Arriba de un árbol

La Casa del Árbol hace su presentación con “Renascente”, un disco que se fue armando entre Europa, Marruecos y Santa Fe.

El proyecto La Casa del Árbol contiene a Color Olivia y Pacho Benetti, que en 2018 repartían sus primeras fechas como dúo entre Santa Fe (de donde es ella) y Rosario (de donde es él). En 2019 se subieron a un avión y se fueron de viaje sin poner fecha de vuelta: “Sorpresiva y felizmente, fue la música la que sostuvo económicamente ese viaje durante dos años. En ese trayecto, nos fogueamos tocando en la calle, bares y hasta en vagones de metro”, cuentan. Mientras pasaban los shows en París y en Barcelona, avanzaban con la producción de Renascente: “Durante el viaje compusimos la mayoría de las canciones y comenzamos a grabarlas, en un principio sin ningún fin específico, pero luego comenzó a sernos necesario anidarlas en un disco”.

Después de casi un año viajando, trabajar en las canciones era casi la única que quedaba para sobrellevar la incertidumbre de esos meses respecto a cómo avanzaría la pandemia. Aprovecharon el confinamiento por cuarentena para afinar la identidad sonora y también visual del álbum: en su portada, diseñada por la propia Olivia, se ve un paisaje con un piso de vegetaciones secas y un fondo de plantas florecidas, que bien podría ser en la cercanía de una orilla del Paraná o en un monte escondido en Marruecos, en donde grabaron buena parte del material. Desparramados por el suelo, unos cráneos animales rodean a dos personajes que llevan dos de esas piezas como máscaras mientras intentan ubicarse en una posición que todavía no descubren.

El movimiento, una conciencia permanente sobre la finitud, una foto mental y esa sensación de lo frágil que es todo recorren el estado de ánimo de Renascente, que además de título es el leitmotiv que lo ordena y le da sustancia: “En español significa ‘renacido’, es una palabra en portugués con la que nos encontramos en una escala que hicimos en Lisboa. Por casualidad dimos con un negocio random con ese nombre. La canción homónima al disco, había sido compuesta en Barcelona, unas semanas antes y aún no tenía título, calzaba perfecto. Como nombre del disco, nos gustó por la sensación de renacer como un verbo continuo en el tiempo, porque creemos que refleja lo cíclico, las estaciones, la vida-muerte-vida y el hecho de que morimos muchas veces, de diversas maneras y renacemos cada vez distintos o iguales”.

La Casa del Árbol grabó casi la totalidad de su disco durante un viaje de dos años por España, Francia, Inglaterra, Irlanda y Marruecos.

Desde el primer al último minuto se siente un impulso de vaivén natural, instintivo y orgánico, de izquierda a derecha y viceversa pero también desde lo analógico de las tacitas del bar donde Olivia y Pacho trabajaron en Irlanda hasta lo digital compuesto desde su propia notebook: “La técnica de registro es poco convencional, ya que lo hicimos con equipamiento portátil, lo cual no significó una condición que disminuya la calidad del registro, sino que le dio identidad al disco. Permitiéndonos plasmar el proceso de creación y transformación de las canciones y de nosotres mismes en el movimiento”.

Si bien las guitarras son grandes protagonistas de la instrumentación más tradicional, como en los arpegios de “El sol en invierno” que consiguen sonar tal cual el nombre de la canción, llegando al clímax nos empieza a acompañar la grata sorpresa de los arreglos de violonchelo, viola y violín (interpretados por Claudia Di Giannantonio, Lucas Maldonado, Briseida Alejo Ortega, Hernán Rodríguez, respectivamente) que cumplen la función de darle épica a algunos pasajes como el final de “Adentro” (el tema de apertura) y de darle aires de identidad a otros como la símil chacarera “Madre”.

Olivia demuestra su personalidad a través de su voz, animándose a modulaciones grandilocuentes, a susurrar y a gruñir, va de acá para allá y, cuando hace falta, sabe acompañarse con su guitarra acústica sin que esta compita con el canto. Pacho también se hace cargo de las voces en algunos temas, corea y también co protagoniza con su compañera “Tragedia del saber demasiado tardío”. El aporte de él es sobresaliente en guitarras eléctricas. Respecto al resto de los intérpretes, hay que sumar a Claudio Cardone en piano y sintetizadores, Martín Valci (Kunyaza), Martín García Facal (Pedro y Cómplices) y Franco Noguera en bajos, baterías por Matías Monestés (Cepillo), el bombo legüero de Juan Carabajal y la quena fue grabada por Fernando Uñates (Fly Fly Caroline).

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