Condenadas a una vejez miserable

El 23 de julio finaliza la moratoria por la cual las amas de casa lograron sus jubilaciones.

El 2 de septiembre de 2016 publicábamos en pausa.com.ar una nota titulada Ahora tu vieja vale 20% menos. El contenido de la misma anticipaba lo que por estos días estalló como una bomba: “se terminan las moratorias y entra en curso un nuevo derecho, bien al uso actual. Con el nombre de Pensión Universal al Adulto Mayor, el gobierno nacional logró que se sancione, como ley, una rebaja a la jubilación mínima. Eficaz invención semántica: aquello que es todavía más mínimo que lo mínimo es lo universal”.

Ahora tu vieja vale un 20% menos

A fines de 2005, el entonces presidente Néstor Kirchner, mediante la sanción del decreto 1454/2005, reactivó la ley 24.476, con la cual todas las mujeres mayores de 60 años y varones mayores de 65 pudieron acceder a una jubilación, hayan realizado o no aportes durante su vida laboral. En 2014, durante el gobierno de Cristina Fernández Kirchner, se sancionó la ley 26.970 que amplió el espectro de cobertura y logró que el 96% de la población en edad de acceder a este derecho, pueda hacerlo.

Esta norma, que no hace referencia explícita a las mujeres amas de casa sino a los trabajadores autónomos o asalariados que no cumplieran con los requisitos de aportes, en los hechos, fue una jubilación que mayoritariamente reconoció el trabajo más invisibilizado y fundamental: el de esas mujeres que crían, cuidan, alimentan y sostienen cada hogar, cada familia.

Esa moratoria tenía fecha de finalización en 2016, pero el macrismo la extendió hasta el 23 de julio de este año, no sin antes, fiel a las exigencias del FMI, recortar su alcance: solo podrían acceder mujeres con un mínimo de tres años de aportes, quedando fuera aquellas que habían dedicado toda su vida al trabajo en sus casas.

Las moratorias surgieron para dar respuesta a un problema grave: ante la pérdida de trabajo y/o la precarización de los empleos, millones de hombres y mujeres no tendrían la posibilidad de jubilarse. No es casual que las fechas de sanción o reglamentación sean luego de la década del 90 y el consiguiente estallido de 2001.

La única salida para quienes no hayan hecho aportes es la Prestación Universal al Adulto Mayor, que es el 80% de la jubilación mínima.Silvia Mendoza, secretaria adjunta provincial del Sindicato de Amas de Casa de la República Argentina (SACRA), está hace 25 años en la actividad gremial y fue una de las dirigentes que le llevó a Néstor Kirchner la inquietud y la necesidad de tener una jubilación que diera cobertura a todas estas mujeres. “Le expusimos cual era nuestra idea, que habíamos presentado un proyecto de jubilación pero que no había avanzado nada, que la respuesta siempre era ‘vayan a lavar los platos’”, recuerda sobre aquella audiencia con el entonces presidente. “Néstor nos dijo que le digamos de qué forma lo podía hacer porque en ese momento el país estaba fundido. Entonces comenzamos a investigar y encontramos esas dos leyes anteriores y que había una moratoria. Armamos la ley pensando no sólo en las mujeres, las amas de casa, sino para los hombres y mujeres que se habían quedado sin trabajo en el 2001”.

Efectivamente, estas moratorias no sólo dieron un resguardo a trabajadores y trabajadoras a quienes sus empleadores no les realizaron aportes –el famoso “trabajo en negro”– sino a aquellos que se quedaron desempleados antes de cumplir con los aportes necesarios para acceder a la jubilación.

Se estima que desde la primera moratoria hasta hoy, se jubilaron más de tres millones de personas. El 73% de las personas que pudieron cobrar una jubilación gracias a la primera moratoria son mujeres. En la segunda, fue el 86%. Por eso se las llamó “la jubilación del ama de casa”. Por primera vez en la historia, por su tarea en el hogar las mujeres fueron reconocidas con algo más que un “gracias” –con suerte– por parte de los miembros de su familia.

Un certificado de pobreza

Hoy, al fin de las moratorias, el gobierno de Cambiemos le contrapone una Pensión Universal al Adulto Mayor, que es, ni más ni menos, que una rebaja a la jubilación mínima. Es decir, estos nuevos jubilados y jubiladas cobrarán menos que la mínima, que hoy está en $10.400.

