“Los personajes y hechos retratados en esta película son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia”.

Alguna vez Groucho dijo: “Si sos capaz de hablar sin parar, al final te saldrá algo gracioso, brillante e inteligente”. Se puede agregar también “podrías ganar una elección”.

La ficción es una forma de discurso que hace referencia a personajes o acciones que sólo existen en la imaginación de su autxr, y luego en la del lectxr/espectadxr. De manera más general, es ficción (del latin, Fingo que también dio la palabra figura) todo lo que se inventa como simulacro. No puedo dejar de pensar en Grondona. En Don Julio y Mariano.

En el contexto actual queda muy poco margen para hacer chistes o al menos para reírse de todo lo que en los medios intentan vender como hechos o realidad. Es ficción, posta, y de la buena. Construyen un verosímil que sería envidia de grandes guionistas de la industria.

Los pasos de comedia pueden incluir cierto arte y elegancia en busca de remate. Todo buen chiste requiere de un buen final que garantice la carcajada o al menos un rictus de sonrisa. Desde ya, la narración requiere de actitudes de mago que distraigan el objeto del chiste. Ya lo explico muy bien Matt Groening en el viejo capítulo de los Simpsons. Un día Krusty llama a Bart de apuro para que diga una frase en un sketch. Cuando Bart entra en escena, por accidente tira abajo toda la escenografía y, al verse ante el público, exclama: “Yo no fui”.

Bajo esta estructura, Marcelo que no es Tinelli sino Longobardi puede hablar de “formatear la Argentina de un modo más autoritario” y luego decir: “Yo no fui”. También una dirigente presentó una denuncia judicial contra el presidente, y la actual ministra de Salud, a quienes acusó de “envenenamiento” por la decisión de aplicar la vacuna rusa, Sputnik V y luego decir: “Yo no fui”. En realidad, Putín envenena opositores y el público ríe o aplaude, según el grado de fritura que tenga.

El discurso de ficción plantea un problema pragmático, es decir, de relación entre el/la/le productxr y receptxr del discurso. En efecto, en principio este discurso no debe tomarse en serio; no compromete a quien lo profiere en un juicio o una proposición del lenguaje de la vida real. El chiste radica en que estos dichos son reales, pero a la vez son una ficción que puede incidir en una elección o que terminemos discutiendo con el verdulero. El chiste nos descoloca, nos reímos, y nuestra experiencia queda adormecida.

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