El tercer mes

Foto: Agustín Marcarian.

Marzo es el mes del fin del verano y el principio del otoño, mes amable que, en el calendario del trabajador, fija también el final de las vacaciones y el regreso a las tareas de las escuelas.

Miro al extranjero que no entiende del todo este discurrir acerca de un tiempo que, en su tierra, es verdor resplandeciente que se acerca junto con el primer estremecimiento del verano próximo, hasta que, por sus ojos, veo que accede al conocimiento ligero que le propongo.  Allá en el norte empezará la primavera.

En estas tierras, le explico, esta vez arrancó marzo con la gente en las calles. Maestros y maestras un día, organizados desde el descontento salarial contra un gobierno insensible y parco con los dineros que prefiere dárselos a los más ricos, porque es un gobierno de ricos. Trabajadores reunidos otro día, tras la sigla que varios sindicatos respetan, prometiendo una huelga que no ha terminado de definirse. Y luego, el día 8, las mujeres, algunas tumultuosas y otras más calmadas, pero de a miles, ganaron las calles para protestar contra una civilización patriarcal que nos hace objeto de mil vejaciones, humillaciones y crímenes, que día a día nos atormentan desde las noticias de los diarios y de la televisión.

Hay algo vigoroso y un matiz oscuro en este salir agrupados en los reclamos. Cuando la gente se junta, y siente al lado el calor del otro similar, algo nuevo aparece que no es la suma de cada uno, sino algo distinto. Según la perspectiva que se tenga, ya será un amontonamiento, una masa informe que tiene una sola respiración y una sola voz, ya será un acontecimiento donde la diversidad y la multiplicidad corren en la misma dirección. Respecto del 8M, Penteo dirá que las mujeres abandonan a sus casas y a sus labores para desmelenarse en los bosques buscando los placeres del desenfreno y la lujuria. Todo con “el pretexto de ser ménades rituales”. Pero para Dionisos, no harán otra cosa que seguirlo, después de embriagarse con la dulzura del jugo de las uvas, a él, “un mozo encantador de las tierras de Lidia, que se gloria de sus perfumados rizos rubios, en los ojos llevando las gracias de Afrodita, que los días y las noches se pasa organizando fiestas con las jóvenes”.

Así que, le dije al amigo de Alemania, un muchacho con una bandera papal frente a una iglesia, debió haber temido ser destrozado por femeninas manos, como le ocurrió al rey de Tebas, cuando, según algunos dicen, sólo se salvó porque la policía estaba ahí, en realidad, custodiándolo.

En todo caso, cuando este pueblo, que tiene mucha paciencia, a veces se harta y se cansa y se hastía, reúne fuerzas y se echa a andar.

No ha terminado el mes y no han terminado ni las protestas ni la celebración. El luctuoso suceso que se produjo durante otra fiesta, la que reúne a los ricoteros, que fueron a Olavarría a honrar a su músico preferido y a ellos mismos, envolvió en un manto negro toda la anterior semana de lucha. Y, al revés que en otros lugares, donde la muerte merece el silencio y el recogimiento, entre nosotros no ha cesado de haber un parloteo incesante e infame, que en el mismo movimiento, descarta y desprecia a todo un pueblo peleando por sí mismo bajo el pretexto de respetar la vida.

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