He visto la muerte regresar.

Vestida de civil

ocultando ser policía,

guarecida de gendarme

agrediendo lo que debe custodiar,

disfrazada de periodista

que miente con descaro,

trajeada de opinión

alejada de los hechos,

adornada de cinismo

por miedo a las ideas,

cubierta de republicanismo

que cercena libertades,

deslucida de principios

que velan un odio prestablecido

en los tradicionales púlpitos

de los macarras de la moral.

De tan vestida

la muerte

se pasea desnuda.

Triste figura.

Huele a plomo y azufre.

No lo disimula.

Se sabe poderosa,

cebada e impune.

Manipuladora de prejuicios

crece en la ignorancia,

negando evidencias

expone a la brutalidad,

agitando euforias

de armas empuñar,

recreando demonios

allí donde nadie es ángel,

perfilando su silueta entre escudos y bastones,

“fanfarreando” en su andar.

Angustia verla acompañada

y de la mano de afectos perdidos.

Tendremos que aprender

un nuevo modo de amar.

Aprendices y pedagogos

deberemos ser en este nuevo intento.

Nunca nadie pudo decirle a otro

lo que no quiere escuchar.

La muerte pavonea su sordera

aturdiendo con cínicos estiletazos del lenguaje

oídos huecos,

perforados de odio,

anestesiados de silencios

por temor a la esencia

que anida en toda mentira por superar.

¿¡Qué si no, acaso, es una verdad!?

Si viene por mí,

díganle que no la elijo.

Que no doblaré mis rodillas ante ella,

que seguiré en pie.

Que su tristeza no es mi sino.

Que sólo me encontrará

cuando cambie sus ropas

y se despoje de atuendos

que desnudan su miedo a la libertad

y su temor de saber

que al amor no lo vencerá.

Que es un duelo perdido de antemano.

Que no existen victorias allí

donde se miente o silencia

lo que no se pude decir y mirar.

He visto a la muerte regresar.

A todos los que la enarbolan como estandarte,

en paz y amorosamente

(parafraseando al gran Horacio),

les digo:

a mí no me han de llevar.

Y si algún uniformado

(o civil de igual rango)

se le ocurriera llevarme consigo,

sépanlo:

viviré por siempre

en los labios de los vivos

que me nombren.

Como Santiago Maldonado.

Que en forma de pregunta,

respuesta o sentencia,

aquí por siempre presente está.

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