La historia de un DJ triste a través de una ciudad dormida

Autor de un poemario (2015) y de un libro de cuentos (2019), Oddo construye en su novela una trama sobre los vínculos y el tiempo.

Estrellas que mueren mientras otros trabajan por la noche: reseña de “Supernova”, la primera novela del escritor y poeta santafesino Diego Oddo, editada por Contramar.

Hay una ciudad adentro de la ciudad que es la que habitan las personas que trabajan en la noche. Las personas que trabajan en bares, locales gastronómicos, caterings, boliches y fiestas pero también los serenos, toda esa gente que se va a acostar –cuando duerme– con el ruido de los pajaritos y el sol entrando por las rendijas de la persiana. En esa escena se resume el ánimo de Ivo, un DJ santafesino, al comienzo de Supernova, la primera novela de Diego Oddo, publicada por Contramar Editora.

El fenómeno de la supernova se define como el momento en que una estrella gigante muere, es decir, explota, y llega al final de su vida en el instante de su mayor belleza. Si bien la definición es sencilla, la distancia que debe recorrer la luz para viajar hasta la tierra, hace que ese instante se estire en el espacio y nos llegue como una noticia nostálgica de algo bello que se rompió hace tiempo.

Como inspiración desde la realidad, Diego habla sobre la estrella Betelgeuse: “Leí una noticia sobre que una estrella estaría por explotar, lo que en términos astrofísicos significaba que ya habría explotado hace como diez mil años. Ese desfasaje entre el tiempo de la civilización y el tiempo de los fenómenos astrofísicos simplemente me trastocó la cabeza”, recuerda sobre el proceso de escritura.

“Debo ser el DJ más triste de la escena santafesina”, se define Ivo, la voz narradora de la novela, después de haberse presentado como alguien “con una resistencia profesional para el trabajo nocturno”. “Él no tiene deseos o aspiraciones que busque satisfacer a lo largo de la trama: la realidad le pasa por encima, las posibilidades se le presentan y él avanza arrastrado por las circunstancias”, dice Diego sobre su personaje. “La vida es un virus y nosotros/ portadores destinados a curarse”, escribió antes, en uno de los versos publicado en su primer poemario.

La estrella Betelgeuse, inspiración para la historia de Supernova.

Ya ahí, en El cielo (no) existe (2015), editado por la editorial santotomesina Corteza, hay un gesto que mira hacia los elementos celestes. Diego nació en Santa Fe en 1983 y hoy vive en Paraná, aunque cruza el charco a diario para trabajar y visitar a su familia. En 2019 publicó La rutina de las máquinas, un libro de cuentos también editado por Contramar.

Desde la voz de Ivo, la novela sigue la historia de él y su familia, de su amistad con Mirco y sus propios problemas familiares. “Pensé a la familia como un nudo semántico en el que se enlazan tres historias distintas”, cuenta Diego sobre la forma de narrar lo familiar que tiene la novela. “Del Chavo del 8 aprendí que a todas las familias de la vecindad les falta un integrante, y que debido a esa ausencia es que ocurre el movimiento y el desarrollo de los acontecimientos: es porque Doña Florinda no tiene esposo que Jirafales la visita, es porque Don Ramón es viudo que la solterona se enamora de él, es porque el Chavo es huérfano que la vecindad, de alguna manera, lo aloja. Las ausencias permiten el movimiento y las permutaciones”, señala.

“Supernova ensaya ese movimiento, y las relaciones entre los personajes se me fueron revelando de esa manera: como piezas de rompecabezas en donde el pedazo faltante de una parte posibilitaba el encastre de la otra”, recuerda Diego sobre la escritura de la novela. Ivo y Mirco cargan los dos con el peso de los problemas sin resolver en sus casas, y poco a poco escriben entre los dos una historia nueva.

En la relación de Ivo y su mamá se traza el mapa de otra ciudad, y la noción de algo hermoso que se perdió hace mucho. La otra ciudad, que contrasta con la que el protagonista recorre ahora, del trabajo al barrio y de urgencia a la noche, es la que ella le contaba, de pequeño, configurada por los recuerdos de clubes y bailes donde comenzó una historia de amor que, en el presente de la novela, también se esfumó hace rato.

Aunque la historia de Supernova no se cuenta en los lugares comunes de la nocturnidad, Ivo se hace DJ –en un emprendimiento junto a Mirco– y su propia historia la escribe a través de las canciones que le gustan. Una frase muy bonita habla de la educación expresiva y sentimental brindada en la primera infancia por su casi madre soltera: “Si algo aprendo de María Elena Walsh es que a veces las canciones son poemas y, otras veces, historias”, recuerda Ivo. “Las extensas jornadas de guardia funcionan al modo de una máquina que de input recibe una persona y de output arroja un autómata”, dirá más adelante para describir el trabajo de su padre. “Pareces un infeliz ¿o no lo ves?”, dice Calamaro en la canción que tiene las mismas dos palabras en inglés como título.

La desesperanza se traslada al tono del relato y al paisaje, con una Laguna Setúbal que aparece atada a los versos de la canción de Ariel Ramírez dedicada a Alfonsina Storni, “alejada del romanticismo de la palabra mar”; en una ciudad como “un diminuto punto gris en medio de los enormes caudales de río circundantes”. El Salado inunda Santa Fe desde el oeste, y esa es una de las pocas veces en que el padre le pide a Ivo su compañía para algo. Mientras, solo Gloria, la mamá de Mirco, el mejor amigo de Ivo, un contrapeso sensual de su propia madre, parece querer “arrancarle alguna belleza a la llanura”.

En la novela, es Mirco el que trae las iniciativas, entre ellas la curiosidad por los astros, en donde Ivo encuentra la misma falta de sentido que hace a la historia de su familia una trama de accidentes, frustraciones y malas decisiones. “El final es siempre el comienzo de algo más grande”, afirma su amigo cuando le cuenta sobre la supernova.

Diego se declara deudor de la poesía de Juan Manuel Inchauspe, y sobre la ciudad que narra en su primera novela, trae a la conversación uno de sus versos preferidos del poeta, que también como él, vivió en Guadalupe: “En todo comienza a destacarse un previsible derrumbe”. El poema se llama Climas y sigue así: “Nosotros necesitamos una mano abierta, un aliento sustantivo/ una ternura tan evidente que nos haga temblar”. Ivo y Mirco, dos varones que hacen de su amistad la forma de salir adelante, no se dicen ese tipo de cosas. Pero bien podrían.

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