La murga de la Virgencita sabalera

El campeonato de Colón demuestra que las cábalas son para distraerse.

Llegó casi sin invitación, estuvo varias temporadas en el club, le dieron salida, volvió y ahora también mira a todos desde arriba. No, no hablamos de Nico Leguizamón ni de José Néstor Vignatti, nos referimos a la Virgen de Guadalupe. Pobrecita. Quién hubiera dicho, cuando llegó como refuerzo para el plantel del uruguayo Fossati, que la iba a tener que remar tanto.

Por esta historia tristemente célebre y por la bandera que le dedicaron antes del Mundial 2010 es por las cosas que más se recuerda el paso de Ariel Garcé por Colón, esa sí es una injusticia. Cuenta la leyenda que, después de un clásico perdido de local, el Chino se hizo cargo de un pedido del plantel para sacar la estatua. Un poco por cábala y otro poco porque estaba lesionado y medio al pedo: “Decidimos retirarla, restaurarla, porque estaba medio dañada- esto lo contó él mismo-, y ponerla en otro lugar, en el predio, por ejemplo. Contacté a un restaurador y les di unas directivas a unos muchachos para que la lleven. El problema es que se les rompió en el traslado”. De ahí en más, lo conocido: las cargadas, los hinchas católicos ortodoxos ofendidos, las pintadas de “Garcé hereje”.

Esa interrupción en el orden del universo mágico colonista funcionó como un “Reiniciar dispositivo” casi inmediato: menos de dos años después del incidente, los socios echaron a Lerche, después, los 30 puntos, el descenso, el ascenso, la Sudamericana y el campeonato. Por ahí, hasta la pandemia fue disparada por Garcé, para que abandonemos las canchas por un tiempo y aceptemos que sentarnos en el mismo asiento todo el rato, usar una misma camiseta o putear al Pollo Vignolo no van a cambiar el resultado, las cábalas son para distraerse.

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