Tamerlán de Samarkanda

Otro yo mismo, por Mari Hechim
Quiero elegir algo lindo de contar para inaugurar las
sesiones de Pausa, y eso es el Tristram Shandy. Me pregunto por qué amo tanto a
este libro.
Una vez yo tenía que presentar no sé qué en un evento
literario. Elegí para tal propósito una página amada del TS, muy graciosa.
Entro al lugar, hay un escritor porteño, dice: “Una mujer con el Tristram
Shandy a esta hora es too much”. Me siento inhibida, no soy rápida, no le dije
nada. Sólo subí  y leí esa página. La leí
de manera muy torpe; yo sentía que era larguísima, que la gente no me seguía;
como sea, terminé el texto. Hubo un silencio incómodo. ¿Por qué pensé que era
fácil transmitir mi amor por ese libro, cómo no me di cuenta de que era una
página muy compleja, cómo no tuve la gracia necesaria?
Otros recuerdos unidos a TS son las varias veces que mis
carcajadas hacían que mi hija me dijera desde su habitación –era jovencita,
vivía conmigo– “ya estás leyendo el Tristram Shandy”. Hay escritores ingleses
como Oscar Wilde, Tom Wolfe, David Lodge, que son irónicos y divertidos. El
mismo Joyce lo es. Pero este Laurence Sterne, que hasta el general San Martín
lo leía, tiene una alegría. Es irónico, con un algo más, y divertido, claro;
además, tiene una alegría. Él admiraba el Quijote, pero el Quijote estaba
bastante loco en casi todo el libro. Acá no hay nadie llamativamente enajenado.
Acá, lo loco es la vida.
Hay libros que producen alegría. Sin ir más lejos, 2666,
Ulises, Kafka, Vallejos. Pero el TS transmite su alegría. Bueno, a mí. Tengo
amigos que fueron estudiantes que quiero mucho y me dicen: “Por vos me encantó
Adorno”. O Salinger. Nadie, pero nadie me dice “Por vos me gusta TS”, así que
hay una falla, allí. No hubo transmisión. Misterio que me resisto a dejar en
quietud. ¿Es posible que en 1750, Sterne decidiera escribir un libro para mí?
(Y quizá también para algún pedante machista escritor porteño. Yo leí un libro
de este escritor. Es profundo, es complejo, es serio, es pretencioso, muy anti
TS).
(Nobleza obliga, otro gran lector de TS, el mejor de todos,
fue Macedonio, el nuestro).
Y digo alegría cuando podría decir ironía esencial. El resultado
epistemológico de la “ironía esencial”, es la “negatividad absoluta e infinita”
que Kierkegaard  toma del comentario de
Hegel sobre la ironía: “Es negativa porque sólo niega; es infinita porque no
niega éste o aquél fenómeno; y es absoluta porque niega en virtud de algo
superior que no existe. La ironía no establece nada… Es una locura divina que
expresa su furia como un Tamerlán y no deja tras de sí piedra sobre piedra”.
Publicada en Pausa #149, miércoles 11 de marzo de 2015.
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Un solo comentario

  1. Ahhhh no no...así no vale!!! decinos quien es el machista para quemarlo en la hoguera... jaja. Por otra parte, te comento que voy por Tristam ya mismo!! dispusiste mi espíritu para conocerlo... Gracias por tu anécdota!

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