Por amor a la cerveza

Nicolás Goméz de festival sirve cerveza. Junto a otras tres marcas, el hacedor de Rapaz Maluco apuesta a un bar propio.

Con la apertura de bares craft, crece la oferta de birra artesanal en la ciudad.

El santafesino que toma porrón tiene mejor entrenamiento en el hígado que en el paladar. El santafesino que toma porrón es más probable que te hable en cajones o en barriles y no en IPAs o trigos. Podríamos tipificar así al santafesino que toma porrón, aunque esta cultura del aguante está empezando a flaquear gracias a que los artesanos de la cerveza se están haciendo notar: “cuando empezamos a hacernos visibles casi que obligamos a las cervezas industriales a diversificarse, a imitar la movida craft, aunque obvio que no podemos competir con ellos comercialmente, solamente somos el 3% del consumo total”, cuenta Nicolás Gómez, que produce la artesanal Rapaz Maluco.

Igual, ya desde mucho antes de que Esteban Bullrrich cayera a hacerse el copado dibujando ¡oh! la fortuna del rubro, la posta es que las marcas chicas la tienen que remar grosso para mantenerse, como viene siendo desde que empezaron a fabricar santafesinidad. El contexto es contraproducente, la costumbre de la gente también: “sin ir más lejos, acá en la ‘tierra de cerveceros’ hace un año había cuatro bares en los que podías sentarte a tomar artesanal. Si bien venimos organizando cosas como fiestas o ferias, también hemos tenido que plantarnos ante tradiciones como la del liso, que es tirado únicamente de marcas industriales. Antes que nada tuvimos que romper esa barrera cultural, por decirle de alguna manera, recién ahora estamos pudiendo dar un paso más allá con este proyecto que va a convertirse en un bar”, dice el cervecero que en unas semanas va a abrir Jackson Bar, en el cruce de las anchas veredas de Chacabuco y Las Heras.

A lo mejor una de las primeras cosas que tendría que incorporar el santafesino que toma porrón sea la de entender que no necesariamente su gracia debe ser dañina para su cuerpo: “aunque en las industrias se respeten estándares de calidad y ese tipo de formalidades, lo más probable es que ese producto no respete cuestiones importantísimas como los tiempos de maduración y fermentación. ¿Viste esas resacas horribles que te agarran después de una noche de birras? Eso es que la bebida terminó fermentando en tu cuerpo. Con las artesanales eso es algo que no te va a pasar, le podés preguntar a cualquiera que nos haya querido comprar un barril, preferimos no vender a enchufarte algo que no está apto para ser tomado”.

Claro que esa convicción romántica también quiere decir que no se trata de pegarla con el negocio, sino de profundizar el vínculo entre la persona y lo que está adentro de su vaso, que transpira y marca la madera: “está bien, no podemos ofrecer exhibidoras, sillas y mesas, pero sí podemos decir cómo fue cada cosa que se hizo desde que se cocinó la cerveza hasta que las cargamos en nuestros autos para entregarla”. En esa misma línea, el principal de Rapaz Maluco junto con compañeros de cervecerías Agosto, Medieval y Yacaré formaron una cooperativa de trabajo en pos de un trabajo horizontal y a través de la cual van a administrar los destinos del craft bar: “esto es producto de una confluencia, todos los que hacemos cerveza tenemos el sueño de poder tener un lugar donde venderla”.

Tanto el porrón como la cumbia y el pescado ostentan la categoría de maravillas santafesinas, por no decir que son derechos, aunque los artesanos de la cerveza tienen la idea de cambiar esto también: “primero que nada que en el bar vamos a vender todas birras no industriales y hechas en Santa Fe, ya instalamos 20 canillas, una para cada variedad, y la cámara de frío; segundo, nosotros entendemos a la cerveza como una bebida popular, un bien al que tenemos que poder acceder muy fácil, así que ese va a ser el carácter de nuestros precios también. Además estamos acondicionando todo para que haya bandas o stand up o el show que se pueda, sin que los artistas tengan que pagar para actuar”.

A barrio Candioti le llegó su primavera de bares hace un tiempo, pasó de residencial con facha italiana a circuito nocturno al que cada vez le cuesta menos sacar sillas a la vereda. La esquina de Jackson Bar promete fresco y mesitas, pero no es la única opción para la artesanal en la ciudad.

Recorrido delicioso

Los pioneros de la movida casi que tienen su público propio: el Brew Pub Estacion Saer, donde se produce y sirve Palo & Hueso, Comillas Brew Bar, donde sale la Comillas, los dos en barrio Candioti, y Cervecería Agosto, en el Mercado Norte.

Luego vienen los bares especializados en birra artesanal, como Chopper’s Beer Club y Wallace Resto Bar & Chopp’s, en la zona de Guadalupe, La Birra es Bella, enfrente de la plaza Pueyrredón, y el Okcidenta Tap Room, en plena recoleta.

Y por último, los lugares donde siempre vas a encontrar artesanal, como Casa Libre, Santo Cielo Gran Bar, Capivara Restó Bar, El Charcutero Bar, Jigger Bar, Falucho Bar, Alto Boulevard, Mahúma Restó Bar, Mitos de Candioti y Korbanot, Ales & Lagers.

¿Cuál pido?

Picada: “Nos gustan mucho las rojas -Irish Red Ale-, que tienen un amargor moderado, un perfil a maltas caramelo o una Amber, que es una versión americana pero con más lúpulo. Resalta el sabor de quesos y fiambres”.

Cena: “Animarse a comer con cervezas negras. Se llevan muy bien con cualquier tipo de carne, papas y ensaladas”.

Postre: “Podría ser una IPA, con mucho lúpulo, marida muy bien con los dulces. Al tratarse de una bebida más potente en alcohol se equilibra muy bien. No te recomiendo empezar con estas, porque al postre no llegás, eh”.

Trasnoche: “Es el momento de pasarse al lado de las cervezas rubias, ya sean las inglesas tipo golden o las americanas”.

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