Poemas de amor y de aventura

Foto: Juan Curto

El XV Argentino de Literatura cerró con una celebración de la vida y obra del poeta Fernando Callero.

El XV Argentino de Literatura tuvo lugar en Santa Fe la semana pasada, organizado por la Secretaría de Extensión Social y Cultural de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Sin poder recibir a les invitades en la ciudad ni compartir el movimiento habitual alrededor de las lecturas, el encuentro se hizo por videoconferencia y hubo dos mesas dedicadas a la poesía. La del martes a la tarde, que contó con la participación de Sonia Scarabelli, Osvaldo Bossi y Mariela Gouiric; y en el cierre, una mesa que reunió a amigues de Fernando Callero para leer, a modo de festejo, sus poemas.

También participaron del Argentino Nora Catelli, Selva Almada, Federico Falco, Rossana Nofal, Carolina Sancholuz, María Fernanda Alle y Sara Bosoer; y, en homenaje a Jorge Ricci, se presentó el libro “Memorias de un pequeño país” (Ediciones UNL), con la presencia de su hijo, Paulo Ricci, e Isabel Molinas. Todas las charlas están disponibles en el canal de Youtube de la Secretaría.

Más poemas de amor

La mesa del martes se llamó “Esta sensación merece un poema”. La primera en leer fue la poeta rosarina, Sonia Scarabelli, con poemas de su libro “Últimos veraneantes de febrero” (Bajo la luna, 2020). Abrió su lectura con el poema “Ni para contar cinco”, que hace un inventario de su escritura comenzando por la familia, los pájaros, la gata y las plantas, “los asuntos/ de una especie pequeña, / como si los poemas mismos fueran/ unas cositas vivas nombradas al tun tun”. Sus poemas traen imágenes mediadas por lo cotidiano, con escenas de infancia o de tardes de cuidar el patio y las mascotas, lirismo y rimas. Leyó también de “El arte de silbar” (Bajo la luna, 2014) y poemas inéditos, y hubo un momento para recordar a Mirta Rosenberg, en búsqueda de continuar la musicalidad de sus textos.

Le siguió Osvaldo Bossi, de Buenos Aires, con poemas que narraron un romance. El principio de la historia fue un poema titulado “Flash”, publicado en de “Agüita clara” (Gog & Magog, 2020), que pedía: “…Que un día al darme/ vuelta sobre la cama me tope con su/ cuello, o con el dedo gordo de su pie// –el más solitario de todos. No pido/ la fantasía de un chico eterno, no… ya no./ Apenas el relámpago de su voz diciéndome/ cualquier pavada por teléfono”.

Ese chico llegó, contó Bossi, y siguió la historia con una serie novelada de poemas inéditos. El título es “Gurí” y trae la voz de una generación que puede, en tiempo presente, abrir los significados para la juventud, la cercanía y el amor. Con poemas como “Eli, Kevin y toda la parentela”, testimonio de esta época y del eterno enamoramiento, con versos que confiesan: “amigos, ustedes ya lo saben/ soy un homosexual de otra época, y nadie/ nunca nadie me trató así como Eli, con tanta dulzura/ y ahora sin ir más lejos/ me pasa el teléfono para que hable con su hermano Kevin”.

Para poner el broche de oro a la lectura llegó Mariela Gouric, de Bahía Blanca, con el ritmo y el asombro que deja caer en cada corte de verso siempre que lee en público. “Hay que escribir más poemas de amor” y para seguir con la “inyección de romance”, dijo, empezó leyendo un poema largo y onírico llamado “Hola, amor, esto es un sueño”. El sueño es el de una mujer que se encuentra a otra y la invita a “tener hijos millones de hijos volver a poblar la tierra” que le digan “madre a una, madre a la otra”, con “una lengua que todo lo mejora”.

El poema termina así: “escribo esta carta a la luz de una vela/ que alcanza a iluminar casi nada/ pero alumbra el futuro”.

Poesía y aventura

La luz siguió encendida para la última mesa del Argentino, elegida para leer a Fernando Callero, el poeta fallecido en septiembre del año pasado. Con el impulso de Santiago Venturini, que coordinó el encuentro, participaron Lucrecia Pelliza, Ponchi Insau, Cecilia Moscovich, Alejandro Carreras, Santiago Pontoni y Analía Giordanino. El titulo fue “Poesía y aventura. Ahí estoy yo”, celebrando que “él pensaba todo como una construcción aventurera”, como dijo Giordanino.

