Rick y Morty, la serie de dibujos animados más flashera que se hizo hasta ahora estrenó ayer su tercera temporada, después de dos años de espera.
Un científico alcohólico con una pistola para abrir portales espaciales y su nieto con algún grado de complicación mental son los protagonistas de Rick y Morty, una versión libre y en dibujitos de los protagonistas de Volver al futuro, el Doc Brown y Marty McFly. Con ese guiño a una película imprescindible de la ciencia ficción, es facilísimo pegar onda con este par que anda por universos paralelos y dimensiones surrealistas en las que se las tienen que ver con policía intergaláctica, guerras raciales por tener tal o cuál tipo de pezones, la destrucción del planeta y hasta su propia muerte.
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Metiéndose en los sueños de Scary Terry (su propio Freddy Krueger) pero más tirando a lo que hace Di Caprio en El origen para que a Morty le pongan 10 en matemática, mirando televisión interdimensional mientras hacen tiempo en un hospital alienígena o paseando por el planeta donde las ardillas viven en el culo de la gente, los límites de Rick y Morty son tan elásticos que en un mismo capítulo te bardean las relaciones humanas, la cultura occidental, las películas de Rápido y furioso y hasta te matan a Los Simpsons.
Los capítulos nuevos se estrenan los domingos a las 23.30 por Adult Swim que por ahora no los está habilitando en Netflix, que sí tiene las temporadas anteriores completas. En el final de la segunda temporada, Rick se entregó a las autoridades intergalácticas para que el resto de la familia pudiese volver al planeta, pero parece que todo salió bien, porque en los adelantos de lo nuevo ya lo vemos haciendo quilombo a lo Mad Max.
