con la rápida legitimidad que los viene
abrazando: “promover, difundir, financiar, incentivar y generar espacios que
posibiliten la concreción de actividades artísticas y culturales en sus
diferentes expresiones”. Es por ello que, aprovechando el envión de ánimos,
desde el estudio de calle Saavedra se está organizando la primera edición del
Festival Noviembre con Amigos, que se desdoblará los días 9 y 10 en el Molino
Marconetti.
Infusión Kamachui le pondrá rock al festival.
Allí se condensarán distintos lenguajes artísticos (música,
danzas, muestras y ferias de artesanos), de modo que se apuesta a un encuentro
de intercambios heterogéneos “en un marco de camaradería”, en el que se
estimulará la sensibilidad del público desde varios lugares.
Asimismo, se apuesta por la conformación de una grilla
liberada de discriminaciones de género, por lo que se entramarán el folclore,
el rock, el hip hop, el tango e inclusive música especial para niños, en
procura de que quien asista tenga al alcance de los oídos una propuesta que
quizás por móvil propio no alcanzaría a conocer ni de lejos.
Sábado 9 a las 20.00
María Itatí Barrionuevo
Delfino Flow
Dúo Bernal-Peralta
Creyentes del Pronóstico
Pa’ la gozadera
Domingo 10 a las 20.00
Bruno Arias
Infusión Kamachui
Luciana Tourné
El Fuego de la
Semilla
La Gordini
Exposición de la Asociación Santafesina
de Artistas Plásticos en las instalaciones del Molino Marconetti.
Entradas: el abono por los dos días cuesta 75 pesos.
Anticipadas: Casa de Los Ayala (Saavedra 3755) y El Arca del Sur (Irigoyen
Freyre 2935).
En Santo Tomé: Vecinal 7 de Marzo (Derqui 1895).
Publicada en Pausa #125, miércoles 6 de noviembre de 2013

Disponible en estos kioscos

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