Analizamos al detalle el discurso del presidente, cómo busca obtener legitimación para su ajuste y qué implican las leyes que propone. Además, las consignas de neoconservadurismo zen y todas las apostillas desde los palcos y las bancadas.

Sustancia adictiva para interesados y adherentes, aburrido pasatiempo para profanos de la política, los discursos de apertura de sesiones legislativas implican más en la observación del horizonte de lineamientos por venir que en el fervor o la decepción en la coyuntura. Sin floreos: le prestan atención los más enterrados en estos menesteres.

Después de su primera alocución, que duró 62 minutos, quienes oyeron al presidente Mauricio Macri probablemente no hayan movido un ápice de su postura. Al contrario, la habrán radicalizado. Como Cristina Fernández de Kirchner, Macri parte aguas. Su única estrategia para capturar algo del 49% que no lo votó –a ello le dedicó más de la mitad del tiempo delante de la Asamblea Legislativa– fue hacer pie en la “pesada herencia” que dejó el gobierno anterior y en los hechos de corrupción que habrían signado la gestión pública.

Las dos apuestas son muy peligrosas. La pesada herencia se cifró en cuestiones mucho más abstractas que el kilo de asado. Y judicializar las relaciones políticas con el principal actor de la oposición puede llevar a un incendio callejero. No obstante, este segundo aspecto de la estrategia macrista para buscar sustentabilidad en su abierta política de ajuste tiene mayores visos de éxito, sobre todo por el actor que será el encargado de llevarla adelante: la prensa.

Y dónde está la crisis

“El modelo de inclusión social y crecimiento que tanto habló el gobierno anterior nos llevó a la pobreza y la exclusión”, lanzó el presidente. Y retomando datos del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina, le puso cifras a la afirmación

 Y luego amplió los conceptos

La lógica del enfrentamiento quizá ya esté aburriendo al gran público. Ante la enumeración de males del kirchnerismo, los macristas redundan en sus números y fundamentos. Por otro lado, quienes no comulgan con el nuevo gobierno discuten y rebaten las cifras y exponen los logros pasados. Las indignaciones son compartidas –unos por el espanto que habría quedado en 2015; otros por la vituperación de un pasado perdido y añorado– como abstractas frente a realidades más contundentes. El kirchnerismo recordará el 2001 y lo comparará con el 2015. Pero eso no mella el diagnóstico del macrismo; el 2001 está ya muy enterrado en el pasado.

El riesgo para la actual gestión es otro: la “pesada herencia” sólo será así concebida en tanto y el cuanto el macrismo tenga éxito en sus metas.

Dado que el gobierno anterior no abandonó la gestión por crisis terminal, renuncia o incendio –a la usanza de los cambios de signo político en nuestra democracia reciente– la pesada herencia sólo será vista como tal si el macrismo cumple puntualmente con sus promesas centrales. Si la inflación no baja, si el trabajo no se genera, si el crecimiento no llega, los días que comenzaron a partir del 10 de diciembre serán recordados como una nueva amargura y los días que allí terminaron cobrarán otro brillo en el recuerdo. No es una cuestión de comparar guarismos económicos. Defender las nociones básicas del monetarismo para explicar la inflación es batir una campana de madera ante el público. No importa si fue por emisión del Banco Central, o si estaban o no efectivamente en riesgo las reservas. No importa si la inflación fue promovida por el gobierno anterior “ya que creía que era una herramienta válida de la política económica”, ni si “la inflación está alta estos meses producto de años de inflación alta y de la transición irresponsable que vivimos”, dos oraciones que irritaron a la bancada del Frente para la Victoria.

Macri
El presidente habló por 62 minutos.

El tema es el salario real. Y los bolsillos tienen una memoria que ni el cerebro ni el corazón alcanzan. En la experiencia vital de la enorme mayoría de la población está la clave: la cantidad de asados, de visitas al cine, de autos comprados y habitaciones construidas tiene que remontar. Y rápido. Si no remonta, entonces, no será por la pesada herencia recibida, sino por el preciado legado destruido gracias a la devaluación, el tarifazo, la quita de retenciones y los magros aumentos salariales.

Lo mismo sucede respecto de uno de los ex ministros más criticado, elípticamente: el diputado Julio De Vido. Las extensísimas enumeraciones de fallas en la infraestructura cobrarán verdadero relieve si son superadas y mejoradas. Sino, lo que cobrará relieve es el hecho palpable de que en un momento de estos últimos 12 años en Santa Fe se hizo la autopista a Paraná y a Córdoba (completa de la Rosario, incompleta la de Santa Fe) y se abrió uno de los parques tecnológicos más importantes de Sudamérica, junto a las incontables ampliaciones edilicias de la UNL. Para que la herencia sea pesada, Macri tiene que iniciar al menos alguna torre Procrear nueva en la ciudad. Y los aumentos de luz y gas sólo serán recordados como un virtuoso esfuerzo si los cortes se morigeran de un modo al menos perceptible.

