Está sentado y acostado, cruzado en la cama, la cabeza contra la pared, una pata en el suelo adentro de la pantufla, la otra en la cama. Baja la pata que estaba en la cama, busca tanteando la otra pantufla, no la encuentra, intenta poner las dos patas en la pantufla, entran apenas. Se queda quieto así un instante.

Levanta las dos patas, las apoya en la cama, las piernas flexionadas, las manos se agarran al colchón, parece intentar enderezar su cuerpo en la cama, no lo consigue o se arrepiente, otra vez las patas en la pantufla, primero una, después la otra, después las dos, después de nuevo una. La cabeza torcida contra la pared. La mano toca la frente, la nariz y vuelve a la almohada. El brazo quieto ahora sobre la almohada, las patas quietas ahora sobre la pantufla.

El brazo se mueve hasta el colchón, los dedos se aferran, la cabeza se inclina hacia arriba, la mano pide ayuda, le pregunto otra vez si quiere acostarse, sentarse o levantarse.

—La verdad que no sé –contesta una voz débil y lejana.

Agarra la botella de plástico sobre la silla de madera que hace de mesa de luz, junto a los cigarrillos, el cenicero y el encendedor. Toma un sorbo de agua, con mucha dificultad la tapa y la deja. A los pocos segundos repite la acción. Luego vuelve a posición cruzada, la cabeza contra la pared, la mano haciendo equilibrio para que el agua de la botella no se caiga. Apoya la botella en la silla, con un movimiento casi acrobático. La botella destapada se tambalea y queda parada. Los pies otra vez en el piso, encuentran la otra pantufla, los pies entran y salen de las pantuflas, primero en simultaneo y luego por turno. Quedan unos segundos quietos, a mitad de camino, los dedos apenas asomando.

La mano a la frente, a la nariz y a la almohada. Luego al colchón, los dedos vuelven a agarrarse, después otra vez a la almohada, de ahí a la botella. La mano no llega. Lo ayudo a sentarse, toma otro sorbo, pongo rápido dos almohadones antes de que se tire para atrás, se apoya, tose, luego la cabeza busca la almohada y las patas las pantuflas, como si el cuerpo quisiera dividirse. Queda otra vez en posición cruzada, la mano en la frente, la mano en la almohada, la mano en el colchón, los dedos que se aferran, la mano que se estira y llega a la botella, la mayor parte del agua cae fuera de la boca. La botella otra vez en la silla, pero sobre la tapa, no se cae. La botella otra vez en la mano, la mano tiembla al inclinar la botella, toma un sorbo, la botella hace equilibrio entre el borde de la silla y el colchón, inclinada, quieta, ya sin tapa ni agua. La cabeza llega a la almohada, las patas sobre el colchón. La mano al pecho, la mano a la boca, la mano a la botella.

La tarde no se oye. El ventilador es la única música.

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