Siempre será el Negro (con apellido alemán). El que exhibía en el escenario todo aquello que queremos ocultar y que nos interpela. Ponía en público nuestras vergüenzas, para que nos reconozcamos ahí adonde preferimos correr la mirada. Un teatro cruel, un teatro necesario, de la verdad del actor

Su mayor huella la dejó como director de la Escuela Provincial de Teatro, cargo que ejerció durante 25 años. Adonde más pasión depositó fue en su clase de teatro de la escuela Almirante Brown. Camadas y camadas de jóvenes iniciaron su camino en la actuación bajo su rigurosa mirada.

“Teatro Taller” fue el nombre de su grupo y fue su emblema. Largos trabajos, a veces de años, para llegar a una puesta en escena. Stanislavski, Kantor, Artaud eran sus guías, Ricardo Monti y Tato Pavlovsky eran sus interlocutores. Beltzer fue el director que siempre sacó lo mejor de las actrices y los actores que participaron de sus puestas.

En su dramaturgia, con trazos de la ternura más simple y un oscuro humor, revelaba personajes atormentados por la necesidad, la soledad y la violencia, que buscaban una salida o una rebelión. Explosivo para su época, teatro ciento por ciento queer a fines de los 90, “El Secreto de Luna” fue quizá su texto más reconocido; llegó al Teatro Nacional Cervantes con una puesta de Roberto Villanueva. “La Rosa”, basada en la vida de su madre, se convirtió en “Algo con una mujer”, una película dirigida por Luján Loioco y Mariano Turek. Su dramaturgia fue publicada por Ediciones UNL bajo el título “Escritos al borde”.

Nunca olvidó un lejano texto de un viejo patricio de esos que escribían en el diario local. “Beltzer le ha cortado otra vez el cuello al cisne”, se quejaba el pequeño crítico de doble apellido. Se reía Julio y se preguntaba “¿Qué quiere decir con eso?”. Sabía exactamente la respuesta: había venido para incomodar a esa caduca clase que se negaba a perder su lugar en la ciudad.

Con gratitud recibió una distinción como ciudadano ilustre por parte del Concejo Municipal en 2019. La propuesta vino de parte de Alejandra Obeid, que supo pasar por el taller de teatro de la Almirante.

Ya mudado al centro, donde vivió con su amada Elsa Ghío hasta su partida en 2020, jubilado como funcionario de la educación, artista renombrado en la ciudad y el país, habitué constante de los bares de la peatonal, nunca dejó atrás sus orígenes de barro y pobreza. Julio César Beltzer siempre será el Negro. Falleció hoy, a los 68 años.

Un solo comentario

  1. En la peña nos reuníamos mucho, el Negro siempre se reía de que mucha "gente" no entendía cómo un negro, petizo y peronista podía tener un apellido alemán, digamos que tenía todo en contra para ser alemán, tal vez por eso nunca se olvidó de sus orígenes.

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