Cuatro pelis para ver en casa y extrañar un poco menos el Cine América

The Rider

En exclusiva para las y los socios de Cine Club Santa Fe y de periódico Pausa, durante la cuarentena y mientras el América permanezca cerrado, todas las semanas el mejor cine para descargar.

El método es simple: enviás un correo a [email protected] si sos socie del CCSF o a [email protected] si tenés suscripción a Pausa. En el asunto ponés PEDIDO DE PELÍCULAS, chequeamos que estés en lista y te facilitamos la descarga. Más fácil, imposible.

Ahora, las recomendadas del presidente del CCSF, Guillermo Arch, para esta semana.

Hay mucha gente talentosa en la actividad cinematográfica que es conocida primero en los circuitos que tienen que ver con el cine entendido como arte, luego –y no en todo los casos- esos talentos pasan a formar parte de los circuitos comerciales más potentes. Es un camino complicado ya que no se trata solo del esfuerzo y el tesón de quienes hicieron –en su sentido más pragmático- una película, sino de un complejo entramado de festivales, distribuidores, crítica y finalmente público que hacen que ese film circule y sea ponderado. Así de complejo y extendido es ese camino, verdadera división del trabajo en el cine. En la actividad cineclubística sucede a veces que cuando un film es premiado o reconocido ya teníamos noticias de sus hacedores; a veces son verdaderas sorpresas.

The Rider, que proponemos esta semana, es la segunda película de la directora Chloé Zhao, nacida en China y luego emigrada a EEUU. Con su tercer film ganó el premio más importante en lo que va de la pandemia, la Mostra de Venecia, luego de la cancelación de Cannes y es una de las genuinas sorpresas cinematográficas de este año.

Film ubicado en lo profundo de los Estados Unidos, con una manifiesta sensibilidad por el paisaje humano y físico, se entronca con una vieja tradición del cine, que podemos entender como los diferentes tipos de realismo, y que fue una clara opción del neorrealismo italiano: los personajes no son actores profesionales sino personas con las idénticas profesiones e historias de vida que retrata el film, aunque actúen un guión construido. Y el resultado es esta magnífica película indie que antecedió a la consagración de su directora.

DeSvelado

El cine de gangsters y mafiosos parece haberse trasladado al lejano oriente, o por lo menos, la gran cantidad y calidad de sus películas están escribiendo nuevas páginas en el género en las últimas tres décadas. Forjaron este movimiento las películas clase B de Hong Kong (sobre las cuales tenía puesta su antena Quentin Tarantino), las historias de Yakusas japonesas de Takeshi Kitano, las de las Tríadas chinas (con Johnie To a la cabeza) y el reciente cine de hampones coreano.

El lago del ganso salvaje -The Wild Goose Lake- narra el derrotero de un fugitivo de las mafias dedicadas al robo de motos en una ciudad de China y es un fiel exponente de ese fabuloso sincretismo oriental que le es particular. Elementos de film noir mezclados con los neones de los carteles publicitarios y las luces en las zapatillas, climax de suspense seguidos de la acción propia del thriller conforman una nueva unidad en este gran film. Y esta mezcla de estilos no es ajena a la globalización cultural que se despliega como venta de camiseta de futbol: en sus últimas escenas, el protagonista luce la 9 de Batistuta en el mundial 2002.

Cine Estudio

I confess (Yo confieso) se conoció en Argentina como Mi secreto mi condena en 1953 y su argumento trata el caso del asesino que, para no caer en prisión, se ampara en el secreto de confesión que debe mantener un cura. El film le trajo problemas a Hitchcock, que debió lidiar con la censura y hacer equilibrio en el argumento para que la moral del personaje del cura no salga dañada, mientras tenía que lidiar con la moral del actor que lo encarnaba, Montgomery Clift, borracho durante todo el rodaje. Por suerte la enrubiecida Anne Baxter le hizo pasar el maltrago, para llevar a buen término el film.

Bizarro

Los zombies son los indiscutidos sujetos del terror de los últimos años: pasaron los dráculas, los frankesnteins y las invasiones marcianas, para que el lado oscuro de la sociedad tardocapitalista e hiperconsumista sean los muertos vivientes, ávidos de cerebros que a veces tienen menos calorías que la gelatina sin sabor. Claro que con tanta exposición quedaron para el cachetazo y no se hicieron esperar las comedias que se regodeaban con esos cuerpos con motilidad de alcohólico. Fido, nombre de mascota paradigmático entre los angloparlantes, es entonces una bizarra comedia donde los zombies fueron domesticados para que sirvan de esclavos en las tareas del hogar y olviden momentáneamente sus desagradables placeres. No pensemos mucho… es solo una comedia para divertirse.

 

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