Lenguaje, abrazo

Otro yo mismo, por Mari Hechim
Tomar una decisión, afirmar algo, tener certidumbres es
aniquilar posibilidades de la realidad, volver sólido lo que está siempre a
punto de deshacerse. Porque el mundo, más que consistir en “cosas”, consiste en
devenires, en articulaciones, enlaces. El lenguaje precisa, ordena, clasifica,
lo cual no está mal si se trata de la comunicación, de la vida en sociedad. Y
esta voluntad se va formando a lo largo de la historia, por ímpetu de los
hablantes, que así convienen en nombrar y señalar, “pero las palabras se forman
a voluntad de la mayoría y de la mala e inepta constitución de las palabras
surge una portentosa obstrucción de la mente… las palabras violentan la
comprensión, arrojan a la confusión, y conducen a la humanidad a innumerables y
vanas controversias y errores” abominaba Bacon, inaugurando la queja de los
lógicos respecto de la excesiva fluidez del lenguaje.
Sin embargo, es necesario afirmar algo. De lo contrario,
todo se resuelve en un constante diferir, un desvanecimiento del sentido. Es
necesario, reitero, ceñir el pensamiento, la creencia, el sentimiento:
construir algo.
Formas como la pregunta, las expresiones dubitativas, las
mitigaciones, la negación, son instrumentos angélicos con que el lenguaje
intenta sugerir esa movilidad de la verdad. El valor de la negación nunca es
sólo pérdida o tachadura. El “no” es polémica, un espacio de lucha, teatro en
donde se escenifica la batalla por el sentido. El que niega acepta los términos
del que afirma cuando, en realidad, quizá debería rehusar las implicaciones
sugeridas en la afirmación de ese otro que lo desafía. Rehusar es hacer
silencio.
Decía Seferis que “la memoria, donde se la toque, duele”. El
lenguaje, donde se lo toque, miente, a menos que la verdad esplenda, a menos
que “aparición con vida” sea una consigna que recorra el tiempo, de manera
incesante, empujada por el deseo de verdad. Quizá parezcan meras palabras, una
pretensión de justicia desmesurada, pero finalmente no condujo a controversias
y errores sino que, en su repetición y ampliación a través del tiempo, nos
permitió, con Estela e Ignacio, un abrazo colectivo que a muchos nos cobijó,
aunque sea en forma breve, pero prolongada, de la intemperie del mundo.
En Pausa #139, miércoles 13 de agosto de 2014. Pedí tu
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