"Alguien muerde el extremo de su nombre": una antología de poemas que salen del armario

Inés Ripari, Clara Inés Raschi y Nicolás Colfer de Elemento Disruptivo

"Alguien muerde el extremo de su nombre: poemas de salida del clóset" es una antología que reúne 39 poemas que nombran, en verso, la existencia lesbiana por primera vez. La publicación es un proyecto de la editorial Elemento Disruptivo, que realizó una convocatoria abierta y federal.

"Acá estamos, somos muches", dice el prólogo de la antología, escrito por Alex Zani, una poeta e investigadora del CONICET. Fue ella quien le acercó la idea a la editorial, en 2021, con la idea de recopilar vivencias lesbianas y echar luz sobre ellas desde el espacio poético.

"Durante febrero de 2021 se lanzó una convocatoria federal de la que participaron más de 70 argentinxs y extranjerxs que habitan existencias lesbianas", precisan desde Elemento. Inés Ripari, poeta y una de las editoras de Elemento Disruptivo y quien tuvo a cargo la edición de la antología, explica que "el proyecto nació como de Alex, una poeta lesbiana que se dedica a estudiar la poesía lesbiana para CONICET, autora de la casa y amiga, que un día nos pidió que editaramos esta antología dicendo que no existía, no había precedente en el país". "Nos decidimos a armar la antología, con la idea de reunir poemas donde les poetas se enunciaron por primera vez sus existencias lésbicas en verso, como la posibilidad de nombrarse en primera persona, de hacerse cargo de esa existencia, por eso la salida del clóset como premisa de ese primer nombramiento", define.

El proyecto recibió el fomento del programa de Mecenazgo de Ciudad Autónoma de Buenos Aires. "Si bien la editorial está basada en CABA, intentamos tener una mirada federal, con el objetivo de poder mapear qué está pasando en la poesía joven y contemporánea argentina, por eso quisimos que el proyecto llegara a todo el país", cuenta Ripari. El llamado estuvo abierto a personas mayores de 18 años con residencia legal en la República Argentina.
El jurado, integrado por Dafne Pidemunt, poeta y editora de La mariposa y la iguana; Alex Zani y Micaela Szyniak, poeta, codirectora de Mi gesto pank y editora de Promesa Editorial, se encargó de seleccionar 30 poemas entre quienes se habían presentado a la convocatoria. "Hay un rango etario interesante, entre 18 y 46 años, con una mayor participación del rango entre 26 y 32. Resultó ser una convocatoria bastante federal, y hay voces de distintas partes del país", destaca Ripari. A la selección se le sumaron otros nueve poemas de autoras como Gabriela Borreli, Paula Jimenez España y Mariana Komiseroff.
La antología se lanzó el 7 de marzo de 2022, en el Día de la Visibilidad Lésbica, ya fue presentada en Río Cuarto y CABA. Pronto habrá presentación en Rosario y la idea es replicar la por el país. "La idea es que tenga cierta circulación por fuera del circuito de CABA y del Gran Buenos Aires, porque buscamos visibilizar el trabajo poético a escala nacional y difundir la obra de poetas del colectivo LGBT de distintos puntos del país", apunta la editora.

Una antología necesaria

Fragmento del prólogo por Alex.

“Las cigarras también pasan la vida muriéndose de hambre en pos de su deseo”, expone Anne Carson. Y nos abre una pregunta que se perfila de soslayo: ¿qué otres se esconden en ese “también”?

Las cigarras, dice Carson, son felices con su elección de vida-como muerte, y la única actividad a lo largo de sus vidas es la persecución de su deseo. Por supuesto, esas cigarras de las que habla la autora existen solo en la literatura, y su trabajo es rescatarlas de las líneas perdidas de un tiempo histórico —una temporalidad heterosexual— que las condenó al olvido. Así, afirmamos que existen entre-textos con una fuerza avasallante pero que surgen en momentos en los que no se atreven a ser leídos. Textos que dejan una marca a través de los años para que, cuando llegue el momento preciso, alguien pueda volver a ellos y encontrar, entre sus líneas, un gesto, una palabra inaugural, un secreto a voces escondido durante siglos. Textos que nos permiten decir “este libro fue necesario, gracias a este libro ahora podemos decir esto”. La antología Alguien muerde el extremo de su nombre es uno de esos libros. Esta es, si no me equivoco, la primera antología argentina de poemas lesbianos de salida del clóset, un movimiento de apertura y de bienvenida a la erótica, el deseo y el amor lesbiano en la historia de la literatura de nuestro país.