Corrupción en la prensa

El segundo elemento estratégico para ampliar su base de legitimación acaso es mucho más fino en su procedimiento. Las principales referencias a la corrupción fueron: “Encontramos un Estado plagado de clientelismo, de despilfarro y de corrupción”, para justificar los despidos en la función pública, “La importación de energía se hizo sin control, sin transparencia y con corrupción” y, en una de las tantas secuencias de neoconservadurismo zen, el reproche a habernos acostumbrado a “que la corrupción era una forma de ser de los argentinos, que la pobreza vino para quedarse y no tiene solución”. Once veces utilizó el término en su discurso. Igual cantidad de veces que la palabra "pobreza".

Hay que comparar las plazas. Una mesa con Martín Sabbatella, Gabriela Cerruti y algún panelista de 6,7,8 junta muchísima –pero muchísima– más gente que la que hoy acompañó al presidente al Congreso. Los esfuerzos de la dirección de cámara de la TV Pública daban ternura. A la salida, la televisión mostraba al presidente saludando a una supuesta multitud que jamás fue registrada en ninguna imagen. En el camino, al costado de la valla de seguridad se veía, de modo límpido, las baldosas de la plaza.

Entonces, ¿qué pasaría si le dan prisión preventiva a una figura mayor del kirchnerismo? ¿Cómo se soportaría una plaza llena de adherentes fervorosos pidiendo –en Capital Federal, no en Jujuy– por la libertad del dirigente? O, de otro modo ¿quién sí puede impulsar esa deslegitimación y esos procesos judiciales?

No será el Poder Ejecutivo, sino la prensa. Así lo advierte Carlos Pagni, el operador periodístico con mayor inteligencia (cuac) de La Nación: el oficialismo “filtra a la prensa un anecdotario infinito de las miserias y excentricidades de sus antecesores. De modo que la obsesión retrospectiva no fue anulada, sino tercerizada”.

Tampoco será la Justicia quien lleve a prueba las irregularidades de la gestión saliente. Una ordalía de denuncias en los medios de comunicación se ve en el frente. El coro uniforme hará la claque, la repetición variada y diversa dará el fundamento, el gobierno quedará por fuera de las acusaciones, la Justicia obrará bajo la presión de los hechos probados por el murmullo mediático. El resultado, en este aspecto, se muestra más accesible y entraña muchísimos menos riesgos. Del Libro Negro de la Tiranía de Cristina todavía no se ha pasado del prólogo. Pero los responsables serán otros, no los políticos, y Macri podrá retornar al sendero oratorio de la autoayuda.

Neoconservadurismo zen

El tópico agota, por lo que recordaremos lo publicado sobre el pucho del triunfo de Cambiemos:

“Mi tarea es ayudarlos a que encuentren su camino de desarrollo personal”. Así definió Mauricio Macri en su discurso de triunfo su deber como presidente. La valoración del esfuerzo y la abnegación –ese éter conocido como “la cultura del trabajo”– se intersecta con la competencia con el otro. No es una frase de counching ontológico. Bueno, no solamente es una frase de ese tipo de autoayuda. Es una concepción de las relaciones sociales, de la cooperación y la solidaridad, y del individualismo. Cada uno por su lado. Te deja solito, mi alma, con el todo absoluto en el reverso. La sociedad sin fisuras, o la saturada repetición de Gabriela Michetti, antes de darle el micrófono al vencedor: “No hay nada que temer, todo es esperanza, todo es alegría, vamos a cuidar a todos los argentinos y vamos a gobernar para todos”.

A pocos meses, las oraciones destacadas que mantienen el hilo de esta línea, acaso una de las más poderosas del discurso macrista, son las siguientes:

  • Los invito a que focalicemos nuestras energías.
  • Espero que se apasionen, que se enamoren de este camino.
  • Queremos acabar con la lógica de amigos y enemigos.
  • La Argentina que viene es el país del acuerdo, del encuentro, del cuidado y las buenas intenciones.
  • Tenemos muchas heridas que sanar.
  • No se sale de la cultura del enfrentamiento con venganza, sino fortaleciendo nuestra hermandad.
  • Nuestro principal problema es la negatividad.
  • No tengamos miedo. No tengamos miedo a la transformación.
  • Tenemos que recordar lo que nos dijeron padres y abuelos. La cultura del trabajo y el esfuerzo.
  • No nos podemos sentar a esperar que alguien nos resuelva nuestros problemas. Nosotros con nuestro esfuerzo lo vamos a hacer.
  • Voy a construir un inmenso puente.
  • Un país que te convoca a tu aventura personal.

Una oda al esfuerzo individual y la competitividad, a la resistencia para soportar los embates naturales del mercado, que devuelven el mundo a la normalidad. Si al neoliberalismo menemista le correspondían la Ferrari y las odaliscas, al neoconservadurismo macrista le corresponde este zen berreta, que se expande hasta en sus fotos de Instragram y que ya fue anticipado con la visita del gurú Sri Sri Ravi Shankar.

Y uno lo tomaba en broma.