Quienes no cuenten con los aportes necesarios serán castigados con el pago de una jubilación que representa el 80% de la mínima, es decir $8.328. Y hay que tener, además, más de 65 años para acceder. Un castigo por no haber podido estar en blanco durante suficiente tiempo, por ser los más explotados del mercado laboral o de la vida hogareña. “¿Qué hacemos hasta ese momento? ¿Seguir trabajando con 70 años? Es una locura esto, porque además para acceder no tenés que tener nada. O sea, no podés tener una casa que te compraste con el trabajo de toda tu vida, o una propiedad que heredaste porque murió tu mamá. Eso ya te deja fuera de este sistema. Si, tenés una casa, pero ¿qué se supone que vas a comer? ¿Ladrillos?”, señala Mendoza.

La situación es desesperante y la desprotección hacia este sector de la población ataca desde diversos flancos. La cobertura y las prestaciones en materia de salud es uno de los mayores gastos y necesidades que tienen las y los adultos mayores. En este sentido, una las primeras medidas del gobierno de Macri fue reducir la lista de medicamentos que se entregaban, hasta ese momento, de manera gratuita a través del Pami.

Silvia Mendoza le cuenta Pausa que las afiliadas a SACRA cuentan con una obra social, Ossacra, pero que muchas han dejado pagarla y se vuelcan a los hospitales públicos. “Se han ido muchas afiliadas porque se están quedando sin trabajo. Las empleadas domésticas están volviendo a estar en negro y aceptan eso porque tienen que darle de comer a sus hijos. Hoy tenemos unos 100 grupos familiares, el número bajó cerca de un 50% en los últimos años dos años”.

Jubilación feminista

Desde los feminismos tenemos en claro que la lucha es por la igualdad, no por subvertir las relaciones de poder sino por el acceso igualitario, de varones, mujeres y disidencias, a las oportunidades.

“Eso que llaman amor es trabajo no pago” es una de las principales consignas que cada 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora, se levanta como bandera o se plasma como stencil en paredes y calles. Es que efectivamente, las tareas de cuidado, que incluyen la atención de los hijos, parejas, ancianos y enfermos de la familia, así como el mantenimiento del hogar, siguen recayendo de manera más pesada sobre el cuerpo de las mujeres: mientras que los varones sólo dedican tres horas por día para este tipo de tareas, las mujeres deben cubrir seis. De esta manera, la jornada laboral femenina se duplica y hasta triplica, disponiendo de menos horas para el trabajo productivo y remunerado.

Durante décadas, nuestras madres y abuelas, confinadas a la cocina y a la crianza de los hijos, jamás supieron lo que era contar con un ingreso propio, algo que las condenó a una vida de dependencia, con más o menos amor, pero dependiente al fin. Si se divorciaban, se encontraban sin absolutamente nada que fuera de ellas, o, como en la mayoría de los casos, no se divorciaban justamente por lo mismo.

Si lo pensamos en esta línea, las moratorias que les permitieron obtener una jubilación a las amas de casa –a nuestras madres, tías y abuelas– son de las medidas más feministas que han conseguido las mujeres en este país, aun sin reconocerse como feministas muchas de sus impulsoras.

Un informe del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas) de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata, logró dar cuenta del impacto que tuvo esta moratoria previsional en la vida de sus beneficiarias: al afectar a las mujeres más que a los hombres, alteró de manera permanente la distribución, no sólo de los ingresos dentro de los hogares, sino también de las relaciones de poder.

Según el estudio, el porcentaje de mujeres mayores de 60 años sin ningún ingreso personal se redujo notablemente, pasando en zonas urbanas del 35% al 10%. Ese aumento de la renta permanente incrementó la posibilidad de divorcio en el 2,6% de las parejas, un efecto considerable dado que solamente el 14% de estas mujeres estaban separadas o divorciadas antes del acceso a la moratoria. “El sorprendente aumento en la probabilidad de separación/divorcio de las mujeres beneficiadas por la reforma revela el alto nivel de dependencia que sufren muchas mujeres mayores por carecer de una fuente propia de ingresos”, remarcan las investigadoras del Cedlas.

En el informe también se da cuenta de cómo, de acuerdo a los diferentes niveles educativos de las mujeres, cambiaron las relaciones con sus parejas. Mientras que las que tienen mayores estudios incrementaron la posibilidad de separarse, las de bajo nivel de escolaridad pudieron optar por mantenerse en pareja y ganar poder de negociación dentro del hogar, lo que se reflejó en una reducción significativa –7 puntos porcentuales– en la probabilidad de ser la única persona del hogar en ocuparse de las tareas domésticas.

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