Pero, además, este es un libro acerca de cómo la escritura es (re)apropiada por poetas lesbianas de todo el país para (re)inscribirse en la memoria y en el presente, para (re)producir sus propios discursos, sus propios cuerpos y sus propios deseos. El gesto de reunir estos poemas y de publicar este libro es una re-acción, una respuesta política contra la educación heterosexual que propone el ocultamiento, el confinamiento y la vergüenza como regímenes de (in)visibilidad para las disidencias sexogenéricas en el campo de lo social. Contra ello, los poemas que guardan estas páginas echan luz sobre múltiples experiencias de vida lesbiana, moviendo constantemente los centros y las periferias del deseo, hasta llegar a construir nuevos relatos de amistad y de amor. Son discursos que (re)escriben los paradigmas de la educación sentimental con los que fuimos creciendo y proponen nuevos marcos de inteligibilidad con los cuales leer el mundo a través de una mirada lesbiana. Y es que la poesía, como expone María Zambrano, “ha sido, en todo tiempo, vivir según la carne”.

Pasada agua sobre el puente podemos preguntarnos, ¿qué tan disruptivo es lo contemporáneo? O, planteado de otra forma, ¿basta con que algo sea contemporáneo para que sea disruptivo? En el presente, el pensamiento heterosexual (y su heteronormatividad constitutiva) sigue instalado en el sentido común como el lugar de “lo natural” en gran parte del pensamiento nacional. Y, como todo resabio del discurso de la naturaleza que prevalece en la cultura, pretende ser una interpretación totalizante y universalizante de la realidad, negando y rechazando las existencias sexogenéricas que se apartan de esta norma. Esta idea también aparece en algunos de los poemas de la antología: “la mesa se vuelve hielo, / él no entiende / cómo nunca tuve novio / si ya soy adulta, algo no encaja / en la ecuación que dibuja / en su mente”. Hay algo que no encaja en el pensamiento heterosexual. Imagino, desde la (im)posibilidad de la nostalgia, que este libro llega a las manos de une adolescente nacide en una provincia del interior a principios de los años 90. Pienso en cómo los versos de este libro van entrando a través de sus ojos hasta llegar  directo a su corazón. Siento cómo, una vez instalados ahí dentro, una voz le habla a esa persona que apenas entiende lo que le pasa en el cuerpo, en el sexo: no sos le primere, no sos le únique, tampoco vas a ser le últime. Acá estamos, somos muches. Como bien lo dice uno de los poemas de este libro: “Al final los miedos / nunca son tan grandes / como los imaginamos”.

Estamos de acuerdo. Lo contemporáneo, solo por contemporáneo, no es disruptivo. Esta antología, en cambio, es una fuerza que irrumpe en los resabios de un discurso conservador que subsiste en el presente, y que se alza en contra del pensamiento heterosexual propuesto como único discurso posible. En palabras de Alicia Genovese, “la poesía resiste el achatamiento de la percepción, la rutina de ver lo mismo, y propone nuevo enfoques, nuevas versiones de lo real activadas por la carga o la descarga subjetiva de quien escribe”. Creemos que ahí donde la heterosexualidad se sitúa como obligatoria, como dominante, existe también la posibilidad de elaborar discursos de la desobediencia para la ruptura de esa dominación. La fuerza de estos poemas está en la (re)apropiación del texto poético como una tecnología de escritura puesta al servicio de narrar distintas subjetividades y experiencias lesbianas de manera situada, federal, fragmentada. A partir de estos poemas de salida del clóset, les lesbianes realizan una crítica a ese contrato heterosexual que aparece como natural y logran sustituirlo por nuevos contratos posibles, reforzando el poder de las derivas y reparando en la potencia de las fallas. Esa potencia transformadora late en cada uno de los poemas de este libro: “No sé aún si llegaremos a sublevarnos en un puente veneciano / pero el beso sabio que quebranta la norma / poco discretas, muy ruidosas / sin pedir permiso / con un calor de fuego nórdico / encenderá todas las sirenas burócratas de los bomberos”.

