Foto: Revista Cítrica

Cuando se van estos tipos te da ganas de revisar todo, de sacar las telarañas de ese libro edición 1980 de La Patagonia Rebelde. Mi viejo no tenía muchos libros en la casa de mi infancia, pero tenía el de este viejo hermoso. No sé, no entiendo, mi papá tan UCR y aquel Hipólito Yrigoyen tan responsable de las vidas masacradas en el sur. No importa, allá él y sus contradicciones. Lo cierto es que hoy tengo ganas de sacarle telaraña a todo lo que hace bien, y Bayer hace bien. Hizo bien y nos seguirá haciendo bien, aunque hoy se nos quiebre el alma.

Allá van mis recuerdos, los días adolescentes, cuasi joven, en que leía La Patagonia, un fin de semana largo de mi vida en Puerto Deseado, previo paso por Jaramillo. Las historias de abuelas y abuelos que conocieron a Facón Grande. Ese transitar por la ruta 281, la que une la mítica 3 con ese mar que se transforma en el río Deseado. Allá estaba mi mirada puesta en la nada, en un par de estaciones abandonadas que fueron muy importantes para la zona y por ahí estaba el monumento a Facón, chiquito, pero monumento al fin. Y los recuerdos pasan como una película que transcurre a velocidad de redes sociales, y aparece Puerto San Julián, tan pintoresco y el recuerdo latente de tantas prostitutas valientes. Y que ganas de preguntarle cosas a ese viejo que, como vos, también me hubiese gustado que sea mi abuelo.

En esta parte que me toca, la de escribir sobre deportes y esas cosas en Pausa, hace un rato releí, y quiero compartir con ustedes, una historia mínima de dos tipos que hoy ando extrañando tanto. Aquí va ese lindo rescate que hicieron los amigos de centrofobal.com.

Don Osvaldo Bayer cuenta: «Ésta es grandiosa. Estábamos en una cena en Alemania, me visitó él. Era un domingo, vino y me dijo: “Vos sabés que tengo problemas con mi editor”. Eran las ocho de la noche, hora alemana. “Es un problema con el editor sobre la edición de mi libro ¿me prestás el teléfono para llamar a Buenos Aires?”, me dijo. Sí, sí, le digo, no hay problema. Y fue. El teléfono estaba al lado de donde yo estaba y cerró la puerta. Me resultó bastante raro eso. Entonces, miré el reloj. Él siempre me decía que yo era demasiado alemán, que tenía que argentinizarme. Era para provocarme, claro. Enseguida me digo: ocho hora alemana, menos cuatro… allá son las cuatro de la tarde. Claro, fue a preguntar cómo va San Lorenzo. Me quería meter la mula.

«Bueno, vino todo contento. Se ve que San Lorenzo iba ganando. Una hora después, a las nueve de la noche, yo había preparado la cena y todo, y me dice: “Vos sabés que me olvidé de preguntarle algo al editor” —Soriano era muy buen actor, así como de teatro—. “¿Me permitís hablar de nuevo?”. Sí, sí, cómo no, andá, le dije. Cerró la puerta de nuevo. Habló por teléfono. Para adentro me dije “ahora vas a ver”. Abrió la puerta y vino todo contento y yo lo apunté con el dedo. Bien serio le dije: “Yo no sé cómo vos no tenés vergüenza de ser hincha de un club que tiene el nombre de un cura”. Y vos sabés que se sintió mucho. Supo que fue descubierto. Le tiré: “Me querés vender la mula, yo no soy tan alemán boludo”. Me miró serio y me dijo “andá a la mierda” y se fue a dormir. No cenó y me dejó con toda la cena lista».

«A la mañana siguiente, preparé el desayuno y para que se pusiera contento preparé unas tortillas alemanas. Y no venía. Entonces me puse a tomar el café y de pronto entró todo desgreñado. No me saludó, se puso a tomar el café y de repente me mira con un enorme desprecio y me dice: “Yo no sé cómo vos podés ser hincha de un club que como nombre tiene ese adminículo que las viejas usan para rezar: Rosario Central».

«Se la pensó, eh. Yo no pude menos que pararme y decirle “me ganaste”. Al rato ya se amigó. Habrá pensado toda la noche. Rosario es por la ciudad y no por el adminículo, pero tienen el mismo sonido y las mismas letras».

«Qué genial el tipo. Me mató. Yo le dije me ganaste, le di la mano. Y eso le gustó».

El 24 de diciembre de 1889 nació Rosario Central, por eso hoy, los que queremos a Osvaldo, al Negro Fontanarrosa y al Che, te deseamos un muy feliz cumpleaños Canalla. Desde algún lugar, otro grande hoy se suma al aliento eterno.

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