Diseño nacional al servicio de la vida

Nuevos avances en tecnología de la comunicación diseñada
para personas con discapacidad.
El ingeniero Luis Campos lleva consigo una valijita metálica
y camina sonriente por los pasillos de la Universidad Tecnológica
Nacional Regional Santa Fe. Momentos antes de brindar la charla titulada “La
tecnología: un recurso habilitador en el desarrollo de la comunicación y la
vida independiente”, abre el maletín y empieza a sacar objetos que el ojo común
no reconoce –a excepción de un muñeco de Winnie Pooh que acomoda sobre el
escritorio– y una gran cantidad de cables: pocos saben que esos elementos han
sido de enorme utilidad para personas con discapacidad que depositaron en él la
certeza de volver a dialogar con el resto de los mortales.
Conocimiento, creatividad y, sobre todo, sensibilidad por el otro son las claves que guían las invenciones del ingeniero Luis Campos.
Desde 1986, el director del Centro Argentino de Medios
Alternativos de Comunicación y titular del Instituto de Tecnologías para la Inclusión de la Facultad de Informática,
Ciencias de la comunicación y Técnicas especiales de la Universidad Nacional
de Morón, se encuentra abocado a la investigación, diseño y desarrollo de
nuevas tecnologías y programas especiales que permiten aprovechar las
capacidades residuales y potenciales de las personas con discapacidad física,
sensorial o mental. Las ganas de investigar y una notable empatía son los
engranajes del motor que mueve a Luis Campos, el primer profesional argentino en
lograr que una mujer con una grave lesión en el tronco piramidal pueda hablar a
través de una computadora.
“Arranqué en esta actividad cuando me contactó el médico de
Silvia, una mujer que no podía hablar, porque quería saber qué le dolía. Lo
único que ella podía hacer de forma voluntaria era morder y, a través de una
sonda que diseñé especialmente, logró hablar a través de una PC, que en ese
momento eran estilo Commodore 64. Cuando logré ese objetivo, dejé mi trabajo
anterior y me dediqué a ayudar a las personas”, contó a Pausa. “Lo increíble en
este aspecto de su comunicación fue no sólo darle el sentido y el peso que
tiene la palabra escrita, sino también ver cómo se modificó su calidad de vida:
una vez que empezó a escribir y a ocupar su tiempo, pasó de ser alguien que
estaba acostado a ser una persona que tomaba el control de la situación”,
destacó.
Al alcance de todos
En una entrevista que le realizó Discovery Channel hace más
de 20 años, le preguntaron al Campos dónde funcionaba su laboratorio, que en
ese momento era el patio de su propia casa en Banfield. “Me dijeron que el
problema era ése, hacer tecnología sin nada, demostrando que se pueden realizar
un montón de cosas sin grandes edificios o infraestructura. Mi objetivo siempre
fue desarrollar tecnología accesible, con precios que arrancan en los $600. Hay
distintas herramientas de fabricación local que permiten la comunicación.
Además, mediante la Ley
de prestaciones básicas médicas obligatorias Nº 24.901, tanto las obras
sociales como el Estado están obligados a proveer la tecnología necesaria para
la integración. Sin embargo, lo que tenemos que cambiar es la conceptualización
del uso racional de las tecnologías”, señaló.
“Muchos me preguntan con cuál discapacidad me especializo y
yo contesto que trabajo con Susana, con Ana o Carlos, porque identificar a la
persona con una discapacidad limita al otro y nos quedamos con ese mensaje de
lo que no puede hacerse. Un diagnóstico nunca resalta la capacidad de una
persona: el ciego no ve pero tiene otras funciones; algunos encuentran su motor
de vida en una silla de ruedas”, agregó.
En el siglo XVII, Isaac Newton pidió un punto de apoyo para
mover el mundo. Parafraseando al científico, Luis Campos adoptó una frase de
cabecera: dame un movimiento voluntario y te comunicaré con el mundo. “Con esto
quiero decir que a cualquier movimiento le damos un sentido. Cuando le restamos
importancia o no le damos sentido a un movimiento, lo vamos perdiendo o
atrofiando. Entonces, para empezar, primero se debe determinar alguna capacidad
voluntaria. Lo importante es no inducir los mensajes ni órdenes, tenemos que
buscar un entorno donde el movimiento sea el protagonista. Tiene mucho que ver
la cabeza porque hoy podemos decidir nuestro futuro: si queremos no nos
levantamos más y si le ponemos pila salimos adelante”, apuntó.
