El Perro que se comió a un ministro

Cuando el periodismo político y la sociedad se concentraban en una inflación de entre 3 y 4 puntos promedio en el último semestre, la campaña presidencial de Sergio Massa aupada en su proyecto para modificar ganancias y la victoria cultural del macrismo con la apertura de escuelas a la presencialidad, el Perro, el querido y odiado Horacio Verbitsky se cargó un ministro con la misma liviandad e ironía con que atiende a sus enemistades declaradas. Desconcierto y desparramo en el campo nacional y popular. ¿Operación o descuido?

Ante todo corresponde aclarar lo que siempre hay que poner a disposición de les lectores: este escriba cultiva una relación de varios años con Horacio Verbitsky, no profunda pero sí afectuosa y estable. Hace dos años que escribe en El Cohete que Macri quería enviar a la luna y de todos modos opera entre el cielo y la tierra, o en internet más precisamente. También resulta evidente la adhesión emocional e ideológica –nunca incondicional o acrítica- a la gestión del Frente de Todos. Situados entonces, los hechos, los datos y las interpretaciones.

La vanidad es un derecho

Desarmemos de entrada la hipótesis que hegemonizó la indignación y la desorientación de los votantes y adeptos del Frente de Todes en las redes, donde cualquiera dice lo que sea sin obligación de chequear fuentes ni razonar con sentido común, algo que decenas de periodistas y medios profesionales han dejado de hacer desde que “operar” o “generar estados de opinión” es mucho más rentable que decir alguna verdad que se sostenga.

Si la infeliz y desopilante confesión de parte de Horacio Verbitsky en El Destape fuese producto de una operación habría que sopesar bien cuál, quiénes ganan o pierden con esa jugada y –sobre todo- qué es lo que recibe a cambio el que se inmola con un cinturón de palabras explosivas para que el resultado sea ¿cuál? El Perro puede ser muchas cosas además de parco y especulador, pero no un kamikaze irresponsable o alguien capaz de tildar de amigo a quien diez palabras después va a perjudicar manchando su prestigio, interrumpiendo una gestión que él mismo ha valorado contra otras francamente decepcionantes y mostrándose como copartícipe y soplón de un delito que bien puede ser tipificado como "abuso de autoridad" o "inclumplimiento de los deberes de funcionario" para la función pública.

Tal vez hubo vanidad y hasta liviandad al mentar amistad y contactos de alta jerarquía, ironía absurda al revolear nombres como el del vicepresidente de Clarín José Aranda, paradójicamente urgido de colocarse junto a uno de los periodistas que más detesta (pero al revés de Santamaría respeta) una vacuna que combate con criminal irresponsabilidad desde el grupo de medios que codirige.

Pero retomemos entonces, ¿cuál es la operación? Desbancar a Ginés cual Judas para que el kirchnerismo se cobre un Ministerio clave e impulse la Reforma integral de Salud que nadie quiere (empezando por Alberto, pasando por Ginés, los sindicatos que salieron a denostar a Cristina y la corporación sanatorial en pleno) y por ahora es un borrador plagado de ausencias y definiciones concretas? No parece lógico y finalmente no será así.

Alberto Fernández le pidió la renuncia a Ginés González García

Asumió en su lugar Carla Vizzotti, no Daniel Gollán que es quien impulsa y trabaja en el proyecto de reforma junto a Nicolás Kreplak en el Patria y por encargo de Cristina. La candidatura del santafesino y ex militante setentista estuvo en los titulares hasta ayer muy entrada la noche y esa sí fue una operación finalmente fallida. Una jugada con todo derecho de parte de medios que –como La Política Online, Infobae o La Nación- detestan a Cristina y harían cualquier cosa para fracturar el Frente y confinarla. Una fantasía con derecho pleno también por parte de quienes –desencantados con la moderación del presidente- avizoran una vicepresidenta capaz de atentar contra el bien supremo de la unidad, contra la única herramienta electoralmente probada para evitar otra restauración neoliberal de consecuencias más desastrosas que imprevisibles para todes.

¿Marcarle la cancha a Alberto, entonces? ¿Bajarle un Ministro clave por su reticencia a entregar a otres como Losardo, Frederic, Moroni o Meoni que Cristina e incluso Máximo han criticado en público y en privado? ¿Hacerlo a través del Perro porque es el más prominente de los propios capaz de prestarse a algo como eso? A criterio de quien suscribe un disparate por las siguientes razones:

