Sean eternos

Por suerte este mundial tiene un nuevo momento Messi. Un poco más grande y cada vez más Diego. Tan rosarino que enamora. De pronto se enoja y encuentra la excusa perfecta.

“Vivimos en un mundo y en un país dónde las alegrías no son muy frecuentes, de manera que ilusionarse con los partidos, no está tan mal. Hay que suspender la incredulidad y entonces entregarse a la fe poética, que consiste en creer que un gol de Messi, nos va a mejorar la vida, y en la medida que lo creamos, un poco la va a mejorar". Cuándo no sé qué pensar sobre algo, aparece una luz por donde razonar con Alejandro Dolina y entonces hay sostén para este mundo tan cruel y contradictorio como el fútbol que nos toca respirar.

En la previa de cuartos me piden un texto que no alcanzo a terminar. ¡No puedo, perdón pero no llego! Diciembre no da tregua. No puedo escribir antes y después del juego. Las fiestas, despedidas, los actos de los hijos y sobrinos. El calor es una ola que nos pasa por arriba y nos empapa de fastidio cuando tenemos que hacer un trámite en el medio de la peatonal o esperar un colectivo en el centro. Y convivo con clientes y jefes cargados de urgencias. Queriendo venderlo todo. Pretendiendo ganarle a la inflación y exigiendo salvar el año. ¿Cómo hacemos para salvar el 2022 en Argentina?

Por suerte este mundial tiene un nuevo momento Messi. Un poco más grande y cada vez más Diego. Tan rosarino que enamora. De pronto se enoja y encuentra la excusa perfecta. El líder para atraer y dejar jugar a los suyos. Exigiendo a sus compañeros para que tomen mejores decisiones, sin pensar en él como primera opción. Buscando el hueco y el tiempo exacto para acelerar. Parece que no se la pueden sacar y va cruzando el campo como con Polonia y Australia, como si todas las camisetas fuesen del mismo color. Viaja entre amagues y sueños, de derecha al centro, como hace 5, 10 o 15 años atrás, y suelta un pase sin mirar, que solo él puede pincelar desde ahí abajo y desde acá arriba. Se tapa la boca para insinuarle al árbitro. Camina y se esconde para luego sorprender. Parece que descansa pero está recalculando, eligiendo la mejor ruta. Escucha los susurros del inmenso arquero rival, y lo mira a la cara antes de acostarlo hacia el otro lado en cada penal. Sigue acá, intentando. Tiene dos partidos más con este grupo de pibes valientes, talentosos y con la fortuna de poseer un arquero incontrolable.

Hago una Pausa para responder 3 preguntas nada albicelestes:

¿La mejor liga del mundo tiene más chances de tener una selección campeona? Inglaterra parece tan candidata como aquella España de 2010 donde Real Madrid y Barcelona concentraban la mayoría de sus jugadores y se turnaban para disputar la Champions League.

¿España no pensaba patear al arco? El plan de Luis Enrique no dió margen a la gambeta. Nadie supo cómo destrabar aquél cerrojo marroquí y se pasaron la pelota, setecientas veces más que el rival, ochenta y cinco por ciento más que cualquier otro y se fueron a los penales, donde la posesión no define nada.

¿Qué hago con el miedo a Brasil? Lo tengo contenido en un puño apretado luego del sonido metálico del palo y todavía no puedo creer que se hayan ido de su mundial.

Me encanta el presente de este equipo argento. Me lleva a un pasado cercano, individual, en las canchas de nuestro fútbol local. Recuerdo de ver a muchos de estos chicos jugando y emocionando en Defensa y Justicia, en un Monumental repleto, en la cancha de Vélez casi vacía, en un rincón de Avellaneda, en el Gigante de Arroyito, o con La Bombonera latiendo en este suelo castigado y bendecido. Que jueguen hoy, que no piensen en mañana, ya habrá tiempo para armar un plan Croacia. Que sigan revoleando la camiseta de un arco a otro. Que vivan este presente lleno de emoción disfruten el privilegio de jugar siete partidos. Acá en Santa Fe ya llueve, pasó el sofocón. Lo necesitábamos. Lo merecíamos.

"Cruzamos el Rubicón, ahora vamos a ver qué pasa" dijo Sabella en aquel 2014 inolvidable. Lo extrañamos, Don Alejandro. Habíamos entrado entre los cuatro mejores y se venía Holanda. En Qatar también cruzamos el Rubicón dando un paso decisivo, asumiendo el riesgo contra Países Bajos. Enfrentando el temor a perder luego de recibir dos goles sobre el cierre del segundo tiempo. Otra vez Pausa, muchachos. Tiempo de volver a encontrarse con la pelota. No importa que tan alto sea su promedio, si vamos por abajo no tienen ventaja. Lo sabíamos desde muy chicos, en cada potrero nuestro. A veces el profe elegía a los grandotes porque los padres de afuera querían ganar como sea, pero los petisos juegan bien, mi amigo. Dejá que jueguen los petisos, vociferaban los tablones y a los gigantes no les quedó más remedio que aplaudir en silencio.

¿Cómo nos convertimos en héroes?

¡Sean eternos, muchachos! No es necesario tirar un pelotazo al banco de suplentes, ni hablar del árbitro, ni burlarse luego del último penal. Saber ganar y saber perder. Como ya nos ha tocado hacerlo. Demuestren que son mejores que eso. Por mis niños y los millones de hijos que se sienten identificados y eligen ponerse su camiseta. No quiero exigirles más que nuestros jueces y políticos, no quiero que hagan mi trabajo de papá, no quiero que salven el mundo. ¡Salven el día jugando y contagiando! Por ustedes y nosotros. Salven la tarde pateando entre amigos, y con la ilusión como excusa. Sean eternos, muchachos. Ya vendrán memes para la sonrisa en cada grupo de WhatsApp, pero ustedes no, aprovechen cada oportunidad para mostrarse más íntegros y más héroes. Sean eternos, que lo demás no importa.

 

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