“Noches alucinantes en que hasta las bestias duermen inquietas”

Doña Bárbara

Cecilio toma agua tibia. Pasa la noche en el río, pescando. Cecilio es chileno, llegó hace dos años, con una guitarra y ropa de artista. Pasa la noche y no pesca nada, el agua del río le parece rara, demasiado quieta.

Don Cheto arma una moto, poco a poco, desde hace mucho. Un incendio de madrugada la quemó parte a parte y toda junta en unos 10 minutos. Primero se infló una llama gigante que desde abajo se levantó sobre el asiento, después esa llama puntiaguda se dividió en dos grandes brazos que se agitaban como haciendo una señal de auxilio, después la moto se cayó, la llama se encogió y parecía un enano haciendo pogo. Don Cheto llegó cuando la llama se abría en dos brazos pero no se inmutó. Cuando la moto se desplomó, Don Cheto no dijo nada y se fue a comprar balas.

El Tuca también se fue pero al teléfono público a llamar al fijo de su padrasto muerto. Muy cada tanto, no sabe por qué, llama y escucha la voz del padrastro muerto en el contestador, la misma voz que cuando estaba de buenas lo llamaba Marco, porque decía que Mirko no era un nombre serio. El Tuca hace muchas cosas en secreto que no sabe por qué, pero esta vez no fue. Los otros tampoco.

El Chiqui se despertó antes del incendio porque escuchó un ruido de algo caminando entre los yuyos, enseguida y con entusiasmo descubrió que era un pollo. Se acercó sigiloso y cuando estaba por agarrarlo el pollo giró la cabeza y lo miró, entonces el Chiqui sintió terror y repugnancia ante esa mirada de pollo. Se le ocurrió que se había escapado de un criadero o de una fábrica y que ya no era un animal, sino otra cosa. El pollo giró, se le puso de frente y lo miró, quieto. El Chiqui dio media vuelta y volvió a la carpa pero ya no durmió.

Cecilio toma agua tibia, en un termo. Cecilio vio cuando empezó el incendio y corrió con su termo y su agua tibia pero en el camino lo picó una víbora. El Flaco escuchó los gritos y le puso barro con meada. Cecilio renguea. Cecilio no vio la víbora. Tampoco sabe quién encendió el fuego que quemó la moto ni por qué el cantante de ópera está desde la noche apostado en una trinchera, vestido de fajina, encañonando al cielo con una escopeta. Otra cosa que no entiende Cecilio es por qué el Flaco meó la tierra en vez de mojarla con el agua tibia del termo, pero a esta altura eso es lo de menos. Cecilio renguea y advierte que un pollo lo sigue.

 

 

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