En busca de trama o espejo con memoria

Dice Eduardo Berti que un gran escritor ruso decía que en toda casa, incluso en la más perfecta, siempre falta una habitación. La experiencia nos permite suponer que, si a la casa le añadiéramos esa habitación, faltaría otra más. El mundo es así, a imagen de la casa de la muerte de Iván Illich: algo eternamente incompleto, algo a reinventar sin fin. Al mundo siempre le falta algo y la humanidad no hace más que añadiduras, aunque se limite a engendrar basura o aunque en su afán de engendrar y sumar, haga desaparecer cosas preciadas, como especies animales o vegetales.

La insatisfacción es de vital importancia para sobrevivir, o al menos para el arte. También podríamos incluir a la ciencia. Desde ya, tanto Keith Richards como Miguel Jagger lo sabían cuando escribieron:

"I can't get no satisfaction

I can't get no satisfaction

'Cause I try and I try and I try and I try

I can't get no, I can't get no"

También sabemos que un chalchalero no es un Rolling Stone. Y que Mercado Libre no es Amazon. Cuando veo a Mick Jagger aletear arriba de un escenario no puedo evitar pensar que podría ser mi abuelo y me da cierto pudor. De todas maneras, si fuera nieto de Mick, es probable que mis preocupaciones serían otras. No me imagino al Jagger intentando pegar un Procrear o yendo a la API para ver qué hacer con los ingresos brutos. El abuelo Brecha, ante cualquier queja o acción cercana al enojo solía decir "esas cosas te pasan por vivo". Claro, buscaba que preguntara: "¿Por qué?" y el acotara: "Porque si estuvieras muerto, no te pasarían". Cuando tenía ganas, la seguía: "Mientras estamos vivos, la muerte no existe. Una vez muertos dejamos de existir, por lo tanto, no debemos tener miedo a la muerte". Sí, no eran charlas sencillas, pero eran graciosas. Tanto como las medias toallas hasta las rodillas, a pesar de usar bermudas. Tan absurdo como los jeans chupines con portación de barriga.

Para él la vida era simple. Sostenía que los deseos básicos son tres: no tener hambre, no tener frío y no tener sed. Está claro que Don Brecha no vivía en Santa Fe, ya que cambiaría calor por frío y cantaría con Mario Pereyra. Con el tiempo me di cuenta de que las palabras no eran del abuelo sino de Epicuro.

Ya lo dice Federico Falco en Los Llanos: "Al fin y al cabo no somos más que personajes en busca de una trama que le dé sentido a la historia, tratando de identificar la narrativa en la que estamos inmersos".

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