Cuida bien al niño

Por Federico Coutaz
Suena la radio en mi casa, a veces presto atención, a veces
no. Pero desde hace un buen tiempo, en un determinado momento, irrumpe la
interminable publicidad de “Clarita y su familia”, relatando las innumerables
virtudes de un supermercado. En ese preciso instante, sobreviene una sensación
angustiante, mezcla de incomodidad, pudor, indignación, violencia. Con
desesperación y torpeza cambio de sintonía o apago el aparato lo más rápido que
puedo. Alivio. La escena se repite una y otra vez.
No sé cuándo comenzó el fenómeno ni a qué obedece. ¿Pereza
mental de los publicistas? 
¿Precarización intelectual de la audiencia? ¿Búsqueda de impacto fácil a
cualquier precio? Creo recordar que los chicos sólo protagonizaban publicidades
de juguetes o golosinas. No sé cuál es hoy el porcentaje de publicidades que
utilizan niños; sé que es obsceno y aberrante.
Paradójicamente, en las últimas décadas creció la conciencia
respecto del necesario cuidado y resguardo de los chicos, la difusión de sus
derechos y el reclamo por su respeto y cumplimiento. Se multiplicaron las
entidades estatales y ONG que se ocupan de la infancia. Me resulta extraño no
haber escuchado nunca quejas sobre el uso y abuso de los chicos en la
publicidad.
No conozco lo suficiente las leyes en general, ni las
relacionadas a la infancia en particular. Desde mi sentido común no logro
concebir que no esté prohibida o restringida la exposición de los chicos en los
medios. ¿No es trabajo infantil? ¿No es explotación de todo tipo? ¿Cómo se
asume el consentimiento de una persona menor de 12 años?
Un párrafo aparte, literalmente, merece la propaganda en la
última y penosa campaña electoral. La utilización de los chicos, en este caso,
es más bien perversa, los hacen actuar de chicos que no están actuando, les
imponen una voz y un mensaje que no pueden ser propios, y lo peor es que los
responsables, Alfonsín Hijo y Stolbizer, no dicen tres oraciones sin mencionar
la ética y los valores. Respecto de la publicidad De Narváez, esa en la que se
lleva un papel escrito por un nene y lo lee en su auto lujoso con rostro
compungido, honestamente, no tengo palabras.
Publicada en Pausa #125, miércoles 6 de noviembre de 2013

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