—Buenas, ¿cómo anda?

—Muy bien, no le cuento para no darle envidia…

—Yo sin embargo tengo como ganas de hacer pero noto una profunda y comprensible falta de entusiasmo, de la cual obviamente formo parte.

—Podríamos decir que está mejor que Venezuela y peor que Suecia.

—Mire, para ser preciso, Noruega es el país más feliz del mundo y la República Centroafricana es la más infeliz, al menos eso dicen los índices.

—Deberíamos ser como Noruega, ellos sí que saben bien lo que quieren. Estuvimos ahí de ser Venezuela, menos mal que no ganó la Eterna.

—Córtela con el discursito de Venezuela se lo pido por favor… Es más, si quiere, se lo pido por el Dios del Vaticano, por San Expedito y por las festicholas que arman…

—Yo, para ser feliz, leo a Pilar Sordo, no me pierdo ninguna entrevista de Gabriel Rolón, entiendo que el sexo es sólo para reproducir la especie, hago los ejercicios de neurociencias que propone Facundo Manes para salir de la resiliencia, me indigno con la realidad viendo Todo Noticias y recito todas las mañanas el preámbulo de la Constitución…

—¿El preámbulo de la Constitución?

—Sí, es muy bueno para todo…

—¿Para qué?

—Para controlar la eyaculación precoz por ejemplo…

—No entiendo, disculpe pero me cuesta seguirlo. Entiendo lo de Rolón, comprendo lo de Manes, lo de Venezuela cae de maduro y lo de TN es una obviedad… ¿pero lo del preámbulo?

—Es simple: Occidente confunde orgasmo con eyaculación… es una pérdida de energía innecesaria. Por desgracia, no todos los hombres pueden controlar la estimulación de su pene y eyacular después de lograr un cierto nivel de satisfacción. Es probable que cuando esté a punto de llegar al orgasmo entre en pánico. Ahí es el momento de alejar de tu cabeza pensamientos como “no puedo aguantar”, “qué pensará mi pareja”, “¿dónde está el osito?”, “siempre todo, nunca nada” u “otra vez la misma historia”. Esto no ayuda, porque aumenta el estrés, las pulsaciones, y así es más difícil controlar el cuerpo. Es ese el momento, hay que tratar de buscar las palabras o las imágenes que tranquilicen y centrarse en ellas.

—Sí, todo bien… hasta acá parece un consejo de revista Cosmopolitan… pero ¿y el preámbulo qué utilidad tiene en esa situación?

—En el punto culmine yo internamente recito “Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino, invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución para la Nación Argentina”.

—Usted no está bien, ¿a viva voz lo recita?

—No, por Dios… internamente. El amor no es entre dos individuos. Es un congreso general, constituyente.

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