Cumbia Sur: de las aulas de barrio Centenario a los bailes populares.

A principio de los 2000 las clases de música de la escuela Mariano Quiroga no daban lo mismo. Por ejemplo para Nahuel, que ni dudó cuando le dieron a elegir entre las teclas y las cuerdas: hoy saca de oído los solos de esas canciones de las que es fanático. Bebi acerca su celular al micro de la voz, el suyo, y le hace escuchar a Nahuel para que no se le escape ninguna nota. Así como ahora están en una sala de ensayo preparando la presentación de su primer disco, así estuvieron hace varios años enfrente de todos sus compañeros del grado: “Yo iba a la escuela con Nahuel y una vez en un acto a él le hicieron tocar el teclado y a mí a cantar un tema, que lo había elegido la profe de música, “Fantasma”, de Árbol. Tenía 12 años y ahí me di cuenta de que yo era feliz cantando”, cuenta Bebi como si hubiese pasado la semana pasada. Leo lo mira de reojo, casi como si estuviera esperando a que se equivoque en la anécdota, porque él también está mirando ese momento, también se lo acuerda tal cual. Las cosas que les pasan a los amigos las tenemos presentes como que también nos pasaron a nosotros. Leo toca las tumbas. Aunque primero probó con la guitarra, siempre supo que no era su instrumento pero que había otro que sí: “Igual las tumbas me las compré después, yo arranqué con un bongó nomás, pero porque la banda no la armamos, se fue dando. Nos juntábamos a comer en la casa de alguno y cada uno siempre tenía su instrumento y nos poníamos a cantar ahí nomás”.

Centenario es uno de esos barrios en los que a los pibes les gusta estar más afuera que adentro. Las esquinas, los bancos de las plazas, los pasillos y cada árbol son como una parte más de casa. Los vecinos no solamente son de vivienda, también son de recuerdos, de sentimientos, sueños, de gustos. Tanto pesan estas cosas en las vidas que hasta el nombre que eligieron los Cumbia Sur para identificarse, tiene que ver directamente con esto: “El barrio es nuestra vida. Cuando tocamos ahí es otra cosa, son los primeros que nos hacen el aguante. Siempre tuvimos claro que a los primeros a los que teníamos que ganarnos era a la gente del barrio. Ya ni nos llaman ‘Leo’, ‘Bebi’ ni nada, somos ‘Eh, Cumbia Sur’” cuenta Leo un rato después de haber terminado de ensayar.

También la cumbia, el rock y el rap son lugares de encuentro para ellos: “Siempre fuimos de la cumbia, de Cali viejo, pero también nos ceba el rock: Viejas Locas, Callejeros, los Redondos. Para mí el Indio tiene un manejo de las palabras que me vuela la cabeza, como un español que digo que es el mejor rapero del mundo, Nach Scratch”, señala el cantante. Pero también la música disco, hasta el grunge. En sus tres años y medio tocando formalmente hicieron sonar sus versiones de “Stayin Alive” de Bee Gees (“Fiebre de cumbia”), también algo de Nirvana y del Piti mismo.

Las canciones de su primer disco tienen un poco de todo eso que confiesan que ha sido importante para ellos. Las cumbias clásicas, la oportunidad de rescatar un riff rockero o el swing de los 70, canciones con palabras que no zarpan a nadie sino que agitan para festejar, no se andan con muchas vueltas. Confían en sus instrumentos y en cómo suenan juntos y así les va bien. Las plazas, los centros culturales barriales, los bailes en clubes o vecinales, en marzo tocaron en el penal de mujeres, esos escenarios son los que les quedan más cómodos, donde sus temas no son un accesorio o una excusa para lucrar.

La presencia del bajo (“Iván tocaba rock con otros pibes amigos pero nos acoplamos al toque”) le da una forma clara a las estructuras en las que juegan las tumbas, el güiro que está a cargo de Súper y el timbal de Germán. Las percusiones son las encargadas de inflar los temas, el teclado los detalla con arreglos, intros y solos. Al frente, Bebi canta y mantiene la onda allá arriba. Para el último tema del disco (“Yo sabía”), contaron con el aguante de un músico de la movida, Juanjo Piedrabuena, ex cantante de La Borrachita y Grupo Alegría.

Igual, da la impresión de que si los instrumentos hubieran sido otros la química seguiría estando, porque no solamente se conocen mucho, sino que también se dieron cuenta de que la música merece un trabajo de equipo: “Al principio como que nos dedicábamos a pasarla bien, pero cuando pasó el tiempo nos lo fuimos tomando con más seriedad. Después del primer show en Club Sargento Cabral tuvimos un accidente en la bajadita de Circunvalación y ahí nos cambió la bocha. Así primero activamos con el tema de comprar buenos instrumentos y después con ensayar mucho. Llegamos al punto de que ensayábamos cinco días por semana, entonces cuando llegamos a grabar el disco grabamos cinco instrumentos el primer día. Al vago del estudio lo dejamos chocho, no se esperaba que llegáramos tan listos”, dicen del primero de sus discos, Llegó Cumbia Sur, que grabaron en Santa Fe Recording.

La cumbia en Santa Fe es parte del sistema emocional de la gente y cuando se hace con los amigos, ni se compara: “El mejor momento es, arriba del escenario, mirar alrededor y que estén los pibes conmigo tirando para el mismo lado, que estén mis amigos que los quiero una banda, me motiva a ponerme las pilas”, dice Bebi riéndose y volviendo a verse haciendo lo que más le gusta, con quienes más quiere.

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