Tres poemas

La antología incluye poemas de  Alex, Sofía Arriola, Cyano Baldunciel, Rocío Bello Trani, Gabriela Borrelli Azara, Micaela Cañal, Capitanx Cuir, Gisela Carozzi, Sol Cayrol, Sofía Noel Ceballos, Eugenia Del Carmen, Josefina Del Pópolo, Gerald Evans, Marina Meilín Fire, Flor Cualquiera, Patricia Fogelman, Natalia Garay, Ernestina Gatti, Silvina Giaganti, Paula Jiménez España, Fernanda Jurado, Laura Kiener, Mariana Komiseroff, Julia Lavigne Laham, Florencia Leyes, Martina Marchetti Stechina, Sol Narvaez, Pilar Otero, Dafne Pidemunt, Luciana Sofía Pino, Estefanía Radawski, Inés Ripari, Malena Romairone, Paz Rotoni, Camila Sacks, Mai Slipczuk, Micaela Szyniak, Guillermina Tenenbaum y Mabe Warnes. Aquí, compartimos tres.

Doble Vida
Mi maestra de primer y segundo grado,
la mujer de la que me enamoré.
Señorita Pili le decía, así se presentó el primer día
y en la foto grupal que nos sacaron
en el patio del colegio —invierno de 1982—
apoyó sus dos manos en mis hombros diminutos.
Ondas en el pelo como Farrah Fawcett, morocha
como una india de Manaos, capital del extenso
Estado del Amazonas, biodiverso como la emoción
que a los seis años estrenó mi corazón.
Cada vez que la veía en el recreo le pedía
que me acompañara al baño del colegio
porque no estaba acostumbrada a orinar agachada
en una placa a ras del suelo con un agujero en el medio
y dos espacios al costado para apoyar los pies.
Ya de grande, una mujer pidió agacharse sobre mí
y hacerme pis en el living de su casa.
Ese día, esperando su descarga boca arriba
sobre el piso flotante que aguantaba la presión
de dos mujeres que buscaban su pasión,
entendí algo nuevo sobre la lujuria y la confianza.
En séptimo grado me di cuenta de que Pilar me calentaba
al verla entrar a una galería del centro de Avellaneda
con una minifalda de jean y la piel dorada
como un atardecer en Copacabana.
Era diciembre de 1988 y sonaba
el disco Doble Vida dentro de un local
—tal vez juguemos toda la vida aquí/
y lo que la asfixia no pueda abatir/no morirá—
ella nos llamó a mí y a mis amigas,
cuatro de sus ex-alumnas juntas, y nos saludó.
A mí me habló distinto, yo siento que notaba
la miel que me brotaba cuando se acercaba
y me dijo Silvina, sos tan especial.
Una mujer que fue la llave de otras mujeres
un cartel de ruta que se aleja a medida que avanzo
y suspendo el regreso hacia lo que soy.

Silvina Giaganti (Buenos Aires, 1976).

*
Prendí fuego la caja,
ardió en silencio,
el humo se transformó
en angustia y dolor.
Solo quedaron
unas pocas cenizas.
Al final los miedos
nunca son tan grandes
como los imaginamos.

Gerald Evans (Río Negro, 1990).

*

sexy santafesina
seducime
por primera vez
enloquecemos
bajo la sombra
de la acacia,
mientras desliza sudor somnoliento
de whisky escocés
sobre mis hombros.
diciembre,
cincuenta y cinco grados
en la casa
céntrica de tus papás
nos lamemos
muy suave las gotas
que surgen de nosotras,
puedo decir que te deseo:
sopor y sexo
desacelerado.
soñando las dos
con la brisa que refresque
el estío
en tu ciudad.

Pilar Otero (Buenos Aires, 1992).

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