Por fin volvió a rodar el balón y en Santa Fe se palpita un nuevo clásico.

En un país que apenas pasa los 200 años de vida, el fútbol tiene más de la mitad de ese tiempo inyectándonos pasión. Desde los tiempos ferroviarios, donde ingleses y criollos obreros construían una infraestructura de rieles para proyectar una nación pujante, la gringada y los criollos se divertían creando clubes al costado de las vías. El sentido social de aquella vida del hombre tomaba fuerza en torno a esos proyectos que giraban alrededor de una pelota. Así, muchos ingleses fueron desparramando las reglas de este deporte, el entusiasmo y el armado de equipos de fútbol, compuestos por trabajadores, que pronto se convertirían en clubes.

La historia del fútbol en nuestro país se la puede bucear hasta las profundidades del nacimiento de Quilmes en 1887 o en nuestra provincia, en 1889, cuando los trabajadores del Ferro Carril Central Argentino decidieron fundar el “Central Argentine Railway Atlhetic Club”, más tarde conocido como Rosario Central.

El desarrollo de un país, la política en su espíritu más ideológico, los trabajadores y las empresas pueden encontrarse en la historia del fútbol, y en ese encuentro, en esa trama se puede hallar la respuesta del por qué los argentinos queremos tanto al fútbol. Y esta pregunta toma mayor relieve en este verano que se despide, porque todos lo esperábamos en febrero, pero Chiqui (un tal Tapia, que no es el Chino), Sergio (el ex futbolista que cada tanto se acuerda de los futbolistas), Marcelo (el poderoso de la tele), el Tano (el empleado que tiene el presidente en Boca y en muchos juzgados porteños), Armando (un Pérez que no encontras en la guía), Mauricio (el empresario que tiene su oficina en Balcarce 50, CABA) y otros muchachos armaron un quilombo tan grande que postergó por un mes el regreso del fútbol. La promesa de campaña de continuar con el Fútbol Para Todos también se convirtió en otra mentira del “cambio”, lo cierto es que una empresa (todavía no se sabe cuál será) invertirá en un enorme negocio para que vos le des ganancia (mucha) con los partidos que vas a tener que pagar para ver, además de la cuota mensual de cable que abonás.

Vamos a pagar más para ver el fútbol (increíblemente muchos no reniegan de la vuelta al codificado). Vemos como transan, avanzan, retroceden y se vuelven a arrodillar ante el Estado-empresa. La AFA, manejada por una comisión normalizadora designada por la FIFA y muy afín a Macri, negoció hasta hace pocos días la venta de los derechos a la sociedad Fox-Turner, a ESPN o a la española Mediapro. La economía más abierta impulsada por el nuevo gobierno facilitó también el arribo de balones fabricados en China a un costo tres veces menor. Bell Ville, la ciudad cordobesa declarada por el Congreso como “Capital nacional de la pelota”, despidió empleados. El cambio de rumbo económico no está dando los resultados esperados. Tampoco dio resultado el bloqueo que le metió el presidente Mauricio para que la AFA sufra una severa reforma, todos los tiros le salieron por la culata al máximo representante de la derecha argenta. Pues no quedó otra que poner dinero, aquietar las aguas futboleras y empezar a revertir un febrero adverso y un marzo que empezó peor. Pero más allá de todo esto, el amor al fútbol nunca muere.

Ese amor está intacto cuando nos damos cuenta que son millones de argentinos los que se sientan a ver a Lionel Messi en la goleada 5-0 de Barcelona ante Celta. Y al otro día aplauden los goles de Mauro Icardi y Ever Banega en el Inter, en una liga italiana en la que manda la Juventus de Gonzalo Higuaín y Paulo Dybala. Y si no alcanza con la liga española e italiana, el argento consume goles de Sergio “Kun” Aguero en Manchester City en la Premier League inglesa. Pero como el capitalismo no reconoce frontera (y el fútbol es parte), ahora también hay fútbol chico, juega Carlos Tevez, hace un gol en el debut y mete dos asistencias. Y si de capitalismo hablamos, en la MLS de Estados Unidos Diego Valeri (el que la rompía en Lanús) marcó dos goles en el debut de Portland Timbers. Son casi dos mil los jugadores argentinos en el exterior –se podrían armar más de 150 equipos–, además de decenas de entrenadores en ligas y selecciones extranjeras. Por todo esto podemos seguir mamando de la teta futbolera con la que crecimos, pero el alimento del amor al fútbol nos llega a chorros cuando desde Barcelona (6 a 1 al PSG) hay un rosarino que nos hace creer en milagros terrenales y que el fútbol sigue siendo una hermosa recreación para el alma.

Volvió nuestro querido  fútbol, más remendado que antes y con más buitres carroñeros que lo sobrevuelan. Volvió nuestro fútbol, el de los delincuentes atrás de los arcos que nos agigantan la pasión con sus bombos, cánticos y banderas. Volvió nuestro fútbol, el que sigue exportando jugadores para que las ligas europeas ganen millones y millones con ellos. Volvió nuestro fútbol, el que tiene al exitismo como bandera y se cree superior por los colores de una camiseta. Volvió nuestro fútbol, el de las discusiones acaloradas protagonizadas por periodistas arrodillados al show ordinario. Volvió nuestro fútbol con algunos visitantes, con los de Lanús en la cancha de Racing, y con los de Boca en la de Banfield, en una tribuna que reventaba. Tan grande fue el primer grito de gol (Darío Benedetto) que una avalancha terminó con diez hinchas heridos. Como no murió nadie, los millones de panelistas que habitan este país no salieron a dar cátedra de cómo organizar un espectáculo y prevenir muertes evitables. Volvió nuestro fútbol, caótico, desorganizado, en bancarrota, pero sacando chapa de guapo, porque si algo le sobra a este fútbol, es la despreciable cultura del aguante. Volvió, lo puteamos, nos puteamos, lo gritamos, lo sufrimos y siempre caemos en ese off side inevitable que es el amor a un deporte sucio, romántico, calculador, pasional, agresivo y densamente emotivo como ninguno.

En esta vuelta del fútbol, Pausa retorna a las canchas con un nuevo clásico santafesino. Ya tenemos un nuevo Unión–Colón a la vuelta de la esquina, el plato más fuerte para los famélicos futboleros santafesinos.

Ya está, la pelota nos pasa por arriba otra vez, y aunque a veces juegue para ellos y tape los problemas en los que nos están sumergiendo, te decimos una vez más bienvenido fútbol, te extrañamos. Te queremos igual, así como estas, herido y maltratado, porque vos sos nuestro reflejo, aunque nos duela admitirlo. Siempre seremos de fútbol, siempre.

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