Voy por la cuadra de mi casa y escucho que tiembla el piso. Una estampida de rinocerontes, digo, pero en Santa Fe no hay rinocerontes, así que ya sé: son los alumnos de CrossFit, que también andan en manada. Parte de su “entrenamiento no convencional” es salir disparados a dar una vuelta a la manzana, con su ropa deportiva y el brillo de la transpiración que los hace más atléticos.

Al principio, las señoras de mi barrio se ponían en alerta, pensaban que alguien había empezado a dispararle a la gente y ellos estaban escapando. Ahora, todos los miran sin perturbarse.

Hay varios centros de CrossFit, y desde el colectivo vi, más de una vez, a los corredores pasando por una de las funerarias de esta ciudad. Los familiares del muerto cruzan las puertas polarizadas y salen a la vereda para respirar el aire de la vida, con su sufrimiento encima, y se les vienen encima corredores a 40 kilómetros por hora que los esquivan con destreza, abusando de la capacidad de sus pulmones pero livianos.

¿Qué hay detrás del CrossFit? Hay moda, y no está mal, necesitamos las modas para creer que nuestras vidas son diferentes a las que teníamos un par de años atrás, para creer que evolucionamos. Los que antes se sentaban en bicicletas fijas y pedaleaban hasta no sentir las piernas con música tecno de fondo y un profesor eufórico que no paraba de alentarlos –eso era el RPM, que todavía perdura pero con menos adeptos– hoy van a CrossFit. Dejaron las bicis porque son malas para las rodillas y la cintura. Detrás del CrossFit hay también un poco de miedo, miedo a que el cuerpo que tienen se pudra de a poco. A todos nos asusta eso, pero algunos caen en la desesperación y se vuelven adictos a “la paidea berreta de los gimnasios”, como dice un poema de Casas.

Cuando iba a la primaria, tenía un profesor de educación física que llegaba a las clases en una bicicleta de carrera. Esta semana lo googlé y lo vi en fotos recientes: puso un gimnasio, está más viejo pero sigue firme dentro de su conjunto deportivo de rigor. Siempre nos decía lo mismo: los que no hacen actividad física terminan mal. Me acordé de él cuando vi en las noticias a ese señor que murió por un infarto mientras corría en el parque del Sur, o al ciclista que hace dos semanas fue atropellado por una camioneta en la ruta, mientras hacía su rutina diaria de pedaleo. Esto no quiere decir que mi profesor no tenga razón, quiere decir que las técnicas de prevención que preparamos durante años para evitar nuestra propia muerte son un chiste.

Publicada en Pausa #169, jueves 31 de marzo de 2016

6 Comentarios

  1. no quiero ser exagerado... eso podría ser el inicio pero no... la mejor nota q leí en mucho tiempo ... mucho son años y varios ... varios son más de 15 seguro ... genialidad !

  2. No entiendo como se puede hablar mal de la actividad física por accidentes de casos aislados. A cuánta gente entrenar lo salva de la depresión y lo hace pensar en otra cosa que no sea el laburo, ni hablar de las relaciones sociales que genera. Muy bando la nota. Las demás noticias son buenas.

  3. No entiendo como se puede hablar mal de la actividad física por accidentes de casos aislados. A cuánta gente entrenar lo salva de la depresión y lo hace pensar en otra cosa que no sea el laburo, ni hablar de las relaciones sociales que genera. Muy bando la nota. Las demás noticias son buenas..

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