Quién sabe

Variopinta, por Federico Coutaz
El tipo está apoyado a una pared, es una esquina. Mira a lo
largo de la calle, el sol le da en la cara, tiene rulos. Creo que tiene ojos
saltones y que es más bien pelirrojo, aunque eso último puede ser un efecto de
la luz del atardecer.
Todos los sábados se para ahí, se queda un buen rato, mira
al sol, fijo.
Enfrente hay un edificio público con una gran explanada y
los sábados es como un desierto.
Lo que no me puedo acordar es el  nombre de la planta, la trajo Marina el otro
día. Cada tanto no puedo recordar el nombre de algo, se me borra y me quedo
pensando hasta acordarme, no es que piense constantemente, sino cada tanto. A
medida que el olvido persiste, las veces en que trato de recordar van
disminuyendo aunque sospecho que no abandono nunca, es imposible saberlo.
Extrañamente no tiene cara de loco, su gesto más bien invita
a pensar que es extraterrestre. Quién sabe. Lo cierto es que la cuarta o quinta
vez que lo vi, crucé la calle, me paré al lado y me apoyé en la misma pared, a
una distancia prudente. No se inmutó, yo me quedé un rato. Había discutido con
Marina, últimamente discutimos mucho, por cualquier cosa, casi todo el tiempo.
Marina compró la planta porque en el departamento no había.
Antes de que ella se mudara conmigo yo tenía dos o tres, pero el gato se
encargó de romperlas. La madre de Marina le dijo que esa planta traía mala
suerte, pero la trajo igual. Lo cierto es que cuando le propuse que la
dejáramos en su escritorio dijo que mejor no, que tenía que rendir en pocos
días y que quién sabe…
La tercera vez que me paré a su lado, el tipo se fue. Quizás
porque me paré un poco más cerca. No volvió más.
Pasaron varias semanas y todavía no alcanzo a entender cuál
es la gracia de pararse ahí. Sin embargo, todos los sábados encuentro una
excusa para pasar por esa esquina y pararme hasta que el sol se esconde. Alguna
gente me mira, pero por ahora nadie se detiene.
Amaranto se llama, acabo de acordarme. Marina juntó todas
sus cosas y se fue. Dejó la planta.

Publicada en Pausa #144. Pedí tu ejemplar en estos kioscos
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