Es un espacio comunitario y gratuito, donde las infancias construyen su crecimiento desde la educación popular. Foto: Gisela Arola

Es una experiencia de educación comunitaria para las primeras infancias que florece en barrio Escalante.

Isondú es una palabra guaraní que significa “bicho de luz”. Nombra al jardín popular y comunitario del Movimiento Popular la Dignidad, que funciona desde 2019 en el barrio Escalante. “Cuando pensábamos el jardín, nos preguntábamos qué queríamos para las infancias y salió mucho lo de poder volar, desarrollarse, las infancias libres. Y algo que apareció era la idea de un bicho de luz o una mariposa”, dice Desiré Stival, trabajadora social y educadora del Jardín Isondú. En el contexto de la pandemia, el espacio sigue acompañando a les niñes que van al jardín, a la par de la lucha por el reconocimiento para el espacio educativo.

La idea de un jardín comunitario en la ciudad de Santa Fe nació en 2018, en la casa de una de las mujeres que activan en el Movimiento Popular La Dignidad. Allí funcionaba un espacio de crianza para les hijes de las compañeras de barrio Los Hornos que trabajaban fuera de su casa. En 2019, Isondú abrió sus puertas: hoy aloja a 15 niñes de entre siete meses y tres años.

“Trabajamos tres ejes: educación popular, cuidadoras comunitarias y perspectiva de género. Pensamos a les niñes como sujetos de derecho, autónomos y con capacidad de elegir, sentir y expresarse. Entendíamos que necesitábamos generar espacios donde prime la ternura, el respeto por el desarrollo de cada niño o niña, de los tiempos, de los juegos, de cómo elegir jugarlos”, cuenta Stival. “Pensamos a las infancias como constructoras del conocimiento, la identidad y la cultura. Buscamos desandar ese rol que tenemos les adultes de querer enseñar e imponerle a les niñes cómo debe ser su crecimiento”, asegura.

La crianza comunitaria y la educación popular con las primeras infancias piensa a la niña o el niño en contexto, con sus familias. “Conocer la realidad que habita cada niñe nos lleva a idear distintas estrategias para que el espacio de crianza sea un lugar donde el mundo de ese niñe se comparta con otres, con nosotras y sus familias. Es un trabajo con tres patas: les niñes, las cuidadoras y las familias”, explica la educadora. Desde sus inicios en Los Hornos, hoy acuden al jardín vecinas y vecinos de barrio Escalante, Mayoraz, Altos de Noguera y Barranquitas.

Isondú está formado por doce trabajadoras. “Somos educadoras populares, somos cuidadoras comunitarias y trabajamos con una lógica sin patrón: las decisiones las tomamos entre todas”, define Stival. El equipo se conforma desde lo interdisciplinario, por una psicóloga, una trabajadora social, una terapista ocupacional, una bibliotecaria, una promotora sociocultural, una comunicadora social, una mamá del barrio y docentes del nivel inicial. “Cada una le pone su impronta al trabajo que hacemos”.

Así como el jardín nace como una forma de visibilizar el trabajo de cuidado que realizan las mujeres -mientras otras mujeres trabajan fuera del hogar-, el proyecto también le da una especial importancia a la educación sexual integral. “Los espacios de la sala están organizados de manera que cada niñe puede elegir con qué va a jugar, hay juguetes sin género. Cada eje de trabajo en el jardín está relacionado con la ESI y tiene una perspectiva de género. A esto también lo trabajamos con las familias”, señala Stival.

Pandemia

La suspensión de clases, al igual que en otros niveles educativos, implicó una reformulación del trabajo para continuar el acompañamiento. “Ahora estamos entregando módulos alimentarios y de pañales a las 15 familias del jardín. Estamos proponiendo algunas actividades para les niñes: tareas de motricidad fina o de plástica. Son propuestas abiertas en cuanto al uso de materiales, para que puedan crear y no se vuelva una carga”, indican Victoria García, docente de nivel inicial y su compañera Micaela Chávez, promotora sociocultural.

“Tratamos de mantener el vínculo de forma virtual: les mandamos cuentos o canciones relatadas o cantadas por nosotras, para que les lleguen voces que tenían en su cotidiano en el jardín”, cuentan las educadoras. El acompañamiento del jardín trasciende la virtualidad. La asistencia va más allá del alimento: también es afecto y lazos comunitarios de solidaridad.

“Tenemos contacto con las familias cuando repartimos la mercadería. En ese momento tratamos de tomarnos nuestro tiempo para poder charlar un poco, porque sabemos que la situación no es fácil, en cuanto a lo económico y a estar tanto tiempo encerrados”, dice García. “Después acompañamos por teléfono o virtualmente, en las nuevas formas que se inventaron a partir de la pandemia, y también les ayudamos por ejemplo con los trámites que se hacen por Internet”, añade.

Sin fondos

Pero la tarea también implica una dificultad. A excepción de los alimentos -que los provee el Estado- desde Isondú se autogestiona la provisión de pañales y de materiales, el mantenimiento del jardín y el sueldo de las trabajadoras. Al ser un espacio autogestivo, los números se ajustan y la falta de convenios con el Estado complica el panorama.

“Estamos teniendo varias situaciones de familias que no tienen para alimentarse o que están pasando por alguna situación de salud. Lo que más nos preocupa es cómo vamos a seguir sosteniendo este espacio. Después de un año de laburo, las familias tienen mucha pertenencia al espacio y frente a cualquier situación nos llaman. Las familias se apoyan mucho en nosotras”, expresa Stival.

“Con el tema de la pandemia se atrasó el pago de los convenios y es difícil sostener la institución en ese sentido”, explicita Chávez. Hasta el momento, están a la espera del pago de un convenio con la Subsecretaría de Niñez de la provincia. “Hasta que el trabajo de cuidado sea reconocido como trabajo y tengamos los mismos derechos, que es una lucha que sostenemos, estamos en esta situación bastante inestable”, manifiesta.

Reconocimiento

La pelea de fondo que sostiene Isondú es ser reconocido como un jardín oficial por la Municipalidad de Santa Fe: es un proceso en el cual se está trabajando. “Al ser un jardín comunitario y popular, no tiene la pata para que se legitime como jardín. Entendemos que para que se habilite como jardín tenemos que tener una pata pedagógica y otra comercial, pero no cobramos cuota”, explican.

Hasta el momento, no hay un jardín con estas características en la ciudad de Santa Fe. El antecedente debe rastrearse a El Jardín de Teresa, jardín popular y comunitario que también gestiona el Movimiento Popular La Dignidad en la Ciudad de Buenos Aires.

El reconocimiento, que empieza por los convenios y termina por ser nombrado como jardín por el Estado, también implica la necesidad de una política pública específica para las primeras infancias. Así lo piensan desde Isondú. “Hoy necesitamos el acompañamiento del Estado para poder garantizar que les pibes puedan seguir yendo al espacio, que sigan recibiendo la educación que venimos construyendo con las familias y con elles”, afirman.

Que les niñes de la ciudad de Santa Fe cuenten con un espacio para ser partícipes activos en su propia educación. Así lo pensaron las mujeres que idearon y que ponen el cuerpo al proyecto: “Para eso nació el jardín: porque creemos que las infancias son como los isondúes. Los relacionamos con los fueguitos, que van abriendo caminos para la construcción del mundo que queremos”.

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