Hay que prestar atención a los detalles, pero sin distraerse, es muy difícil, como todo. Las veredas y las calles perdieron la diferencia, todo arde, cada vez es más difícil respirar, hay días que siempre es de noche, hay gente negra de humo. No sé para qué sigo grabando, no sé para quién.

Hoy vi a un loco pegándole a un termotanque, le pegaba y lo puteaba, otro que pasaba se sumó a darle patadas, uno de cada lado. Vi un tipo en calzoncillos abrazado a un perro tipo cucharita, sobre el asfalto, no se movían, enfrente una mujer llevaba un cuadro. Había una bandeja con canelones, sin abrir, inclinada sobre el cordón. Todo entre gente corriendo y autos en llamas.

Hay que saber leer la intención en los ojos, inmediatamente, ya casi nadie habla, hay que actuar rápido sin dudar, un error casi siempre es el último. Hoy conseguí café instantáneo y una bici de las caras.

Un viejo me quiso atropellar, se reía como loco. Me aguanté las ganas de tirarle, queda poca munición. Me acuerdo bien la cara y el auto, si no lo vuelvo a cruzar es porque no anda más. Estoy entrenado, estoy atento. Quedan pocos viejos.

Tomaron el edificio de enfrente, el nuestro todavía resiste, pero no sé cuánto más, tuvimos muchas bajas y guerra interna. La semana pasada nos incendiaron el tercer piso, lo apagamos con agua sucia, eso reanimó un poco el espíritu de grupo, pero no es lo mismo. Cuando no estoy de guardia prefiero salir, alejarme.

La noche me parece menos peligrosa, ayer, escondido en un matorral vi un entierro, cerca del río. Una tribu de unos 30 entre mujeres y hombres, un brujo alto y muy flaco, bailaba y cantaba, tenía pelo largo y lacio que se movía al compás. Tiraba humo, escupía al piso, escupía al que tenía cerca y repartía algo que iban comiendo. Taparon los tres cuerpos juntando la tierra con la mano, apenas terminaron, se amontonaron sobre las tumbas, empezaron a saltar y a empujarse como en un pogo, hasta que directamente se agarraron a trompadas entre todos. Cuando la mayoría estaba en piso, llenos de sangre y mugre, se fueron sacando la ropa y se armó en una orgía tremenda y muy rara que también parecía una danza. Me calenté mucho y me toqué, no recordaba esa sensación.

Estoy otra vez en el río, pero no hay nadie, o eso parece. Veo la luna caer detrás los sauces, el agua corre como si no pasara nada más que su música. Pasa una canoa vacía. Respiro y estoy triste. No sé para qué digo así, odio la poesía, siempre la odié.

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