Cercenar

Taquicardia dos minutos antes de salir a tomar los exámenes de la tarde. ¿Taquicardia?

¿Porqué no me dijiste que no entendías, estuviste dos horas con el texto y ahora me decís? ¿Qué tengo que pensar, que no sabés leer? Algunos colegas, muchos colegas suenan así a veces ¿A mí también se me activa el modo ortiba?

Kevin tiene diecinueve, está a punto de pasar a quinto de la secundaria, trabaja en una panadería porque ya era tarde y su familia lo mandó a ganarse el pan; y así nomás, en mitad de cuarto año empezó a laburar tarde, de noche.

¡Ya es tarde nos tenemos que ir! ¿Y ahora, ahora me decís que no entendés? ¿Qué estuvimos haciendo acá, perdiendo tiempo?

Taquicardia, se me hace tarde, ya entro a la escuela otra vez, algo de mí no quiere ir, pero me acuerdo que soy la profe y se me pasa.

No dejo de pensar que esta mañana Kevin estuvo sentado frente a cuatro páginas impresas en una tipografía fea y sin márgenes, un cuento, ¡un cuento de cuatro hojas para un examen! Un cuento horrible. Se había bloqueado en la última pregunta: el resumen del argumento. No entiendo, nos dijo. Yo tampoco. Y ahora tengo que volver a sentarme para constituir un tribunal. Taquicardia.

El relato que le dieron a Kevin trata sobre una maestra que mata al asesino de su hijo como treinta años después del primer crimen. El cuento va y viene de un tiempo a otro, empieza por el final cronológico y como un rulo hace retrospectiva y vuelve cuatro páginas después al hecho principal: la venganza de la madre/maestra. Justicia, nombró a ese acto mi colega. Taquicardia.

La lectura que Kevin hizo del relato era diferente y era propia. Para él la maestra se la pasaba matando gente. En el final, en el medio y en el principio. Nada mal, todo un thriller.

No leer nada que aporte al discurso pedagógico en esa escritura/lectura de Kevin es ser medio gil o no querer darse por enterado. ¿Concebir la evaluación como un ejercicio de poder y autoridad, o como una práctica posibilitadora y habilitante? Entre un examen matador y un examen facilongo hay una gama de matices interesantes que no vale negar bajo la conocida y cristalizada premisa “Yo no les regalo nada”. Yo tampoco entiendo, Kevin.

Es un cuento horrible para un examen, para leerlo solo, sin diccionario y tener que definir ante tres profesores en tiempo de alargue, un cuento de un autor de medio pelo pero que vende. Me compadezco. ¿Qué es una enramada?, Pregunta Kevin. ¿Qué es devanar? ¿Qué es cercenar? ¿Qué es un mango? Una banana, le respondieron. Nooo, se río, La banana es un plátano, me parece que el mango es redondito y más rojo. ¿Roja y afuera? Esperanos afuera, Kevin.

Se las hago corta, si no aprobaba repetía, metió tres preguntas de cuatro, y se trabó en la última, leyó el cuento, repuso como pudo el contexto y aún así el relato lo dejó afuera, pero no tanto. Gol, Kevin, ¡gol! Más vale que el año que viene te pongas las pilas, advirtieron.

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