En concreto

Un segmento de la segunda parte del discurso apuntó a las medidas de gobierno que esperan ser aprobadas por el Congreso. La principal, dar de baja la Ley Cerrojo que impide el pago vil a los fondos buitre. Le sigue la aprobación de los pliegos de los candidatos a completar la Corte Suprema. Hay más, como la muy necesaria declaración de universalidad para la Educación Inicial o la Ley de Acceso a la Información Pública o la ampliación de la Asignación Universal por Hijo.

Sin embargo, particular apoyo tuvieron dos iniciativas. Las dos también implican serios, definitivos, riesgos.

El balance de 2015 fue entregado en pen drive a los legisladores.
El balance de 2015 fue entregado en pen drive a los legisladores.

El proyecto de reforma política fue cifrado por Macri en tres consensos, supuestamente ya trabados con el arco partidario mayoritario: terminar con la boleta de papel, generar un organismo de control de comicios fuera del Poder Ejecutivo y unificar el calendario electoral. El cimbronazo para las estructuras de los dos partidos nacionales y populares con desarrollo territorial –el radicalismo y el peronismo– es total y absoluto. Una boleta electrónica intrínsecamente funciona como boleta única, revienta la tradición de arrastres y empujes que cohesiona las estructuras partidarias, dejando todo en el marketing político y en los liderazgos personalizados.

El otro proyecto planteado fue aplaudido de pie por los legisladores adherentes de Cambiemos. Demasiada alharaca al respecto fomenta una expectativa que más vale acotar. Macri prometió una ley para hacer efectiva la devolución del IVA para los productos de la canasta básica alimentaria. Las precisiones son urgentes, la idea viene siendo vendida desde hace años como una suerte de panacea, una alquimia de justicia tributaria para frenar la inflación. Pero si esta devolución no está bancarizada –si no se produce directamente hacia el consumidor– es imposible de efectivizar. O más bien, sí: la diferencia quedaría en manos del comerciante –Alfredo Coto– y no del consumidor –el trabajador en negro sin tarjeta de débito–. La promesa es tan grande como las dificultades en su implementación y la decepción que acarrearía.

Detalles gruesos

Todo acto político tiene sus chispas, esta apertura de sesión será muy recordada por varios momentos.

Dos mojadas de oreja –llevando el dedo hasta el tímpano– clavó el presidente Macri. La primera fue la crítica de la gestión de CFK utilizando el legado de su fallecido marido. No le faltó Durán Barba al giro; sobran los votantes macristas que defienden a Néstor y vituperan a Cristina. Macri buscó ancla en ellos y lanzó “Hace 13 años en este Congreso el presidente Néstor Kirchner habló de la importancia de los superávits gemelos. Eso después fue dejado de lado”. Pero mucho más profundo llegó en otro tema, más delicado

Las ausencias son atronadoras. Falta “cívico” antes de militar. Falta “terrorismo de Estado” en lugar de “violencia institucional”. Y en “violencia política”… ¿qué otra cosa se estaría colando?

El diputado Larroque apunta al presidente.

La bancada del Frente para la Victoria, por su parte, obró cual Luis Zamora cuando George Bush (padre) visitó la Argentina. Carteles pidiendo por la liberación de Milagro Sala, por los despedidos y por la disparada de precios a raíz de la devaluación, tapizaban las bancadas del recinto. Abuchearon e interrumpieron repetidamente el discurso –una costumbre que antes tenía a Patricia Bullrich como exponente–, al punto que Gabriela Michetti solicitó orden y Macri aprovechó para colar un “Señores, hay que respetar el voto de la democracia”, que generó el primer aplauso de pie de la bancada oficialista.

La venganza llegó rápido con una pifia que advirtió la propia bancada opositora: Macri se equivocó de página y volvió a leer uno de los párrafos iniciales de su discurso.

Adolfo Pérez Esquivel fue prácticamente el único representante del movimiento de Derechos Humanos presente en el acto. Desde uno de los palcos, tuiteó como el ex canciller Héctor Timerman, en su tiempos de adelantado fan de la red social.

La fauna de los palcos es un capítulo aparte. Junto a Pérez Esquivel estuvo el cacique Felix Díaz, quien temprano se sumara a la campaña de la segunda vuelta de Cambiemos. En otro palco estaban juntos Hugo Moyano, Momo Venegas y ¡Alejandro Rozitchner! Martiniano Molina se destacaba en un palco que reunía a figuras del conurbano bonaerense. De nuestro José Corral se veía la cabecita, en la tercera fila del palco que ocupó el embajador de Estados Unidos, Noah Mamet. Desde allí parece que le envió un mensaje a sus pares del Frente Progresista Cívico y Social.

El lenguaje televisivo dio una de las claves del tiempo que ahora se viene. Una y otra vez pusieron en la pantalla a una yunta otrora impensada, más si se recuerdan los tiempos de la 125 y aquella referencia a Judas con la que se interpeló al entonces vicepresidente Julio Cleto Cobos.

Una y otra vez la tele mostró a un dúo de senadores, sentados uno al lado del otro. El opositor Miguel Pichetto y el oficialista Alfredo De Ángeli.

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