Amor de primera

Otro yo mismo, por Mari Hechim
Es difícil, en una siesta de invierno santafesina, saber de
qué verano se trata, en especial entre la una y las tres. El sol parece ignorar
la fecha de junio y uno, por la fuerza del hábito, se resiste a sacarse el
pulóver, por lo que la ignominia crece. Ella ni lo percibe, porque está ahí,
apoyados los brazos cruzados en la columnita de la puerta de su casa, y lo ve
venir, domingo adelante, con una sonrisa que se esboza en su rostro, un poco
estirada para el costado derecho, vacilante entre ser irónica o alegre. Se para
frente a ella y se miran y él empieza a hablar de la escuela. Ella no esconde
el brillo de su mirada: él es el más alto del curso, el más inteligente en
matemáticas. En la semana pasada hubo una prueba, él le pasó los resultados. Y
a veces ella lo ayuda en lengua. Hace pocos días llegó una nueva vecina al
barrio, Liliana, una chica con un increíble pelo lacio y castaño claro; él
dice: Es un poco ruidosa –como si dijéramos, no es tan linda. Después hablan de
Hugo, el más simpático. Ella dice: No es muy alto. Entonces, con un gesto
brusco no exento de ternura, él se inclina y roza con sus labios la comisura
izquierda de los suyos. Ella hace dos gestos breves y sucesivos: se inclina
hacia adelante para recibir el beso, y se tira para atrás y se ríe. Para
ocultar su turbación, él mira hacia el suelo, se pone las dos manos en los
bolsillos del jean, también se ríe. Ella dice: el 27 vamos a hacer una fiestita
en casa, ¿vas a venir? cumplo los 11.
Publicada en Pausa #134, miércoles 28 de mayo de 2014

Encontrá Pausa en estos kioscos

Dejar respuesta

Por favor, ¡ingresa tu comentario!
Por favor, ingresa tu nombre aquí