Un mundo sin sensaciones

Henri Cartier-Bresson / Magnum fotos

Tengo un extraño hábito, al pasar por una ventana abierta no puedo despegar la mirada y por unos segundos quedo atrapado en el acto de fisgonear. No es una sana costumbre, al contrario podríamos decir que es una falta de respeto e incluso una invasión a la privacidad. Quizás hasta pueda ser considerado un delito. Es probable que en el fondo quiera estar dentro de una película de Jacques Tati. Créame que son apenas unos segundos, lo que demoran los pasos en continuar la marcha. Comparable al tiempo que duran las miradas con quienes nos parecen extraños. Hay días que tengo una actitud de militante mormón y saludo a quien se me cruza en el camino. Total el barbijo me da cierto aire de familiaridad. Sí, no es otra cosa que buscar algo de comunidad. Me siento en una posguerra sin neorrealismo. ¿Cuándo dejamos de saludarnos? hay una relación muy próxima a la máscara urbana de parecer anónimos y evitar ver a una persona durmiendo en la calle. Los lemas de la calle post pandemia no son muy distintos a la previa: pero la sensación que tengo es que al caminar la gente parece a punto de ladrar e incluso con ganas de tirar un tarascón.

Por momentos me detengo a escuchar en busca de diálogos de películas que nunca voy a hacer. Un taxista y un delivery discuten en una esquina. Continúan las puteadas media cuadra. Uno no puso el guiño y el intercambio de palabras se parece mucho a un programa de deportes. Una señora asegura que al final los vaqueros tenían razón, tapándose la boca no te reconoce nadie.

Algo se rompió.

Dicen que los pueblos del Asia septentrional conciben el otro mundo una imagen invertida de este. Así, todo sucede como aquí abajo, pero al contrario: cuándo es de día en la tierra, es de noche en el más allá (de ahí que las fiestas de los muertos se efectúen tras la puesta del sol: entonces es cuando despiertan y empiezan su jornada), al verano de los vivos corresponde el invierno en el país de los muertos, si la caza o la pesca escasean en la tierra es señal que abunda en el otro mundo. Los Beltyres ponen las riendas y la botella de vino en la mano izquierda del muerto porque esta corresponde a la mano derecha en la tierra.  En el infierno los ríos corren hacia sus manantiales.  Y cuánto está trastocado en este mundo se halla en posición normal entre los muertos por esta razón se ponen al revés los objetos que se depositan, en la tumba, para uso del difunto, a no ser que se lo rompa, porque lo que está roto aquí en la tierra está intacto en el otro mundo y viceversa.

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