El último verano en el pueblo

La Editorial Biblioteca publicó la novela “Muriel y los peces” de la cordobesa Virginia Beccaría Canelo.

“Dicen que el terreno está como hundido, y por eso algunas tormentas pasan de largo y alguna gente de acá tiene más tristeza que otra”. Podría ser Santa Fe, pero es una descripción de la llanura cordobesa, donde “la superficie del río se arruga con el viento”. En ese paisaje, con su ritmo y sus distancias, Virginia Beccaría Canelo cuenta la historia de “Muriel y los peces”. La novela fue publicada en septiembre de este año por Editorial Biblioteca, el sello de la histórica Biblioteca Popular Constancio C. Vigil de Rosario. En 2019, la obra resultó ganadora del tercer premio Bienal Federal de novela corta organizado por el Programa de Cultura del Consejo Federal de Inversiones (CFI).

La historia comienza con un secreto, algo que hay que esconder de Muriel, aunque ella más que nadie necesite saberlo. Muriel, su nombre, la preocupación por ella, eso que hay que decirle, se repite todo el tiempo en oraciones breves y suaves que siguen la angustia de la protagonista. Ni siquiera sabemos bien su nombre, sólo Cucú, como le empieza a decir Muriel, su prima.

En la llanura la visión puede llegar lejos y quizá por eso en este relato los ojos y la mirada son, casi todo el tiempo, la principal vía de comunicación, lo que permite saber un poco más. Detrás de los ojos de un pez que se ahoga en la tierra, una niña adivina todavía la vida y el agua; detrás de la siesta de los hombres quedan las mujeres ordenando, cuidando que nadie le diga nada a Muriel.

Lo que pasa es pura proyección de la emoción. Cucú se ahoga cuando el padre le enseña a encarnar las mojarritas vivas, y después les pide perdón, como le enseñó su mamá que hay que hacer cuando rompés algo de la naturaleza. Después, su mamá no puede aguantar el llanto cuando le abre la panza a una liebre y la descubre llena de crías. Mientras tanto, Muriel se corta el pelo que le llegaba largo hasta la cintura y se come las uñas hasta sacarse sangre.

El paisaje de la novela también está compuesto por la llorona local, La Monterriego, el fantasma de una madre en pena que se lleva a las niñas que andan solas. Aparecerá después la mamita de las trenzas, desde otro universo y para consuelo de Muriel. En un momento en que las dos dejan de ser niñas y empiezan a sentir adentro y a conocer afuera, todo es nuevo pero los refugios que encuentran permanecen femeninos. Así como Muriel, al principio, no sabe lo que está por venir, la lectura fluye sin develar varias cosas. ¿Cuándo empezó a ser tan fuerte el sentimiento entre Cucú y su prima? ¿Hasta dónde llega?

Las primas avanzan en un verano de iniciaciones y se las ingenian para mirar todo juntas, tanto que hasta sacan fotos juntas con una cámara vieja, polaroids que le dan al relato una temporalidad flotante. Puede ser ahora, en un pequeño pueblo del interior, o hace un par de décadas. La luz, la sorpresa o la muerte se juegan en la forma de ver, por eso cuando Cucú jura ver que caen estrellas del cielo Muriel le dice que no, que esos fierritos son basura que llega de las fábricas.

La nueva era de la Vigil

Virginia Beccaría Canelo nació en San Francisco en 1981, es Licenciada en Ciencias de la Comunicación y Especialista en Procesos de Lectura y Escritura (UBA). Además de escribir, trabaja en proyectos de educación y cultura y coordina cursos virtuales de escritura. Pasó por talleres literarios a cargo de María Wernicke, Guillermo Saccomanno y María Teresa Andruetto, quien escribió la contratapa del libro. “Virginia siempre se tomó la escritura con mucho amor, mucha intensidad y mucha paciencia”, dijo Andruetto en la presentación de la novela en Rosario, de la cual participó por videollamada.

“Muriel y los peces” es el sexto título de la colección Prosistas argentinos, que forma parte del catálogo de la Vigil desde 1966. En aquellos primeros tiempos, la biblioteca rosarina publicó “La vuelta completa” de J.J. Saer, “Principio y fin” de Jorge Riestra y “De criaturas triviales y antiguas guerras” de Miguel Brascó, entre otras obras. Hay que recordar que la institución se creó en 1959, como parte de la Asociación vecinal del entonces barrio Tablada y Villa Manuelita, y llegó a ser una organización mutual popular reconocida internacionalmente. Tuvo jardín de infantes, escuela primaria y secundaria, editorial, museo de ciencias naturales, observatorio astronómico, universidad popular, centro cultural y deportivo, caja de ayuda mutua y centro materno infantil. El proyecto se cortó con la dictadura cívico militar, que quiso destruirla a través de varias estrategias, que fueron desde la quema de libros, la expropiación y remate de los más de cuarenta inmuebles que llegó a tener la biblioteca y la asfixia financiera hasta el secuestro de miembros de la comisión directiva y el asesinato o desaparición de más de una veintena de socios, empleados, docentes, cooperadores y estudiantes.

Después de la recuperación democrática, la Vigil logró volver a abrir al público en 2014 y desde 2015 está señalada como Sitio de Memoria del Terrorismo de Estado. En 2017, después de la recuperación democrática de la institución y ya dentro de una nueva etapa de la editorial, Prosistas se relanzó con “Los bordes del cielo” de Laura Rossi. En 2020 llegó “Vértigo”, libro de cuentos de Ariel Aguirre, y Jorge Jacobi comenzó a colaborar como director de la colección.

“Es importante que se presenten como autores argentinos, sin ser ninguno de Buenos Aires; y al ser autores jóvenes, el desafío es reconocer en ellas y ellos un trabajo y en algunos casos un programa de escritura propio”, reseña Jorge sobre el espíritu de Prosistas argentinos. Tendiendo puentes con sus inicios, la Editorial actual pone en marcha su búsqueda en relación al tipo de textos y de lector: “la Vigil era y es una institución que se propone popular y la construcción de su catálogo es muy generalista, en ese sentido, nos interesa en narrativa abordar autores diversos, desde los especializados hasta libros que se pueden trabajar en aulas”, define Jorge. La perspectiva de género va tomando presencia en el catálogo a medida que crece, con mayor presencia de autoras que en la primera etapa, en Prosistas y en las otras colecciones como Alfa, de poesía inédita.

Al igual que “Vértigo”, el libro de Virginia fue impreso en el Taller de Artes Gráficas “El Molinillo” de la Vigil. Dentro de los objetivos de la Biblioteca está la posibilidad de generar materiales y recursos propios, y en ese sentido, es un hito la autonomía en la producción de libros. El proyecto de El Molinillo apunta a recuperar la imprenta que la Vigil supo tener hasta 1977. A medida que crezca, ofrecerá servicios gráficos y espacios formativos.

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