Ser lector es ser voyeur

28 de diciembre.¡Plenaria! Buscar otras opciones de vida. ¿Viajar? Escribí y recuadré junto a las anotaciones de la reunión, la última vez que estuve acá. Al otro día huí para acampar en el mar con un auto a GNC, el mismo que se comió todos lo pozos para llegar hoy a la escuela y todo el año pasado. ¿Sirven para algo esas reuniones? Suelo ser media mala para esquivarlos, pero acá no queda otra, hay que elegir con cuidado cuál pozo pisar y tener especial atención en los perros que duermen en la calzada y los chicos que se cruzan jugando. Acá la vereda es la calle, la calle es el barrio, los autos que se manejen.

Sentada en la sala de profesores, me sumerjo en una novela de Julián López, sigo de alguna forma viajando. Un nene escribe desde el recuerdo, escribe de su madre, de las confiterías porteñas, habla como grande pero como nene, mira y admira a su mamá. Como una pantalla luminosa que obliga a fijar los ojos una muchacha muy bella de los setenta es el centro del relato. Una muchacha con un hijo, polleras de tweed, algún secreto y un tesoro: su biblioteca.

Cumplo horario a principios de febrero en una escuela vacía. ¿Tiene sentido? En la mesa esperan el mate y la planilla de firmas por si viene alguien. Somos las porteras, un par de chicos que corren en la galería y yo que me pregunto qué sentido tiene. ¿Qué sentido tengo yo en esto? Vuelvo al libro para no darme manija tan a principio de año: el niño con trajecito celeste mira a la muchacha muy bella. Concentrado aún más, la espía y le fascina y le da celos ver a su madre íntima, absorta frente a su objeto de deseo, un libro. Muchos libros que pasan de la biblioteca a la mesita de luz y luego a su madre que los engulle. Mucho más adelante se volverán, por desplazamiento o misterio, la herencia simbólica del hijo.

Levanto la vista, uno de los nenes que corría ahora está asomado a la puerta, no sé cuánto hace que está ahí sonriendo, mirándome. Me saluda, me dice seño y me enternece (estoy tan acostumbra al profe), intercambiamos algunas palabras y al ratito no más se acerca otro más petiso y lo arrastra de vuelta al juego. ¿Qué sentido tiene? La situación se repite una vez más casi idénticamente, salvo que esta vez me piden una gomita, no comprendo a qué se refieren, entonces el enano con entusiasmo crea una gomera invisible entre sus dedos y despeja toda ambigüedad, al decirles que no tengo, vuelve a correr y tironea al más grande que esta vez se va retando al más chico por ser tan apurado y sacarlo tan rápido de ahí, de acá donde estoy yo cumpliendo horario leyendo un libro.

Lo cierro, suspendo el deseo (esa pantalla luminosa) y me quedo con la luz de esos ojos mirándome. ¿Se habrá preguntado qué sentido tiene para la seño leer?

Levanto la vista, arriba del armario hay muchas cajas apiladas con cinta de embalar marrón (¿existirá algo mas feo que esa cinta?) y rótulos: de texto, poesía, novelas, cuentos. ¿Qué sentido tiene atraer a los pibes a la lectura? A uno aunque sea. El año pasado no nos dio el tiempo –extra– para terminar de clasificar, llegaron un montón de libros hermosos. ¿Habrá pensado cómo hace ésta para terminar un libro tan largo? ¿O la cuestión de la extensión se convierte en preocupación y obstáculo cuando se llega a grande sin haber leído tanto, sin apropiarse el deseo? ¿Se preguntará el Ministerio qué sentido tiene? Privar de bibliotecarios y bibliotecas a una escuela pobre.

3 Comentarios

  1. Interrogantes compartidos. Me gustó la analogía, tal vez impensada, de los baches y las plenarias. ¿Cómo aprender a esquivarlas? No nos estarán destartalando la estructura misma de nuestro andamiaje social, nuestro chasis mental? Todo esto y mucho más en la próxima entrega de... Losdelengua!!!!! Más abrazos!

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