Zapatero a tus zapatos
Interrogado sobre sus inventos, Campos informó que
actualmente se encuentra trabajando con pacientes que padecen ELA, una
enfermedad muy degenerativa y en boga tras la campaña viral del balde de agua
helada. “Se trata de buscar en cada uno su posibilidad de comunicación y para
eso aprovechamos las capacidades, que pueden ser soplar, mover los ojos o
morder. Diseñé distintos programas en forma dinámica, algunos con pictogramas,
para facilitar la comunicación. A la par, y tras muchos años de investigación,
llegué a un cambio de paradigma en el proceso de la audición: descubrí que
estimulando la yema del dedo índice en personas sordas bilaterales severas y
con lesión en el nervio auditivo, el cerebro recompone el sonido. Con este
sistema, la persona sorda estaría escuchando a través de su dedo índice. Es muy
loco pero funciona”, comentó.
Campos también diseñó diversos tipos de mouse –gigantes,
pequeños o para usar con el pie, todos con velocidad regulable– y un teclado
universal programable que sirve para pacientes con baja visión. “Hay teclados
de acrílico, de aluminio y con planos inclinados para mejorar el acceso, pero
lo que sirve para unos no sirve para otros, por lo cual cada uno utiliza un
sistema adaptado. Podemos hablar de acceso universal, pero acá la tecnología no
es universal. Cuando diseñamos tecnología, tenemos que ver la totalidad y ver
con qué porcentaje de población queremos trabajar. Para adaptar un sistema, los
movimientos que necesitamos tienen que ser voluntarios y controlados, sin
patrones de reflejos asimétricos. Además, debemos ofrecer elementos que empleen
la menor cantidad de recurso energético”, detalló.
Ante todo, calidad de vida
Durante la charla, Campos expresó que “en 1988, cuando asumí
la dirección de un instituto en el Servicio Nacional de Rehabilitación, muchos
papás se acercaban con el diagnóstico de su hijo y las palabras que usaban los
médicos eran complicadísimas. Yo veía algo raro: cuanto más compromiso motor y
del habla tenía el chico, mayor era su retardo mental. Vengo de la ingeniería y
quería averiguar qué tan inteligente eran esos chicos que no se movían y no
hablaban. Todo se averiguaba mediante diversos tests de ejecución y locución,
así que empecé a buscar herramientas que pudieran equilibrar las faltas de
desarrollo motor y de comunicación para evaluar realmente quién era el sujeto
que tenía enfrente. Así empecé a usar el lema ‘dime qué haces y te diré quién
eres’. Después, aprovechando el biofeedback –la espera de informaciones
sensoriales a distintos estímulos–, logramos una tecnología previa a la
accesibilidad a los sistemas informáticos para determinar si los daños que
padecen los niños son neurológicos o físicos, y lo positivo es que estos
últimos se solucionan con un aumento en la estimulación”.
Los padres también consultaban por los juguetes
tradicionales que sus niños no podían usar. “El juego tiene una incidencia muy
grande en el aprendizaje, entonces perdían una etapa del desarrollo al no poder
interactuar con elementos didácticos. Así se creó el primer juguete adaptado,
un muñeco que se mueve cuando el niño levanta la cabeza, sobre la que colocan
una vincha con un sensor. Empezamos a analizar muchos aspectos cuando el chico
reaccionaba a ese sistema. Más allá de ponerle un costo a mi trabajo, la
satisfacción que siento es enorme: ver a un nene sonreír cuando escucha por
primera vez la voz de su madre o notar que su mascota hace ruidos me llena más
que cualquier otro pago”, sintetizó.
Consultado por el impacto social de sus inventos, aseveró
que “pasan los años y siguen los mismos problemas. A veces se ponen tantos
barrotes que el día que ponen el último nos quedamos del lado de adentro,
porque la discapacidad pareciera ser un tema del otro. Hay muchísimas
situaciones, algunas muy irónicas, que nos pueden cambiar la vida en un segundo
y dejarnos cuadripléjicos: una bala perdida, una frenada que no llegó a tiempo,
un banco de arena que se cruzó en el camino. Entonces tenemos que pensar que en
algún momento podemos estar de ese lado”.
En Pausa #142, miércoles 24 de septiembre de 2014. Pedí tu
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