Encendedor

Mil mates, por Fernando Callero
El drama de los encendedores: la falta que se percibe de
ellos cuando los amigos se retiraron y además de lastrar todo se llevaron el
fuego. Ok, tengo el piloto. Pero resulta que el bonete del tiraje del calefón
está mal puesto y los días de viento se apaga. Ah, ¡qué viento que estuvo
haciendo! Queda el recurso a la cocina encendida con cualquier encendedor
viejo, con una chispita alcanza para encender una hornalla. Bueno, pero resulta
que uno se embaló días atrás con una limpieza general y tiró todas esas pequeñas
muertes a la basura. Entonces, cuando todo venía cayendo como por naturaleza
para el lado de la cama, resulta que este atentado contra las malas costumbres
nos desvía hacia una zona de lucidez postrera. Inesperada.
Es un momento crítico, súper interesante, porque de pronto
nos estamos enfrentando a un pensamiento profundo en un contexto tan mínimo y
mezquino como el de rematar la noche con un vicio inconsciente. ¿El que
necesita el fuego soy yo o la situación?
Una ocurrencia, más que una idea. O un umbral de idea que
viene de la intuición oportuna. Ahora que escribo esto tendría que darle forma
de idea, pero las ideas no me satisfacen, prefiero los chispazos que se van
dando en situaciones puntuales donde vemos desplegarse algo así  como una gramática loca de la percepción, que
parecería funcionar con autonomía.
Te vas a dormir sin fumar, o sin hacerte el té ritual para
calentar el sueño. Algo doloroso porque hackea un programa de rutina, pero a la
vez placentero porque revela algunas de las máquinas simples que aparecían
subjetivas, voluntades, gestos de identidad, que no obstante funcionan
mecánicos, como un aparejo. Con esto quiero decir que hay veces en que la
imposibilidad de cumplir un deseo se confunde con la imposibilidad de cumplir
una acción apenas auspiciada y requerida por una inercia (objeto) que hace
circular un aparejo como un hamster su rueda.
La más compleja de las máquinas simples de la físicas
ficcionalizando un sujeto. En este caso a partir de una necesidad. ¿Estamos de
acuerdo en que sólo un sujeto puede necesitar? Pero este ser mestizo es una
terminal, una encrucijada de vectores de distinto palo, insignificantes desde
cierta perspectiva, pero tremendamente dominantes si uno termina por aceptar
que detrás de cada movimiento hay, además de un objeto, un imán, un deseo del
mundo del que uno apenas participa.
Publicada en Pausa #147. Pedí tu ejemplar en estos kioscos
de Santa Fe y Santo Tomé.

Dejar respuesta

Por favor, ¡ingresa tu comentario!
Por favor, ingresa tu nombre aquí