La deuda externa, el signo de sometimiento de los 40 años de democracia. La presencia del FMI en Argentina: pasado y futuro. El valor de la política parlamentaria, la derrota de tener a los virreyes adentro. El Congreso, frente a un debate inédito y de mayor trascendencia.

La deuda externa y el FMI sometieron a los casi 40 años de democracia reciente. Nunca, como hoy, el Congreso va a enfrentar en un debate público la continua sumisión a la que el pueblo argentino se vio entregado desde que en 1976 se iniciara lo que el imprescindible Eduardo Basualdo sintetizó como ciclo de endeudamiento y fuga de capitales, toda una definición sobre cómo dirigen el país los que mandan.

La presencia del FMI en el país siempre implica una pérdida de soberanía. Y sin soberanía no hay democracia: votes lo que votes, los que cocinan el estofado son 10 tipos encerrados en una oficina del Banco Central. Impregnada en la memoria está la imagen de Anoop Singh, el enviado del FMI en los tiempos del estallido de 2001, verdadero virrey al que se lo adulaba noche y día mientras decidía los destinos y las penas del país en lujosas habitaciones de hoteles caros.

Sin embargo, sea a favor, sea en contra o sea la abstención, en todos los casos el debate público por sí mismo es valioso.

Tantas veces degradado y menospreciado, muchas con justa razón, el Congreso ha sido durante las últimas dos décadas largas la sede de debates cruciales en la vida del país. En el Congreso se discutió la derogación de las leyes de impunidad de la dictadura, la renta de la tierra, la seguridad social de los trabajadores, la renta petrolera, la concentración de los medios, la legalidad de las familias no heteronormadas, el derecho de las mujeres sobre su propio cuerpo, la magnitud de la riqueza y su avaricia en el momento más aciago de la historia, cuando se necesitaba solidaridad en la pandemia. Y, también, se le dio forma al mandato constitucional: el endeudamiento sí o sí debe pasar por las cámaras.

Muchas veces ese debate público se motiva en puras razones de táctica política. Aquel 82% móvil sancionado en 2010 y la más reciente ley de ajuste tarifario por debajo de los salarios, en 2018, salieron del Congreso sólo para obligar y exhibir a la Presidencia en un veto. Toda una maquinaria puesta a andar para la exposición pública.

Muchas veces, la táctica política se pasa de rosca y el país queda sin presupuesto, como sucedió en 2010 y en este 2022. Oposiciones con poder de fuego en las cámaras, capaces de hundirlo todo con tal de hundir un gobierno, disolviendo en acto la habitual calificación de “escribanía” para la labor parlamentaria.

Muchas veces, la política prefiere esconderse y que los debates no tengan lugar: allí están quienes dicen que el acuerdo con el FMI no debe ser tratado porque ya existen leyes administrativas que facultan al Ejecutivo a actuar por sí solo. Evitar el debate es evitar la responsabilidad y el compromiso: de todas, es la posición más mezquina.

Y, muchas veces, la política del Congreso no alcanza y la política de calle impone sus términos.  

En todos los casos, la ciudadanía ve a la política expuesta en sus intereses y defensas cuando el Congreso debate. Esa exposición, en este debate que hoy se abre, toca a la determinación más profunda de la vida nacional. En nuestra relación con el FMI se cifra nuestro futuro en todos y cada uno de sus aspectos.

Es cierto: estamos discutiendo cómo un prestamista va a venir de visita cada tres meses a nuestra casa para ordenar las líneas maestras de nuestra vida doméstica según sus propios intereses y capacidad extorsiva. Después de esto no queda mucho margen más para la política.

También es cierto que no hubo error del macrismo en 2018. Es exactamente éste el efecto buscado. Se revela así cuando los propios dirigentes de Juntos por el Cambio se quejan de que no hay suficiente ajuste y reformas –o pérdidas de derechos– en el acuerdo negociado por el ministro de Economía, Martín Guzmán. El FMI es el gobierno automático del mercado, que reduce a los funcionarios de las democracias al rol de gestores con un muy estrecho margen de maniobra.

En su momento, en esos 12 años que fueron de 2005 a 2017, la política no derrotó a las fuerzas locales del poder financiero, acaso ni siquiera tomó consciencia de que esa oportunidad no era eterna. Pudimos haber construido una independencia. No sucedió. Independencia, vocabulario antiguo, se cree, como el que contiene a la palabra colonia. Sí, el Congreso va a discutir qué tipo de colonia vamos a ser.

Pese a lo que establece la letra de la Constitución de 1994, todas las decisiones sobre endeudamiento en nuestro país fueron tomadas unilateralmente por el Poder Ejecutivo. Aquellas ruinosas y aquellas que produjeron uno de los períodos más excepcionales y fructíferos de la economía y el bienestar de la población. Con el paso del tiempo, vemos cómo esos 12 años que transcurrieron entre 2005 y 2017 van creciendo en su estatura.

Hoy el Congreso sellará un nuevo capítulo, dando un primer paso en un camino para que nunca más el endeudamiento externo sea una decisión tomada en cinco minutos y a puertas cerradas, condenando a la miseria y la dependencia a millones de argentinos.

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