Historia de una banda indie y fogonera.

Por Florencia Huser

Lo que hace Onda Vaga es música que se puede escuchar en muchos momentos: funciona para cuando se está de viaje, en momentos relax, también para un fogón o una fiesta indie. Y es que algo de todo eso hubo en los inicios: sus integrantes se conocieron en Uruguay, más precisamente en Cabo Polonio. En esa oportunidad se fusionaron dos bandas: Nacho Rodríguez y Marcelo Blanco formaban parte de Doris, y Marcos Orellana y Tomás Justo Gaggero de Michael Mike. Con la incorporación de Germán Cohen de Satélite Kingston la banda quedó concretada. Se colaron a fiestas y se presentaron con lo puesto: nada de cables, mucha guitarra criolla y voz. Según ellos no ensayan mucho, y esa espontaneidad les sienta muy bien. Autogestivos, lograron llegar con su música a muchos países de Latinoamérica, Europa y hasta tocaron en un festival en Japón ante más de 100 mil personas. Están influenciados por los Beatles, Manu Chao pero, sobre todo, por los grandes solistas del rock argentino, y algo de eso se ve plasmado en cada una de sus producciones bien hedónicas. Disco tras disco incorporan nuevos instrumentos y sonidos, y así es como el estilo de Onda Vaga cada vez se hace más profesional.

Paranaenses en su mayoría, y varios santafesinos que cruzaron el charco, asistieron el domingo 3 a la última noche de la tan amada Tierra Bomba. Cinco voces haciendo un juego coral, un timbal arriba de la batería que le dio un tono a cumbia, un cajón peruano, unas maracas y dos vientos rompieron en la soledad que inunda un domingo en las calles del centro de Paraná. Emocionados por cerrar el lugar, los Onda Vaga presentaron su último disco, fresquito, de finales del año pasado. Pero no faltaron los clásicos: “Mambeado”, “Parque”, “Ir al baile” y “Cartagena” también hicieron vibrar al público. “Nada dura para siempre, excepto el alma” dijeron antes de despedirse, ante el reclamo de la gente, que siempre pedía un poco más.

Un rato antes del show, una de las voces que conforma la banda, Marcelo Blanco, nos recibió en el hostel en el que se alojaron para contarnos un poco más sobre la banda.

—¿Como fueron los comienzos de Onda Vaga?

—Empezó medio casualmente hace diez años. De alguna manera Nacho y yo ya nos íbamos conectando con Tomi y Marcos. Empezamos a hacer covers de temas de su banda de esa época, y ellos por su lado también prestaban atención a lo que hacíamos nosotros con Doris. En el momento no nos quedó otra que armar una banda, hubiera sido tonto no hacerlo, por una cuestión incluso hasta de conveniencia Era más cómodo hacer una banda y salir a tocar, armar fiestas y tomar gratis, que no hacerlo. Además ya estaba este vínculo que te digo.

—Viajaron por todo el mundo y llevaron su música a muchísimos países, ¿era lo que esperaban cuando empezaron?

—No lo esperábamos pero evidentemente lo deseábamos. Si te gusta la idea de viajar en principio no es tan fácil hacerlo por tu cuenta, y la música es una forma muy copada de conocer distintos lugares y culturas, a través de abrirse, de darse, o de dar algo. Y lo nuestro se dio naturalmente. Al principio no sabíamos ni en pedo que íbamos a lograrlo de esta forma, pero se ve que hay algo en la banda que tiene cierta universalidad, y más allá del idioma, en países como Japón y Alemania nos dan bola.

—A veces varía mucho la cantidad de integrantes en escena respecto de los que graban los discos, ¿cómo funciona esto de versionar los temas?

—En realidad no varía tanto según disco, más bien creció la banda a medida que pasó el tiempo. Tocamos con veinte personas en el escenario ahora en la presentación del último disco en el Gran Rex, pero fue más que nada un capricho. En realidad nuestra idea es lograr que los mismos temas, por más producidos que estén en el álbum, puedan sonar con nosotros cinco solos. Creo que cuanto más logramos esa comunión, mejor salen las canciones. Y después agregamos un bajo, una percusión, y más vientos que completan mejor los sonidos y los arreglos mismos. Ahora somos ocho músicos los que estamos viajando, pero en Buenos Aires cuando tocamos por lo general somos diez.

—¿Cómo es el proceso de composición?

—Generalmente son más bien individuales. A veces se da que hay un par que se juntan y hacen un tema, pero por lo general son individuales. Después hay un proceso de selección de los temas de cada uno: se discute y se hacen votaciones. Pero eso se da cuando decidimos grabar o empezamos a tocar algo nuevo. Por suerte siempre tuvimos material de más, de sobra.

—¿Cómo fue trabajar con Fito Páez y Adrián Dárgelos?

—Estuvo buenísimo, hicimos dos temas: “Gilda” con Fito y “El fantasma” con Dárgelos. Ellos fueron muy dados con nosotros y eso está re bueno. Además siempre fueron referentes para nosotros. Se sintió bien, se sintió cómodo y quedó un vínculo copado.

—A diez años de conformar la banda, si te pregunto por un momento emotivo, ¿cuál es el primero que se te viene a la mente?

—El Luna Park. Fue uno de los lugares más grandes que tocamos invitados por Manu Chao en 2009, para abrir un show de él. Fue rarísimo, tocamos por primera vez con un bajista que después toco un par de veces más, pero había un delay, se escuchaba todo muy raro. Además yo venía de dos días seguidos sin dormir por laburo, y fue como un momento bastante fuerte de la banda. Primero a nivel convocatoria, por lo que armamos, y después por lo que se sintió ahí, esa sensación de gran familia. Mirando un poco para atrás, lo que hicimos siempre fue de corazón y en el fondo es lo que más que importa.

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