Oír el amor

Música y lecturas del Chuca sobre el corazón.
Claudio Chiuchquievich puso voz a sus textos. Acompañado del
saxo de Martín Testoni Almirón y la guitarra de Pato Fornillo, cerró el 16 de
mayo el ciclo Gotas de Música y Palabras en el Centro Cultural Provincial (CCP)
con la promesa de materializar la puesta en un libro y un disco.
La claridad del afiche que detalla la presentación del Chuca
deja traslucir el anuncio anterior de una inmobiliaria, justo cuando la premisa
se jacta de un objetivo sin matices: EnAmorArte… o nada. Las parejas (y tríos,
y cuartetos, y solos y solas) que van llegando ensayan sus caminatas hasta la
sala con una ligereza inusual, casi sin levantar murmullo alguno. Se adivina
que algo de lo que va a pasar tiende una tensión encima de ellos, que avanzará
adentro suyo hasta ahí adonde se sienten más vulnerables. Antología descalza es
el título de la otra propuesta que hay en la otra sala del CCP, desnudez
idéntica a la que ensaya el brujo que más tarde confirmará la sospecha
levantada en torno a su merodeo por el lugar.
Íntimo, romático, melancólico, tierno e iracundo: Chiuchquievich toca todas las fibras. Foto: Victoria Vázquez.
Antes de subir la última escalerita para llegar a la sala
Foyer, una serie de vasos justificados con un trago de vino, como si fueran los
anteojos para el 3D, aunque la bebida acarrea el bonus (lo dijo Baudelaire) de
duplicar la cantidad de almas dentro de nosotros. Otro francés, Alain Badiou,
es la excusa que Chuca recupera a modo de excusa para sus polaroids (escritos
para ser leídos en radio), que formarán parte de Máscaras que espejo, su libro
en proceso que se editará en época primaveral acompañado de un disco en vivo
registrado durante esta presentación. Así, las distintas formas del amor, y de
esa otra “nada”, son organizadas en un desarrollo que oscila entre Badiou,
Barthes, Oscar Wilde, Macedonio Fernández, todos de acuerdo en alguna u otra
manera en que el sentimiento en cuestión y la práctica artística tienen tantos
encantos como contradicciones: en el “amor, tu integridad está a la altura de
tu vergüenza“, categoriza el narrador al mismo tiempo que plantea a la palabra
como limitación, pero a su vez como el mejor recurso disponible. La silueta de
una pareja recortada por el resplandor azul de la consola refuerza la eficacia
de cada reflexión.
Skay, Hendrix, Divididos también se cuelan en el repertorio
interpretado por dos de las juventudes más destacadas de la música santafesina
contemporánea: Lucas “Pato”Fornillo, guitarra de Sonen y Hugo y los Gemelos,
junto a Martín Testoni Almirón (Trío Cosa, la Jazz Ensamble
Junior, también Gemelo…), encargado del saxo. Seis cuerdas y un mismo aliento
bastan para llenar el ambiente de la sala cuando Chuca se ausenta por una
puerta misteriosa. Ahora bien, cuando el peso de la luz está dirigido y chorrea
su rojo por la barba polaca, la armonía no falla: los versos fluyen y
desembocan mar adentro, más allá de los oídos. A la salida, las señoras mismas
dirían “Ay, por cómo lo dijo, no pareció obsceno, ¿viste?”. Es que el amor
interpela, de manera tal que cuando se lo reconoce es difícil que el ego le
venza, incluso en la batalla interior: “Estar enamorado es ponerse en manos de
otro, por eso es que nos hace sentir tan vulnerables”.
Ni siquiera esa categoría que ordena nuestras rutinas –el
tiempo– puede escapar al avance de un argumento que se nutre de promesas de
vigencia eterna, prolongación que presumimos misteriosa e íntima en una
magnitud tal que no debiera caer en administración de terceros: “posee tu
propio tiempo, y poseerás tu propia mente”, es el secreto del truco que el
brujo Martín Pedretti recita ubicado en el centro, antes de cantar una versión
jazzera de “La ley del tiempo”, la canción que casi siempre sale primera en
cada show gemelo.
Sentado hasta en el piso, el público se encontró íntimamente
con las cavilaciones en torno a cuestiones amorosas profesadas por el hombre de
pañuelo en cuello y whisky en mano. El calce de las palabras en el transcurrir
musical es preciso, orgánico a los efectos de que esos escritos alcancen su
objetivo de ser oídos con el cuerpo entero.
Publicada en Pausa #154, miércoles 20 de mayo de 2015
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