“Esta mesa la pensamos para leer a un amigo en público, porque en realdad lo venimos leyendo y escuchando hace mucho tiempo y lo vamos a seguir leyendo”, explicó Venturini. Abrió la ronda recordando a Callero, al Fer, como “un poeta que consigue hacer que la lengua diga lo que él quiere que diga, la lengua lo dice a él”, ya sea para abrir una ventana a su vida o para inventar una vida en cada estrofa, para enseñar, para hablar de proyectos o de libros o de películas; para pelear, para hacer una escena, para hacer que el otro se enoje o se divierta: que le pase algo distinto.

Une a une les invitades fueron leyendo los poemas que habían elegido, recordando al Fer en sus facetas de escritor, docente, editor en Diatriba, músico con Salvador Bachiller, amigo, bailarín, maestro. Desde “Perfeito”, el poema en el que Callero se ríe de su propio sopor nervioso cuando su papá pronunciaba mal mientras revisaba los remitos, hasta “Villa Adelina” que alumbra cada cosa que se mueve en su barrio santotomesino, a orillas del Salado; pasando por los chicos, la bici, los viajes, la noche y las fiestas. Cecilia Moscovich puso en palabras el motivo de la reunión, en “gratitud al Fer, un gran maestro y abridor de mundos, de mundos locos, él veía cosas que los demás no veíamos de la misma forma y nombraba las cosas de una manera alucinante”.

Giordanino destacó el entusiasmo que transmitió Callero a les poetas y escritores santafesines, desde sus talleres y su biblioteca; y el agite a la poesía y la edición independiente que comandó desde Diatriba junto a Santiago Pontoni, quien fue antes que socio uno de los poetas que editó. El paso de Callero por la Escuela Almirante Brown como profesor lo recordó Lucrecia Pelliza, leyendo un cancionero artesanal de “Canciones para una muchacha en flor”, hecho con hojas de carpeta en diciembre de 2001. “Siempre supo qué regalarme”, dijo.

Giordanino también resaltó la conciencia que tenía Callero, como artista, de su obra, de su hacer que la lengua diga algo nuevo, “y la insistencia en inspirar esa misma conciencia a les demás, él te dedicaba tiempo, algo fundamental para el arte: dedicarle tiempo a otro”. Callero siempre estaba en alguna movida cultural, como el Festipoet en Rafaela o La Chochan y Suena Rizoma en Santa Fe. Le tiró rimas a Sara Hebe en barrio Roma y le quitó el protagonismo a Leo García en la Belgrano. En su casa y en festivales corrigió poemas, formó amistades y fue dejando historias como la noche que bailó como Jagger en la terminal de Paraná y el beso que le dio a Zurita en el ascensor en el Festival de Poesía de Rosario. Anécdotas que se compartían al igual que las lecturas que recomendaba y las tardes en el taller, un boca en boca alrededor de su figura, la de un poeta maravilloso que vivía acá cerca y tenía la puerta abierta.

Cuando abrió la mesa, Venturni afirmó: “No sé si existe la poesía del litoral, pero si existe, no hay poesía del litoral sin Callero, y más allá: no hay poesía de la argentina sin Callero”. Después, leyó una respuesta de Callero, una vez que le preguntaron qué es la poesía: “más bien un entretenimiento, un pasatiempo, una forma de enamorar y ser querido, una forma de jugar con máscaras, un canto, un baile, una compañía. La poesía como oficio recreativo, no como profesión. Anotar en libretas, procesar ese material, intercambiarlo con amigos transforma la vida como cualquier trabajo liberador. Yo no creo en las Revoluciones, así, con mayúscula”. Seguiremos leyéndolo, buscando revoluciones y sobre todo, poemas de amor y aventura.

Un poema

VOY A PLANTEAR el tema del vicio

Una vez más voy a confiar en que hay

costumbres ociosas que sólo conducen

al vacío y al derrumbe del Hombre. Pero,

¿y el preciado trabajo de los materialistas históricos,

qué tiene de saludable?

¿La cooperación?

¿La práctica de superación controlada de la raza?

¿La libertad mancomunada

con sus insondables respiros políticos

adictos al crimen

y a la sofisticación de las armas?

¿Por qué habré de adherir

si sé que la nobleza es también

la conquista acertada

de un capricho intelectual

devenido en modelo

por no sé qué estimulante gesto

del ego

en la Ley?

Piensen sino en las grandes figuras

que descollaron por su grandeza.

¿Pensáis acaso que esos Poetas,

Mártires y Estrategas

de la Historia

conquistaron la memoria

por desvelo

frente a la privación

de un pueblo?

Yo creo fervientemente en el vicio

como motor solapado

de negocios mejor vistos,

porque nadie que se proponga

alcanzar un destino propio

o ajeno

es, necesariamente,

bueno

si no monta un caballo amoral.

Lo que domeña ese dueño

es,

en última instancia,

sed.

Fernando Callero

Publicado en “Aniversario”, autoedición, 2002; y “Al rayo del sol”, Iván Rosado, 2013.

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