  • Horacio Verbitsky ha desarrollado una relación afable con Alberto explícitamente verificable en exclusivas publicadas. Se posiciona claramente a favor de la gestión del Frente y cuida la integridad del espacio al punto de debatir y negociar –jamás censurar a priori- puntos de vista y nombres apuntados en las notas que he producido para El Cohete.
  •  Producto de sus declaraciones fue echado por Navarro de El Destape, el CELS amonestó severamente su irresponsabilidad, sus trabajadores repudiaron el privilegio que ostentó y aún puede ocurrir que lo desplacen como presidente. Este episodio dañó severamente la credibilidad y prestigio de El Cohete a la Luna, su producto periodístico y marca colectiva pero a la vez personal.
  • El Perro está económicante resuelto, tiene un prestigio sólidamente ganado y su astucia táctica goza de aprecio y respeto incluso entre quienes lo acusan de egolatría incurable y manipulaciones oscuras y secretas, como por ejemplo cuando se decía que era quien le daba letra a Nilda Garré como Ministra de Seguridad o Defensa, que era “su Ministra”. Incluso se lo sindicó hace pocos días como un “ministro sin cartera” de Alberto y Cristina. Nadie con dos dedos o más de frente, consciente de sus fortalezas y debiidades, se juega todo eso a los casi ochenta años, cerca del cierre de su carrera, por un Ministerio más o menos o condicionar el estilo socialdemócrata y republicano de Alberto Fernández.

En suma, esta jugada es un clásico “everyone loses”. Pierde el gobierno nacional, pierde Ginés, el Patria no impuso nombres ni condiciones y Cristina no factura nada a cambio de más operaciones para enfrentarla con el presidente que ella misma eligió. Perdemos todos los que creemos que efectivamente hay ministros que no dan la talla de la pandemia y esta pospandemia en la que corren detrás de la agenda opositora, que no están a la altura del contrato electoral del FDT y por sobre todas las cosas pierde el Perro, en todo rubro. ¿Qué pasó entonces? ¿Qué dato consistente se puede aportar para ordenar este disparate?

¿Quién cuida al presidente? ¿Y a este jardín de gente?

El “episodio Verbitsky” es eso: un episodio más y lamentable (para los que votamos y militamos un gobierno de inclusión social y política capaz de trascender la obsesión por establecer un nuevo contrato social que se hizo trizas tras la primavera alfonsinista) que tensiona y complica las restricciones internas y externas del Frente de Todos. Pone en jaque activos políticos como la gestión sanitaria de la pandemia, con el Plan Nacional de Vacunación incluido y que deberían servir para posicionarse ventajosamente en las próximas PASO (que aún pueden no ser) y por sobre todas las cosas en 2023, cuando se jueguen los porotos decisivos. Y que debe ser rápidamente superado para empezar a resolver –sí, empezar a resolver seria y consistentemente- cuestiones más urgentes: la concentración y extranjerización de la producción de alimentos e insumos difundidos, la disponibilidad de dólares para contener corridas especulativas contra el peso, la consecuente inflación que torna rápidamente estéril cualquier recomposición salarial, la evasión y fuga de los agroevasores que sigue casi intacta en volumen e impunidad, el poder de fuego del grupo de tareas que coordina la embajada de Estados Unidos y desafía con éxito la autoridad presidencial. Finalmente, los problemas de épica (relato) y objetivos claros y sistemáticos de comunicación del gobierno, que sobre exponen al presidente en infinidad de reportajes equivalentes entre sí y permiten que su gestión sea relatada por quienes lo desgastan todos los días.

Pegarle al Perro no soluciona nada de eso, no salta ningún dueño porque él es su propia marca y Cristina no lo adiestra ni pasea como Alberto a Dylan. Seguramente mañana El Cohete tendrá más lectores que nunca, buscando afanosamente una explicación de primera pata (metida) pero voy a asirme del gran Jorge Alemán para intentar explicar esta desgracia que promete secuelas:

“En la Argentina hay muchos ejemplos de autoinmolación en nuestro campo, la derecha no necesita dar cuenta de ellos porque vive en ese medio espontáneamente. Esto es una demostración más de que la ética y el sujeto, que sus abismos juegan de un modo inesperado en la política”.

O como diría mi abuela Tita sin título terciario ni carnet: “cada cual se perjudica como quiere”. Horacio el bicho, el operador, el maestro de periodistas, el adalid de los derechos humanos, se equivocó feo por soberbia y calculando mal costos y beneficios. Alberto pidió la renuncia que había que pedir. Perdimos todos, falta mucho y aquí no debería entregarse ni bajarse nadie y –si se me permite- El Cohete no debería mancharse. Pero quizás sea tarde para evitar esto.

4 Comentarios

  1. Excelente nota, Sera, en este caso que... Perro que ladra, SI muerde? mordiendose a si mismo? mordiendo a sus propios? Una persona tan lucida e informada como el perro se esta flagelando, solo porque su soberbia y pedanteria le gano al periodista? Pregunto, no estoy discutiendo los argumentos excelentemente expuestos, pero que aun no tengo respuestas

Dejar respuesta

Por favor, ¡ingresa tu comentario!
Por favor, ingresa tu nombre aquí