¿Tu gracia?

¿Por qué me llamo Luzmila? Escribió un día que estábamos jugando a hacer preguntas raras, sin respuestas, tontas, incisivas o quien sabe qué. Tiene puesta una remera naranja chillón, en el frente puede leerse Recuerdo de Villa Carlos Paz, y atrás “LU MILA”, en el espacio vacío se trasluce la ausencia de una “D” despegada de la estampa. Siempre que hace un poco de calor se la pone para venir a la vecinal en el horario del taller, casi que no puedo imaginar a esa nena con otra ropa. Es un regalo equívoco de su abuela, Luzzzzmila me llamo, corrige cuando alguien se confunde y opta por una opción más conocida o fácil de nombrarla o simplemente mirando su remera no lee la falta.

Uno de los jueves a la siesta en que iba pedaleando con una mochila de mochilero cargada de útiles para el taller escuché que me gritaron LARISASINCÉ. Era el Fede que pasaba en moto, un alumno del Eempa. Me maté de risa y a la vez me dio un poco de vergüenza, no su grito, sino el fuera de escena. El Fede me había apodado así de largo, con nombre y epíteto Larisa, sin "c" –expresión que utilizo cuando me presento para corregir todos los Clarisa que me largan. Le levanté la mano e inmediatamente imaginándome desde fuera de mí, me miré: tenía un pullover jujeño, los rulos revueltos por el viento, los cachetes colorados y un caparazón lleno de tubos de cartón, afiches y lanitas que se asomaban ridículamente.

¿Hay algo más tonto en la vida que llamarse Pablo Neruda? releí en El libro de las preguntas, libro póstumo del escritor chileno donde todos los versos interrogan, y me cayó cuatro veces más la ficha con la pregunta de Luzmila.

Ni bien lo vi al Fede al otro día en la nocturna le conté para excusarme (vaya a saber de qué) que justo estaba volviendo del taller y blablabla. Hacía poco había empezado a dar clases de corrido, y dejar de salpicar de una escuela a otra en reemplazos de uno y dos días, algo me pasó ahí, me comí el viaje. El viaje de ser la vieja de Lengua y Literatura. Como si eso respondiera de antemano a alguna cosa, a una vestimenta, a una forma de hacer, a una única metodología, y me subí al tren de laburar mucho y pensar como el dispositivo escolar parecía decirme (o yo parecía escuchar) que lo haga. En ese encuentro tan naif con un alumno fuera del aula algo de a poco se empezó a mover, y comencé a darme cuenta que mi forma, y por lo tanto yo, quizás estaba más en ese caparazón ridículo que en otro lado, más en la L que en la C, y en la caja de herramientas de taller que escondía cuando iba a la escuela.

Dos años más tarde me crucé con una alumna de la misma promoción del Fede, en ese momento la emoción de verla feliz demoró mi trayecto mental para encontrarme con su nombre, pero no hizo falta lo tenía bordado en el bolsillo de un guardapolvo verde claro. Paz era fuerte y, si bien lo sospechaba, ese día me quedó clarísimo, había encontrado su nombre y se había vuelto a armar, también sin erre.

Una de las escuelas donde trabajo no tiene nombre, tiene número, y eso habilita a que la llamen igual que a la escuela primaria con la que comparte edificio. Los pibes tienen nombres y formas propias de nombrar y ser nombrados pero a fin de trimestre hay que encajarlos en la planilla y calificarlos con una de diez posibilidades. Esa escuela mientras espera su nombre, y espera que le terminen las aulas –después de dar por terminada la obra varios años atrás–, y que pase el basurero con las bolsas apiladas en la calle, y que venga el atmosférico a vaciar el pozo negro porque otra vez rebalsó, y que saquen ese cable que cuelga en la puerta; anda. Ester escribe poemas sin parar, Rosi y Jorge y Brisa están haciendo caligramas, Maxi dibuja, y Norma piensa qué escribir, qué dibujar, Sol se mueve para vender tortas y organizar la recepción, Martín y Lauti hoy están con un trabajo pero siguen escribiendo y rapeando, y Hugo, que también faltó, me dijo la otra vez que los versos alejandrinos son cuatro cuartos y me dejó muda. Y allá está el Javi, que terminó el año pasado, con una carpeta llena de apuntes, viene a charlar con Sergio o con el Seba cuando le queda alguna duda con las materias del profesorado de Historia. Se animó, es de los primeros en seguir estudiando después de la escuela y marca camino en su familia.

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