Sacále una foto

Por Federico Coutaz
Conservo algunas fotos, no muchas. Abarcan un período de
tiempo desde que nací hasta pasados los veinte años. Lo común: el jardín de
infantes, la escuela, algún cumpleaños, reuniones familiares, la adolescencia,
los primeros amores, los primeros viajes. Fin.
La llegada de las cámaras digitales conllevó un cambio
definitivo en la fotografía como práctica. Sin límites de tiempo y dinero,
libre del rollo de 24 o 32 y del revelado, todo pasó a ser motivo de una foto.
Dejó de reservarse para situaciones que portaban alguna singularidad, algo que
justificara la elección y el gasto. Ese cambio implicó una manera distinta de
guardar y mirar esas fotos. Creo que se sacan de a miles y luego nunca se ven.
El álbum familiar, ese relato colectivo que expresaba la
historia de una familia a través del retrato de los momentos considerados
importantes, felices, murió con la llegada de la fotografía digital.
Recuerdo que los álbumes de fotos estaban siempre muy arriba
en la indignante y dolorosa lista de la gente que perdió todo por la inundación
y los inundadores.
Facebook, entre otras cosas, reinventó el álbum fotográfico.
En la era digital, la mayoría de estos álbumes no son familiares y tienen unas
cuantas diferencias más respecto de aquellos, pero sí implican selección, orden
y exhibición de fotos. En general, creo que la influencia de Facebook respecto
de la fotografía es mucho más importante que esto, sospecho que buena parte de
las fotos que se sacan son para publicarlas ahí.
Lo que suele perderse de vista es que, por ejemplo, las
fotos que yo conservo están en un cajón en mi casa y, a menos que haya una
inundación o un incendio, van a estar ahí. Sin embargo, si un día José Facebook
se levanta enojado con la humanidad y decide apretar el botón rojo, todos esos
álbumes y fotos se van a esfumar. Peor, se las va a guardar para él solito,
como le asiste el derecho según contrato.
Por cierto, no sé si les habrá pasado a ustedes, pero sin
necesidad de internet ni redes sociales el robo de una computadora, la quema
del disco rígido de otra y la pérdida de un celular acabaron con todas mis
fotos de casi 15 años; sin incendio ni inundación. Doblemos la apuesta: “Si no
sos paranoico, estás desinformado”, dijo Charly para siempre. Desde mi
desinformación, pregunto: ¿las bases físicas que sustentan a internet son lo
suficientemente confiables como para guardar casi todo ahí y para que buena
parte del funcionamiento del globo dependa de ella?
Ojalá que sí.
Publicada en Pausa #124, miércoles 23 de octubre de 2013

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