Documental para la tierra

Estrenaron en la propia comunidad una peli sobre la vida diaria de los mocovíes.

Hace algunos meses, un staff completo de realizadores audiovisuales llegó con cámaras y todo tipo de equipos para integrarse a la cotidianeidad de Llalec Lava (la comunidad mocoví “Hijos de la tierra”) y sacar de esos días una película.

El resultado, estrenado el martes 23 de abril entre la propia comunidad, califica como documental: enseña a jugar entre las plantas con los nenes, cómo crujen los yuyos del monte (al que Martina y Marcelo siempre le piden por favor y le dan las gracias), cómo es el camino que se hace todos los días en sulky para ir a la escuela. Pero si lo queremos describir más directamente, Nonot Llalcaipí (“Hijos del viento”) es el tercero de los Ensayos sobre interculturalidad, una serie de unitarios que proponen explorar cómo son los cruces que configuran el devenir de un lugar a partir de las distintas identidades que ahí confluyen: ¿De dónde viene la familia de mi compañero de banco, de mi vecina, de mi maestro? ¿Cómo se trataban con mis bisabuelos? ¿En qué somos distintos?

Ensayos sobre interculturalidad busca iluminar esos intercambios tan conflictivos como constructivos, también vela por “nuevas formas de convivencia en las cuales la diferencia pueda ser valorada como una instancia positiva y constitutiva en cada intercambio”. Los Movimientos y Los Transmisores son los títulos de los capítulos anteriores de esta serie, a la que se le agregará por estos días una cuarta entrega dirigida por el santafesino Gastón del Porto que fue rodada en San Javier.

Buena señal

De camino para el norte, la subsecretaria de Producciones e Industrias Culturales, Cecilia Vallina, cuenta sobre el tiempo largo que pasó entre que el proyecto de Señal Santa Fe empezó a ser militado entre reuniones, coffee breaks y comentado cada vez que cupiera el tema charlando con alguien que pudiera dar una mano: el objetivo principal era producir contenidos audiovisuales que fueran de acceso público en una plataforma digital.

Pero ojo, que el desafío no era solamente financiar películas y ya, tampoco se agotaba en que los realizadores empleados en ellas fueran de Santa Fe, sino que, además, esas producciones debían poder conversar y recuperar otras formas de transmisión cultural (formas no occidentales, digamos): la identidad, las costumbres, la diversidad que compone el ADN de nuestras distintas colectividades, acá en Alto Verde, en el barrio El Tigre en San Justo, en la mística poética del río Paraná. Estas piezas vienen a cumplir la tarea de un puente entre los tiempos ancestrales y los actuales, entre la memoria de los pueblos y sus herederos en la tierra.

Hace falta poco más que un dispositivo móvil para poder encontrar estos materiales, incluso es altamente probable que sea algún asistente técnico o similar quien te termine copiando todo en un pendrive para que lo veas en cualquier momento.

Una banda de nenes corren y agarran al staff a abrazos y se los llevan para jugar en la plaza. Mientras, se abre la pantalla gigante.

I

Entre la Ruta 1 y la comunidad hay unos 40 minutos de caminos de tierra, siempre y cuando no agarres un cruce equivocado. Salones que son biblioteca o centro de salud, una escuela emplazada en lo profundo de un campo y abrigada por un cordón de árboles, la tarde está bajando y en una camioneta blanca llevamos un cine portátil.  

En una visita a Romang, Florencia Castagnani (directora, entre tantísimas otras tareas) y Sofía Aldasoro (coordinadora de producción e investigación, encargada también en muchas otras áreas), conocieron la historia de estas personas que se instalaron muy cerca de ahí, en Campo El 94 de Colonia Durán, a mediados del siglo pasado. Uno de esos primeros mocovíes, don Marcelino, era descendiente de Mariano Salteño, cacique mocoví que lideró la defensa de su tierra durante la Guerra de San Javier en 1904.

II

Además de Florencia y Sofía, en la combi vienen Vanina, Mari, Julián, Ale y Teo. A medida que adelantamos el tramo, repasan cuáles son las próximas curvas que hay que agarrar, no le erran a ninguna. El chofer saludaba con la palma izquierda a cada colega que cruzaba. A la izquierda del camino, un punto negro se levanta y cae, cinco pibes están jugando a la pelota antes de la función.

“Mirá esta banda”, dice uno de los chicos antes del reencuentro con protagonistas de Nonot Llalcaipí, acto seguido una banda de nenes corren y agarran al staff a abrazos y se los llevan para jugar en la plaza. Mientras se abre la pantalla gigante, atrás de las risotadas agudas apenas si se distingue el murmullo de “los grandes”. El final de la película es difícil de retener, una cadena de abrazos entre los nenes mientras van caminando se llevó nuestros últimos suspiros en la nochecita.

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