Una confusa danza

ANUARIO 2014. En 2015 hay elección presidencial, pero
todavía las cosas no están claras en ningún espacio político.
Termina el año y nada está claro en el panorama electoral
que se abre para 2015, cuando se decidirá la sucesión de Cristina Fernández de
Kirchner, a 12 años del inicio de un ciclo político que hoy cruje bajo el peso
de la inflación, el estancamiento productivo y la retracción de la oferta de
trabajo, pero que en perspectiva significó una evidente mejora que amplió
derechos sociales y culturales, zanjó la responsabilidad del Estado respecto de
los crímenes de la dictadura, recompuso la hedionda Corte Suprema menemista y,
para decirlo de un trazo, rescató a millones de personas de la pobreza.
Carrió y Macri, de gala: las estrellas de los últimos pasos de seducción de la oposición.
¿Pesa la memoria histórica a la hora de decidir el voto? El
orgulloso futuro propietario que cuelga el cartel de Procrear ¿piensa en las
cuotas de subsidio que ha de pagar o en el último aumento de los puchos? Las
preguntas serían útiles si existiera un candidato que se situara realmente como
la continuidad del kirchnerismo. Sin embargo, CFK todavía no se pronuncia,
mientras el ministro Randazzo y el gobernador Scioli esperan un signo (por
mencionar los dos candidatos mejor posicionados en ese espacio, en el que
además están el gobernador Uribarri, el ex canciller Taiana y el ministro
Rossi).
Los problemas del peronismo para ungir y apoyar una sucesión
son históricos. Hay quienes dicen que el kirchnerismo especula con una derrota
para constituirse como una suerte de núcleo puro de resistencia, en vistas a
2019. La mención de esa descabellada estrategia habla más de esas dificultades
que de otra cosa.
No obstante, la interna del PJ discurre de modo ejemplar:
hay fotos de todos los candidatos juntos, cruces y discusiones sin mayores
desacatos, movilizaciones y concentraciones donde las críticas se hacen oír,
sin caer en el agravio. En suma, una interna que es un verdadero ensueño para
quienes militan en el espacio opositor.
Centrada en un discurso en contra de la corrupción –no sin
fundamentos, sobre todo a partir de la racha de affaires de Boudou–, con
ciertos matices de noventismo respecto de la gestión del Estado y más de un
aval a la “mano dura” en materia de seguridad, la oposición no termina de
organizar un espacio coherente o, al menos, un conjunto de candidatos definido.
El peronismo de Sergio Massa, Macri y el PRO y las astillas de la UCR se debaten en una danza
que a veces tiene visos cómicos gracias a los contoneos de Elisa Carrió.
Mientras tanto, los gobernadores en las provincias parecen
más proclives a desprender sus elecciones locales respecto de la compulsa
nacional. Ante la falta de definiciones, la estrategia tiene sentido. En estos
niveles es en donde más se ven los cruces dentro del espacio opositor. La
cantidad de fotos, apoyos públicos y expresiones de acción conjunta resulta
confusa: mientras Sanz y Carrió coquetean con Macri, Barletta se mantiene dentro
del Frente Progresista para no agigantar la figura de Del Sel, que posee un
equipo con el sello de Reutemann, que a su vez apoya a Massa, que se fotografió
con Morales mientras Cobos defendiende una candidatura “pura” en alianza con
Binner, pero cierra con el PRO en Mendoza.
Para la UCR
este fandango es la horrible persistencia de una agonía que se iniciara con el
Pacto de Olivos y se consolidara con el 2001. Su bocado de votos todavía es
apetitoso, pero no se ofrece a un comensal propio. Massa se babea por él, pero
en los últimos meses su candidatura se desinfla con velocidad. Sin dudas, Macri
se perfila como la gran figura opositora. Y nadie más que él necesita de la
centenaria red de dirigentes radicales, si pretende tener una campaña que salte
de la pantalla y penetre en el territorio.
Publicada en Pausa #148. Pedí tu ejemplar en estos kioscos
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