En pocas manos, la comida es más cara

La carne fue uno de los alimentos que más aumentó durante el último año: 66%.

Con salarios a la baja, la concentración del mercado y un Estado con poco poder de regulación explican por qué son tan caros los alimentos.

En un país dedicado casi por completo a la producción primaria, el aumento sostenido del precio de los alimentos debería resultar insultante. Argentina podría darle de comer a una población diez veces mayor a la que tiene y, sin embargo, el precio de los alimentos sigue escalando por encima de la inflación.

La pandemia profundizó esta situación. Pero, ¿por qué es tan caro comer? La híper concentración del mercado y de las cadenas de comercialización explica buena parte del problema, agravado por las falencias que muestra el Estado como regulador y contralor.

En la provincia de Santa Fe los alimentos aumentaron un 50% en un año con un nivel general de inflación del 47,7%. A nivel nacional, en el mismo período, la carne subió un 66%, casi 20 puntos por encima de la inflación promedio (46,3%).

En el largo año de la pandemia, los asalariados en relación de dependencia tuvieron incrementos en torno al 35%. Perdieron feo contra los precios. Pero más perdieron los sectores informales y los trabajadores precarizados: el salario mínimo vital y móvil recién subió a 23.544 pesos en abril de este año; en el mismo mes, la canasta alimentaria se ubicó en 26.677 pesos y la canasta básica –el umbral para la medición de la pobreza– en 62.958 pesos.

Las consecuencias de un sistema de precios descontrolado en situación de ajuste salarial están a la vista: según el Indec, a diciembre de 2020 (con un impacto parcial de la pandemia) el 42% de la población argentina está bajo la línea de pobreza y el 10,5% en situación de indigencia.

En abril el Índice de Precios al Consumidor (IPC) que informa el Indec a nivel nacional aumentó un 4,1% respecto a marzo. La inflación acumuló en el primer cuatrimestre de 2020 una variación de 17,6% y en términos interanuales del 46,3%.

Alimentos y bebidas no alcohólicas tuvo un aumento del 4,3%. Allí incidieron principalmente las subas en leche, productos lácteos y huevos; aceites, grasas y manteca; café, té, yerba y cacao; pan y cereales; carnes y derivados.

En Santa Fe el IPC registró en abril un aumento del 4,3% en relación a marzo y acumula un 18,3% en los primeros cuatro meses del año y del 47,7% interanual (abril de 2021 contra abril de 2020), según el Ipec. Como se observa, la inflación en la provincia sigue por encima del promedio nacional.

En abril, los rubros que más aumentaron en Santa Fe fueron Indumentaria (10,4%), Educación (7,6%), Equipamiento y mantenimiento del hogar (4,7%), Alimentos y bebidas (4,5%) y Transporte y comunicaciones (4,3%).

En lo que va del año (primer cuatrimestre) el rubro alimentos y bebidas subió un 20,9%, casi tres puntos por encima de la inflación promedio para el mismo período (18,3%). En términos interanuales, alimentos y bebidas subió un 50% en la provincia de Santa Fe. En ninguna rama de la actividad económica los salarios crecieron en ese nivel.

¿Te acordás del asado?

De abril de 2020 a abril de 2021 la carne aumentó 66%, según datos del Instituto de la Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA). El proceso productivo de la carne vacuna consta de cinco etapas, pero es frecuente que un mismo actor realice más de una de estas actividades: cría, engorde, faena, depostado y venta minorista. Esa concentración explica en parte la disparada de los precios.

Según un informe de la Comisión de Defensa de la Competencia, en las etapas iniciales de cría y engorde los datos muestran que predominan los establecimientos de baja escala. Hay alrededor de 205.000 establecimientos, sin embargo el 5% (unos 10.000 establecimientos con más de 1000 cabezas) concentra el 40% de la producción total.

Queremos ese asado, Alberto

En las etapas de faena y depostado intervienen los frigoríficos. Según registros de Senasa, hay alrededor de 450 en todo el país, con distintas habilitaciones. Solo el 30% está autorizado para exportar y concentra alrededor del 80% de la producción. Por último, en la etapa de venta minorista están las carnicerías y los supermercados.

El informe encuentra que tanto en la etapa de venta minorista como en las etapas de cría y engorde los actores se encuentran atomizados y no se vislumbra que ninguno de ellos pueda tener “poder de mercado”. En la venta minorista, el 25% del total es vendido por supermercados y el 75% por carnicerías. El jugador más importante es, de acuerdo con el documento, Carrefour, con una participación de mercado menor al 6%.

La situación es distinta en el mercado de exportación, donde las 10 firmas más grandes comercializan alrededor del 75% del volumen total. Las más importantes: JBS, Marfrig, Gorina, Arre Beef SA, Friar, La Anónima, Frigorífico Logros de Córdoba y Frigorífico Rioplatense.

La otra cara de la soja

El precio interno de los alimentos también está condicionado por las exportaciones. Los precios internacionales de commodities –que este año proyectan ingresos millonarios para el complejo sojero y también para el Estado– determinan un traslado a precios que terminan padeciendo los consumidores en el mercado interno.

De acuerdo a un informe reciente publicado en El Ciudadano, los aumentos del maíz y el trigo provocan un traslado directo a la elaboración de alimentos de consumo masivo. Tanto para la proteína animal en el primer caso, como para la panificación en el segundo, ambos tienen importante incidencia en costos de producción para productos de consumo masivo.

En el caso de la soja, el incremento de su precio internacional (se duplicó en solo 14 meses y llegó a 600 dólares por tonelada) no tiene significativa relevancia en costos de elaboración, ya que su consumo interno es marginal. Pero sí tiene una incidencia directa sobre el valor de los alquileres rurales, una variable que conforma los componentes de costos para los principales cultivos.

Concentración

Según el economista Cristian Berardi, del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso), si bien la soja registra los valores más altos, las commodities con mayor incidencia en el precio interno de los alimentos son el trigo y el maíz.

“El problema es la concentración de mercado, el trigo lo tenemos concentrado en agroexportadoras de la región, igual que sucede con la producción cuando las moliendas acuerdan un precio. En este caso la incidencia del valor internacional en precios suele ser de un 10%, pero después tenés el efecto especulativo en cada cadena”, explicó Berardi.

Poder adquisitivo

Con los precios yendo por ascensor y los salarios por escalera, el panorama para los próximos meses es sombrío. Será necesaria una asistencia estatal mucho mayor para contener la pérdida del poder adquisitivo de las clases medias y bajas.

Como señala Guillermo Griecco en El Eslabón, el aumento constante y sonante de precios, sobre todo de la comida, fijado por monopolios y oligopolios con poder de mercado, corre por delante de los incrementos salariales en paritarias, de jubilaciones y licúa la asistencia social que brinda el Estado.

El Estado, en todos sus niveles, tiene por delante una tarea urgente: frenar la escalada irracional del precio de la comida. Es un deber irrenunciable, aunque más no sea por una cuestión de supervivencia política. No se han visto gobiernos que ganen elecciones cuando la gente no tiene para comer.

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