Vengo de nadar y estoy en éxtasis. Hoy nadé bajo el sol limpio del mediodía. Primero tranqui, disfrutando que el agua fresquita me envolviera. Cuando entré en calor, sin darme cuenta, arranqué rápido. La energía te sale de no sé dónde, como un animal dormido. Te cebás y querés patalear y bracear cada vez más fuerte.

Después viene el reposo. Cuando nadás mucho, fuera del agua sentís un mareo. Y finalmente el zumbido físico de la felicidad.

Me compré dos pedazos de tarta y me fui a comerlos abajo de las pérgolas y los árboles que dan a la reserva ecológica, mirando al bañado. Había una gallineta de agua con tres pichoncitos diminutos y graciosos, y uno que parece un pato, negro, con dos hijitos también.

Después me quedé dormida, como una hora, hasta que pusieron música y me desperté.

Cuando nado me disfrazo de superhéroe: traje de lycra, antiparras, gorro escondiendo el cabello. Nadar es un superpoder. Perder el peso en este mundo, flotar, parecerían cosas reservadas a los dioses.

En la pileta se acompasa la respiración, transportándote a otro lugar. Se va tallando la paciencia.

Me gusta nadar porque en el agua/ se disuelven los pensamientos/ los alejo, los empujo/ brazada a brazada.

En el agua además no me caigo/ ella me abraza y sostiene/ toco fondo/ pero hago pie.

Amo el agua y no puedo vivir lejos de ella. Si dejo de verla, olerla y escucharla, me deprimo, me desespero.

Todo se me pasa en el agua, todo. Todo se me cura.

Mi pieza de infancia daba a la laguna, crecí oliéndola por las noches, oscura. La vi zangolotearse desmesurada y terrible en las tormentas. Vi pasar y pasar y pasar los camalotes zarpados de las crecientes. Necesito mis dosis frecuentes de laguna para no entristecer. Mi hermano una vez me dijo: sos un biguá.

Ahora tengo que caminar mucho más para llegar a ella. Ayer hice con el Beto por segunda vez el caminito nuevo (el antiguo camino de las vías) que desde el Puente Negro lleva hasta la placita Chaplin, atrás de la Tecnológica. Después hay que cruzar Vélez Sársfield, pasar por un barrio de viviendas de la época del peronismo, atravesar la Facultad y desembocar, finalmente, en la laguna.

El Beto se la bancó re bien, a pesar de la distancia. Bajamos a la playa y nos quedamos un rato ahí.

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